Seis

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Dudas.

Sábado.

Suspiro haciendo levantar mi cabello mientras observo el techo, sin tener algo más interesante que hacer. Alzo mi trasero para sacar el teléfono de mi bolsillo.

Son las cuatro y media. Es la hora perfecta para salir y hacer cualquier cosa, pero yo estoy encerrada en mi habitación sin tener a donde salir.

¿Qué estará haciendo Dan? ¿Será que lo llamo?

No, ¿para qué? Seguro va a pensar que soy una fastidiosa que no tiene más amigos. Lo cual tiene un poco de verdad.

Muerdo mi labio con fuerza. Esto es lo que pasa cuando tienes solo un amigo. No lo quiero molestar, pero si somos amigos no debería de sentir molesto, ¿no?

Entonces, ¿por qué pienso que reaccionará así?

Tomo el teléfono con rapidez y lo desbloqueo. Lo llamaré, eso haré.

Busco su número y oprimo la tecla de marcar antes de comenzar a arrepentirme. Me siento en la cama mientras muerdo mi labios con impaciencia.

Suena un pitido, luego dos más. Al estar a punto de cortar, suena su voz agitada.

—¿Diga? —pregunta y luego se escucha una maldición de su parte junto con el claxon de un auto.

Aplasto mi labios en una línea recta al escuchar eso.

—Eh, hola —saludo con rapidez—, ¿qué haces? —pregunto buscando algo de qué hablar. Agarro un mechón de mi cabello para bajar el nerviosismo y al darme cuenta de acción, dejo de hacerla.

—Estoy de camino a la oficina de Héctor —responde luego de aclararse la garganta. Mi corazón se oprime al escucharlo nombrar a su padre. Hace años que no escuchaba su nombre.

Una idea llega a mi cabeza. Trago saliva antes de hablar.

—¿Es ese edificio de oficinas que queda justo al lado de un cine? —pregunto sin meditar por completo a qué quiero llegar con lo que digo.

Ni siquiera me estoy tomando un tiempo para pensar las cosas con claridad.

—Sí, ¿por qué? —responde extrañado por mi pregunta y lo comprendo, tampoco sé que estoy haciendo.

—¿Me puedes llevar contigo? —respondo haciendo otra pregunta hacia la suya.

—Tienes suerte de que estoy pasando cerca de tu casa —explica justo después de sonar un largo pitido— Dios... La gente esta como loca —suelta en un suspiro— Bueno, paso por ti en cinco minutos. No te tardes.

—Esta bien —contesto y al final,  cuelgo. Me recuesto en la cama con el teléfono pegado a mi pecho y suelto un pesado suspiro.

Poso mi mano sobre mi frente.

—¿Qué pasa conmigo? —susurro para mi misma.

...


Salgo del baño con la toalla alrededor de mi cuerpo. Busco en mi gaveta con rapidez unas bragas y un sostén.

Al colocarlos, busco cualquier prenda holgada que este limpia y me las calzo. Con la mirada intento encontrar mi celular, y lo visualizo en el escritorio, por lo que dando largas zancadas lo alcanzo.

Veo la hora, han pasado seis minutos. Bueno, aunque me haya pasado por un minutos es la primera vez que me alisto tan rápido.

Suena el pitido del auto afuera de la casa. Me miro por última vez en el espejo, tomo la primera gorra que veo y salgo de la habitación.

15 lágrimas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora