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Agua para limpiar las heridas.
Viernes.
Me encuentro acostada en el sofá de mi casa viendo una serie animada con Dante, quien se encuentra sentado en el sofá individual a mi costado. Él se remueve un poco en su lugar y gira su cabeza en mi dirección, fijando sus inquietos orbes verdes en mi.
—Oye —susurra con voz gruesa, levanto un poco mi cabeza, dándole toda mi atención.
—¿Qué? —respondo al ver que se quedó callado observándome, con algo de duda rutilando en su mirada.
—¿No quieres salir y hacer algo? —yo, inevitablemente, levanto ambas cejas al escuchar semejante estupidez—. Soy consciente de tu enfermedad, pero no te puedes quedar aquí hasta que llegué el día.
—¿Quién dice que no puedo? Ese es mi plan —exclamo mientras levanto los hombros con indiferencia.
—¿No te gustaría ir a una piscina? —pregunta Dante tocándose el cuello, algo que hace cuando está inquieto, o bueno, es lo que hacia cuando lo estaba—. Recuerdo que soñabas con ir a la playa y la piscina es como una playa. ¡Y hasta puede ser techada! También recuerdo que nunca te ha gustado tomar sol —recuerda con una sonrisa repleta de melancólica. Cuadra sus hombros antes de seguir hablando—. ¿Qué dices?
Es cierto que aún sigue siendo mi sueño ir algún día a la playa, pero nunca he podido ir por el hecho de que la playa más cercana esta como a cinco horas de aquí. Y mi madre nunca dispuso del tiempo para llevarme.
Pero aún así, no me siento con el valor para utilizar bikini o cualquier prenda reveladora. Y sé que dije que comenzaría a aceptarme, pero el problema es que eso no es tan fácil como decirlo.
Puedo decir que quiero volar cuando es más que claro que eso nunca sucederá, pasa algo parecido con este tema. Por más que intente mentalizarme y decirme que lo haré, esto jamás pasa.
Volteo hacia él y me doy cuenta sigue con sus ojos fijos en mi, esperando por una respuesta. La cual le doy:—No.
Su expresión no cambia ante mi respuesta, estaba seguro que declinaría la oferta. Solo se acomoda en el sillón y me mira con fijeza. De repente posiciona su mano sobre su estómago y hace una mueca.
—¿Acaso no tienes hambre? —exclama aún con su mano sobre su estómago y dirige su mirada hacia el reloj colgado en la pared—. Es tarde y aún no almorzamos, salgamos por algo.
Dice lo último rápido y sin dejar que formule una respuesta, se levanta y envuelve su mano sobre mi muñeca para hacerme caminar hacia el auto.
No me quejo ni intento zafarme, ya que admito que mi apetito también apareció al pensar en comer cualquier cosa que no sea hecha por mi o tal vez porque no me molesta la calidez que me inunda su toque en mi muñeca. De todas formas, si me resultó extraño que no insistiera tanto con el tema de la piscina, por lo que supongo que la comida es para chatajearme.
Enciende y arranca el auto, a penas terminamos de abrochar los cinturones de seguridad. El ambiente es tranquilo y con algo de música baja de fondo. Y minutos después de estar sumida en mis pensamientos que soy consciente de que olvidé mi gorra e inconscientemente toco mi cabello.
Suelto un suspiro al comprobar que sí, la olvide. No parece una prenda tan importante para otras personas pero para mí sí, ya que sirve para ocultar mi rostro que comúnmente se encuentra demacrado y ahorrarme las preguntas de si estoy bien.
Nos detenemos en el autoservicio haciendo que salga de mis pensamientos y luego de recibir nuestras órdenes, Dan vuelve a poner en marcha el auto. Y es cuando pasa la calle que se dirige a mi casa, que entendí sus verdaderas intenciones.

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15 lágrimas.
Cerita PendekSin importar cuántas veces llores y te lamentes, el dolor no se detiene hasta que tú decidas que sea la hora de enfrentarlo.