Capítulo 2: Conozcamos el terreno de nuevo, deja que esta vez guíe.

243 25 8
                                    

Disfruten la historia.

La tenue luz de la lámpara apenas dejaba ver la gran habitación en la que se encontraba, pero poco le importaba en aquel momento, las ventanas y cortinas estaban cerradas, para evitar la entrada del frío al cuarto, pero aun cuando entrará un helado viento, él no lo sentiría.
Altaïr no lo sabía, como había pasado de una cena a estar en la cama del italiano, arqueando la  espalda para encontrar el placer proporcionado, sus manos estaban atrapadas arriba de su cabeza, mientras que la mano derecha de Ezio recorría su cuerpo completo, Ezio lo beso, suaves embestidas provocaban un revuelo en su mente, jamás había estado con un hombre, jamás le había gustado uno,  y ahora ahí estaba, con Ezio sintiendo cada orgasmo, tocando el paraíso, el sabor de la boca de aquel italiano tenía un toque familiar, que por el velo de la lujuria no lograba descifrar, pero era adictiva, un elixir bastante adictivo.
Ezio que no dejaba de murmurar palabras dulces en su oído, su corazón frenético, se calmó cuando el último orgasmo lo dejó perplejo, Ezio cayó sobre Altaïr, ambos tenían la respiración errática que fueron tranquilizados besándose perezosamente y durmieron al ritmo y calor de sus cuerpos.
Altaïr despertó adolorido, miro su celular que estaba sobre la cómoda al lado de la cama, las 10 de la mañana mostraba, sus clases habían empezado a las 7, suspiro frustrado, estaba desnudo y se sentía un poco incómodo debido a  los fluidos que salía de su cuerpo, miro a su acompañante, dormido sin inmutarse, sonrió perverso, se levantó mirando la habitación, ahora contemplaba el gran cuarto, la cama estaba en medio, de cada lado, había dos cómodas, las ventanas se encontraban una a cada lado de la cama, pero  Altaïr tenía una misión, recordó que la puerta que se hallaba enfrente de la cama, era la que se dirigía al corredor, entonces la que estaba al lado de la cajonera sería el baño recordó que una de ella daba al corredor, entonces la otra debía ser el baño, entró para salir con una cubeta de agua fría,  contempló el cuerpo bien formado del italiano y su tostada piel, era una obra de arte aquel deliciosos italiano sin embargo  le arrojó el agua.
-Hijo de... Te dije que con un beso bastaba- grito levantándose, Altaïr no sintió los celos cuando la frase fue arrojada, es más, sintió en su corazón añoranza.
-Vamos, quiero bañarme...contigo- le dijo coquetamente, acercando sus labios al italiano, este asintió
-Ahh, así se habla- respondió, saco ropa limpia de los cajones, y ropa del gran armario, se bañaron sintiendo sus cuerpos, haciendo un reconocimiento.
-¿Alguna vez te ha pasado?- pregunto Ezio tallando la espalda de Altaïr.
-¿Qué?, ¿Estar así con un hombre?-se dio la vuelta para tallar la espalda del italiano, no era fornido pero tampoco era escuálido, además noto su cabello que le llegaba a la nuca, no lo había notado, supuso que se lo ataba en una cola.- nunca, eres el primero-.
-Admito que también eres el primero- confeso, Altaïr tampoco era escuálido, y de eso se enorgullecía.
Bañados y vestidos salieron del cuarto, ahora que Altaïr no tenía pizca de lujuria como la noche anterior, miraba el apartamento.
-Así...que ¿Aquí vives?- pregunto lo obvio, a lo que el italiano sonrió.
-Sí, mi tío me regaló este departamento- contestó, era un departamento cómodo, tenía una sala con una gran televisión, detrás estaba el comedor y cocina, Altaïr supuso que era un joven rico, no tenía envidia, pero un sentimiento graciosos lo hizo sonreír.
Ezio no tenía nada que ofrecer pues apenas se había mudado.
-¿Quieres ir a desayunar?- pregunto viendo al otro, un poco incómodo y con desconfianza.
-¿No tienes comida?- pregunto, y Ezio sonrió.
-Me acabo de mudar, no tengo nada, así que vamos, hay una cafetería que tiene un delicioso café- dijo,  la tranquilizadora sonrisa del italiano provocó que aceptará la invitación.
-Bien, vamos- le dijo y salieron del apartamento.
La cafetería estaba a unas cuantas cuadras del departamento, estaba despejado, pues la hora del desayuno ya había pasado, ahora se servía el almuerzo, al entrar fueron abordados por el olor de café, se sentaron cerca de la ventana, una joven de cabellos negros y ojos profundamente verdes, se acercó sonriéndole amablemente.
-¿Que le sirvo?- pregunto sacando su libreta, para anotar, su cabello estaba bien sujetado en una cola, y su uniforme estaba pulcramente limpio.
-Un café express y una dona glaseada de azúcar- comentó el sirio mirando la ventana.
-Una malteada de chocolate, y un rol de canela- el italiano le sonrió coquetamente, pero recibió un pequeño golpe debajo de la mesa, Ezio carraspeo, mientras la mesera se iba.
-Parece que a los italianos les fascina coquetear con cualquiera- odiaba que se escuchará celoso, pero con ese italiano, su cuerpo pensaba antes que su mente.
-¿Es muy pronunciado mi acento?- pregunto desviando el tema, no era mujeriego, pero sabía que no debía indagar en el tema.
-Bastante, además leí tú credencial-aquella confesión no la esperaba el italiano.
-Entonces, conozcamos mejor uno del otro- contestó Ezio, con un toque seductor en cada palabra.
-Uhmm, ¿Qué quieres conocer de mí?- pregunto Altaïr, colocó sus manos dentro de la blanca sudadera, y miro con atención a Ezio.
-Empecemos con lo típico ¿Eres de aquí?, como sabrás yo soy italiano, nacido en la maravillosa Florencia, Italia- exclamó Ezio con toques dramáticos.
-Soy de Acre, Siria- una simple respuesta, no adornaría sus palabras.- ¿A qué vienes a Estados Unidos?-.
-Estudiare la carrera de administración de empresas a pedido de mi padre, después de todo, no tengo misiones en la hermandad- comentó, la mesera se acercó depositando los pedidos en la mesa.- ¿y tú?-.
-Yo...igual estudiare Negocios internacionales, al igual que tú, no tengo misiones- contestó.
"¿Cuanta casualidad?" ambos rieron.
-¿Por qué estudiaras esa carrera?- pregunto el sirio.
-Mi padre es dueño de un banco en Italia, y mi madre maneja una cadena de restaurantes, quiere que me haga cargo del banco, junto con mi hermano- confesó comiendo de su rol.
-Entonces, eres adinerado- Altaïr no planea aprovecharse de eso, y esperaba que el italiano pensará lo mismo.
-Uhmmm no lo negaré, soy de familia noble- comentó sin una pizca de humildad, Altaïr río, aquella risa trajo una calidez al pecho de Ezio.
-No se nota, tu apellido se me hace familiar, del famoso mentor italiano Ezio Auditore-argumento recordando la historia, mordió su dona glaseada, dejando un poco de azúcar en la comisura de sus labios, el atrevido de Ezio se acercó, limpio la azúcar con su dedo y lo chupo.
-Ciertamente tengo su nombre, pero porque a mi padre le gustó, y por el apellido, fuimos una rama lejana de Ezio Auditore, aunque creo que sangre Auditore no tenemos ni una pizca- riendo ante la declaración, y los ojos asesinos del otro contestó.
-¿Y por qué piensas eso?- pregunto extrañado.
-¿Conoces el muy famoso Animus?- pregunto y Altaïr asintió, él también había pasado por aquella prueba de genes, y no tenía ningún antepasado asesino.
-Pues no tememos como ancestro a Ezio, por lo que no llevamos su sangre- riendo -¿Quién sabe que familiar engaño a los Auditore?-.
-Vaya, eres un fraude- Altaïr miraba con cariño al italiano.
-Pero, mi abuelo supo sacar provecho, y aunque ahora venga algún familiar del verdadero Auditore, nosotros estamos protegidos, sólo nosotros podemos sacar provecho de las empresas- confesó, Ezio se preguntaba por qué le decía aquella información, pero sabía que podía confiar en el hombre delante de él.
-Bueno, igual te llamas Altaïr, no eres acaso algún pariente de él- comentó.
-No, al igual que tú, mis genes no tienen de cualquier asesino del pasado- confesó-mi padre es un piloto de helicóptero, también estaba en la hermandad, al igual que mi abuelo, pero hasta ahí llega, ahora ya se jubiló, y mi madre es maestra de matemáticas- le dijo tomando su café, Ezio notaba la elegancia del otro, suspiro enamorado, y aún no pasaba 24 horas de conocerse.
-Vaya, mi padre fue el primero en entrar a la hermandad - comentó dando un sorbo a su malteada, se acomodaron en un silencio cómodo, mientras formularon la siguiente pregunta.
-¿Te quedas en mi departamento hoy?- Ezio deseaba que estuviera con él, no se quería separarse.
-No creo, debo volver a mi habitación en la hermandad- Altaïr miro la hora en su celular, si bien ya habían perdido sus clases, debía de hacer otras cosas.
-¿Te quedas en las habitaciones de la hermandad?- pregunto incrédulo, Altaïr bufo.
-No todos somos ricos- le contestó terminando el desayuno.
-Pero son pequeñas- contestó cruzando de brazos.
-Si bueno, no puedo pagar demasiado- le dijo y Ezio se acercó, su risa traviesa demostraba un plan.
-Quédate en mi departamento- sugirió pero Altaïr negó.
-No- la respuesta fue rotunda.
-Yo haré que cambies de idea- Altaïr no lo dudaba, pero debía quedar claro que él no era un oportunista.
Salieron de la cafetería, habían divido a la mitad la cuenta como en la noche anterior, que claramente Altaïr no se acordaba, sólo recordaba balbuceos, y unas intensas ganas de estar más cerca de Ezio, ahora que había pasado esa línea, se sentía tranquilo, y propietario de un delicioso italiano no obstante debía mantener la cabeza fría, una misión que le costaba demasiado esfuerzo pues tan sólo oler el aroma exótico de Ezio lo obligaba a estar más cerca a jamás separarse
"Mismas sensaciones, es adictivo" Altaïr meneo con la cabeza, y Ezio lo miro divertido, le dio un rápido beso en los labios y sonrió.
-Nos veremos pronto entonces- con eso se alejó el florentino, Altaïr sonrió ante la osadía pero no podía negar que le había gustado.
Por otro lado, Ezio se maldijo al no pedirle el número, al menos sabía que estaba en la misma universidad y estaba en la hermandad, sería fácil localizarlo.
"Siempre nos hará sentir tan bien." Ezio suspiro feliz, al final había obtenido algo grandioso y no lo perdería tan fácilmente.

Gracias por leer, espero que les guste.
Nos vemos en la siguiente actualidad.

Un sentimiento en la distancia [Ezio x Altaïr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora