—David, David ¡despierta! —dijo la señora Sandra sacudiéndolo para arrancarlo de sus sueños—. Despierta, hijo. Tu hermana está ansiosa por verte.
El castaño abrió sus ojos lentamente y se sentó, bostezó mientras frotaba sus ojos para quitarse el sueño y estiró los brazos para alejar la pereza.
—Lo haré mañana —susurró dejando caer su cuerpo de nuevo en la cama.
—No, no, no y no —gruñó ella arrancando bruscamente las cobijas del cuerpo de su hijo, el frío le recorrió hasta la última célula de su cuerpo—. Levántate que vamos a cenar juntos —lo tomó del brazo y lo jaló.
—¡Mamá! ¡déjame! —chilló.
Su intento de pataleta fue inútil y en menos de nada se encontraba en el primer piso de la casa, preparándose psicológicamente para ver a su hermana después de aproximadamente cuatro años. Cerró sus ojos y respiró hondo dirigiendo sus pasos al comedor, allí se encontraban ya sentados Sylvia y Victor, al verlos esbozó una sonrisa forzada y se sentó.
—¿No vas a venir a darme un abrazo, hermanito? —preguntó ella con una extraña pero dulce sonrisa en sus labios. Había algo diferente en ella, ya no parecía una bruja a sus ojos, era la Sylvia de muchos años atrás, la Sylvia que tanto había querido en el pasado.
David se levantó dudoso y se acercó a ella, luego la rodeó con sus brazos en un corto abrazo y volvió a su asiento.
—Me alegra que estén esperando un bebé —le dijo a la pareja tratando de ocultar la tristeza que le invadía.
—David —la chica cogió una de las manos de su hermano y la puso en medio de las suyas—. Sé que fui mala contigo en el pasado, pero —tomó un profundo respiro— era sólo una inmadura y quiero disculparme por todo lo que te hice pasar.
David estaba estupefacto ¿Sylvia disculpándose? ¿Qué clase de truco es ese? pensó. Su madre los miró confundida, ella nunca se había enterado de la difícil relación que llevaba el par de hermanos y mucho menos de cómo habían terminado las cosas entre esos tres.
—Bien ¿de qué me perdí? —preguntó la madre con los ojos llenos de preocupación.
Se hizo el silencio, estaban los cuatro en medio de una cena incomoda, incapaces de articular palabras y concentrados cada uno en sus respectivos platos. La única que trataba de establecer contacto visual era la señora Sandra que esperaba algún tipo de explicación.
—No podemos vivir en el pasado —dijo Sylvia acariciando su barriga—. Esas cosas no importan ahora, no te preocupes má, ya hablaremos él y yo de eso.
David se levantó y sin dar un solo bocado a su comida dejó la mesa.
—¡David! —exclamó Victor haciendo que el chico se detuviera por un momento.
El muchacho posó su mirada sobre él y soltó una sonrisa pesarosa, luego miró a su hermana antes de agachar la cabeza.
—Lo siento, pero —mantenía su mirada fija en el piso y las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos—. Yo no puedo perdonarte —añadió haciendo su mayor esfuerzo para mostrarse frío a pesar de que en su interior su corazón lloraba—. No ahora. No a ti —dirigió su mirada a Victor—. Ni a él —dijo finalmente para luego dejar el salón.
La señora Sandra estaba inmóvil, gélida como el hielo ¿Qué había pasado con sus hijos en su ausencia? Ahora comenzaba a entender la razón por la cual su hijo nunca la había acompañado a visitar a Sylvia, a pesar de que según lo que ella recordaba ese par de hermanos era inseparable. ¿Podría ser que David no la perdonaba por haberse ido de un momento a otro? Y además llevándose consigo a uno de sus amigos más cercanos... todo comenzaba a tener sentido para ella, aunque sus conclusiones no fueran del todo acertadas.
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Jarro de Corazones (Gay)
Teen FictionDavid es un chico tímido y solitario quien pasa su tiempo libre jugando videojuegos o viendo anime. Después de que su mejor amiga Helena le confesara su amor él se ve obligado a hablar de su más grande secreto, su homosexualidad.