A T L A N T I S | Personas cómo yo no merecen ser amadas por personas cómo tú. Y sé que duele, pero la verdad siempre es así.
Donde SHIELD manda a una de sus agentes para vigilar al joven vengador Peter Parker, sin embargo ella termina enamorándose...
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Peter subió las escaleras del edificio rápidamente, prestando muy poca atención a lo que hacía, mientras que su mente se absorbía por la música en sus oídos.
Su tía May había tenido que volver al trabajo de último minuto, así que fue a acompañarla y regresó al apartamento. Había llamado a Ned para decirle que fueran a ver películas, a lo cual accedió, así que en unos minutos estarían juntos para decidir. También intentó contactar a Nadia, pero su celular lo mandó directo al buzón, así que supuso estaría ocupada.
En el momento en que entró al apartamento sintió un cambio en el ambiente; como si algo no estuviera bien. Lentamente analizó su alrededor, quitándose los audífonos con cuidado para tener mayor control. Acto seguido, lo sobresaltó el ruido de la puerta principal al abrirse.
—¡Peter! ¿Qué peli...?
—¡Shhh! —El castaño le hizo una seña a Ned para que no hiciera mucho ruido, tomándolo del brazo señaló la puerta de su habitación.
Sin comprender del todo, Ned asintió y guardó silencio, dándose cuenta a lo que se refería su amigo cuando escuchó un golpe proveniente del lugar indicado.
Rápidamente, Peter abrió la puerta de su habitación, preparado para encontrar algún ladrón o algo por el estilo. Él, junto con Ned, se llevaron una gran sorpresa al darse cuenta de que su supuesto ladrón era una chica pelirroja muy agitada.
—¿Nadia? — el castaño sonó desconcertado, mas su rostro completo palideció cuando vio el actual estado de la chica. —Demonios...
Ned abrió los ojos de par en par y comenzó a dar pequeños saltitos en su lugar sin saber qué hacer.
—No puedo creerlo — masculló Peter mientras se acercaba para sostener a Nadia, quien se veía ahora increíblemente débil. —¿Dónde diablos te metiste? — susurró, sonando preocupado y a modo de reproche.
La chica le sonrió débilmente. Su rostro estaba blanco, sin rastros de color, sus ojos llorosos pero con su característico brillo de simpatía; varios cabellos se soltaban de las trenzas y se le pegaban al rostro y el cuello por el sudor. Peter le pasó una mano por el rostro para medirle la temperatura.
—Estás mal, Nadia. Muy mal.
—Sí, bueno — replicó con lentitud — tuve una mala noche.
Lo dijo con sencillez, en espera de alivianar el ambiente. Sin embargo, Peter negó con la cabeza y se dirigió a Ned.
—Llama a Happy. No importa lo que tengas que hacer, pero haz que te responda y venga aquí cuanto antes. —le ordenó con ansia. El moreno asintió y salió de la habitación, perdiéndose de la vista de ambos.
