Capítulo 11

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—¡Llegué! —gritó en tanto abría la puerta.

Victor estaba en la cocina así que se acercó para saludarlo. Aquellos últimos días no habían pasado mucho tiempo juntos y eso le entristecía. Lo único que hacían los dos era cocinar y aunque David apreciaba cada minuto que podía pasar a su lado, se entristecía al ver que para Victor él no era una prioridad.

—Abre —Victor acercó una cuchara a la boca de David—. ¿Qué tal está? —preguntó emocionado.

El chico guardó silencio un momento e hizo una mueca.

—Creo que le falta un poco de sal —respondió con una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Te ayudo? —tomó el delantal y se lo puso rápidamente, Victor se ubicó detrás de él y lo ajustó. Su repentina cercanía le había puesto los pelos de punta, sólo rogaba no ponerse colorado y si lo hacía que por lo menos él no lo notara.

—David, quiero contarte algo —murmuró clavando sus oscuros ojos en él, David se limitó a asentir con la cabeza—. Creo... creo que estoy enamorado —añadió Victor agachando su rostro como si con eso pudiese ocultarse.

David tragó saliva con dificultad y lo miró fijamente esperando a que continuara, estaba seguro que era Sylvia pero ¿y si no?

—No sé qué hacer, tengo miedo de que me rechace —dirigió su mirada al techo—. Pero no soporto más las ganas de besarle, necesito sacar estos sentimientos a flote... sé que eres muy pequeño, pero ¿has llegado a sentir algo así?

—S-sí —susurró David con la voz quebrada, si tan sólo pudiera confesarle sus sentimientos.

—¿Y ella lo sabe? —inquirió a lo que David negó en seguida sacudiendo su cabeza de lado a lado—. ¿No piensas decirle?

—N-no, es imposible... —musitó. El dolor recorría su cuerpo como una oleada— ¿Te gusta mi hermana? —añadió aun sabiendo que la respuesta lo rompería en mil pedazos.

—Tanto se nota —sonrió como un idiota enamorado—. ¿Ella te ha dicho algo de mí?

David tomó un profundo respiro, su respuesta le había dolido más de lo que pensaba, tenía un nudo en la garganta. No era sólo porque lo amaba, era el hecho de que fuera su hermana... ella no le merecía ¿cómo no podía notarlo? En todos esos años lo único que había hecho ella era aprovecharse de sus sentimientos, ya que, según David, mientras Victor estaba haciendo su trabajo ella estaba de brincona.

David Suspiró, Victor lo miraba fijamente esperando su respuesta. El chico desvió sus ojos de los suyos y giró su cuerpo para darle la espalda.

—No, no me ha dicho nada de ti —dijo con la voz cortada—. Por si no lo has notado ni hablamos, pero... mereces a alguien mejor —añadió apretando los puños con fuerza—. Ya deberías conocerla bien, el problema es que sigues ignorando la realidad, sigues sin aceptarla.

—Sylvia es tu hermana, no hables así de ella —contestó, podía notar lo ofendido que se sentía con aquellas palabras—. ¿Cómo puedes decir eso de ella?

—Porque es la verdad, en el fondo hasta tú lo sabes —respondió con rabia—. Las personas como Sylvia no piensan en nadie más que en ellas mismas. Acaso... ¿no lo ves? —su labio inferior comenzaba a temblar y su garganta a secarse —. ¿Por qué tiene que ser ella? —las lágrimas comenzaban a recorrer sus mejillas.

—¿Qué pasa aquí? —gruñó Sylvia acercándose a Victor—. ¿De qué me perdí?

Victor no dijo nada, sólo se quitó el delantal para luego dejar el lugar. Sylvia miró a David sorprendida, soltó una risita y fue tras de Victor.

Jarro de Corazones (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora