Capítulo 10

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 —¿Terminaste de comer? —preguntó la señora Sandra mientras miraba su novela favorita en la sala.

—Sí, má, salgo ya —contestó David poniendo la maleta en sus hombros y revisando que llevara las llaves y un poco de dinero—. ¿Llamaste a mi hermana?

—Hablé con ella anoche, dijo que hoy me llamaba para confirmar cuándo venía —balbuceó sin quitar su mirada del televisor—. No tardes hijo, compra algo lindo, yo veré.

—Bueno —respondió el castaño cerrando lentamente la puerta al salir.

"Sylvia vendrá para el grado, eso significa que..." pensó en un suspiro mientras caminaba a casa de Nicolás. "No quiero que vengan..."

David se detuvo, alzó el rostro hacia el cielo, sintió la briza en su rostro y tomó un poco de aire como si ese aire fresco pudiera borrar los recuerdos. Al llegar acercó su dedo índice al timbre, pero antes de tocarlo el pelinegro ya había abierto la puerta.

—¿Acaso me estabas esperando pegado a la ventana? —preguntó.

—Llevas cinco minutos de retraso —respondió Nicolás mirando su reloj—. Agradece que te abro, más bien. Estaba a punto de irme solo —agregó mirándolo de reojo.

David se limitó a desviar la mirada e inflar sus cachetes tiernamente. Nicolás sonrió y puso sus manos en las mejillas del chico apretándolas con suavidad para que soltara el aire.

—Sólo bromeaba, no te tomes todo tan en serio —agregó cerrando la puerta y palmeando a David en la espalda—. No hay tiempo que perder ¡Vamos! —comenzó a correr.

No llevaban ni diez minutos corriendo cuando David se detuvo, estaba cansado, el ejercicio físico no era lo suyo. Sentía que el corazón se le iba a salir por la boca y se le dificultaba respirar.

—E-espera —balbuceó—. N-no puedo más —dijo con la respiración cortada, parecía como si fuese a colapsar en cualquier momento pues las piernas comenzaban a temblarle.

—¡Eres muy flojo! —exclamó el pelinegro—. Tienes que hacer un poco de ejercicio, no puedes estar todo el día encerrado, te vas a enfermar.

Nicolás no recibió respuesta alguna, el castaño no podía ni hablar. Ambos se sentaron en un andén mientras David se componía un poco.

—¿Ya tienes pareja para el baile, David?

—N-no, la verdad no sé si ir. Se supone que iría con Helena, pero... —masculló con la voz cansada y llena de melancolía—. No creo que vaya —añadió con un brillo húmedo en el rabillo de sus ojos—. ¿Y tú?

—Yo quiero invitar a la persona que me gusta, pero me da pena que me rechace —respondió tímidamente con una dulce sonrisa y un tenue color rojo en sus mejillas.

La chica que le gusta...

—Dile, estoy seguro de que aceptara —El castaño forzó una sonrisa, por alguna razón esas palabras azotaban como un viento frío su corazón—. Sólo recuerda que el baile es pasado mañana, si le vas a decir hazlo rápido para que tenga tiempo de por lo menos buscar algo para ponerse.

—Pero —Nicolás parecía inseguro—, me da mucho miedo que me diga que no ¿y si no le gusto?

—Si no lo intentas nunca lo sabrás —insistió David, poniendo su mano sobre el hombro de su amigo—. ¿Vamos?

—Vamos pues —Nicolás se levantó y le tendió el brazo a David para ayudarlo a ponerse de pie.

Caminaron durante al menos 20 minutos hasta llegar a la zona comercial del pueblo, aunque era un pueblo de cierto modo pequeño, allí se podía encontrar de todo. Comenzaron a recorrer el lugar deteniéndose en los locales de ropa formal y en las tiendas de anime y videojuegos.

Jarro de Corazones (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora