|°Capítulo 6°|

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A Jimin no le quedó otra alternativa que despertar a Jungkook, el cual se había quedado dormido fácilmente durante el viaje. Así que, luego de haber apagado el motor del auto, le dio suaves golpecitos en el hombro esperando a que con eso lograra sacarlo del sueño en el que estaba sumergido. Aunque, por otro lado, no quería que se despertara, ya que parecía un dulce angelito que descansaba envuelto en los brazos de la tranquilidad. Pero no tuvo elección, le asustaba la idea de que volviera a darle otro ataque de asma si lo sacaba del auto cargándolo.

El castaño abrió los ojos despacio, dejándolos entrecerrados a causa de que le costaba abrirlos en su totalidad, tenía demasiado sueño y los párpados hinchados, sin mencionar que le ardían. Tenía ganas de volver a cerrarlos y seguir durmiendo, pero intentó mantenerse despierto al ver a Jimin a su lado.

El ojiazul se desabrochó el cinturón de seguridad y se dispuso a buscar algo en los asientos traseros. No le gustaba la idea de que Jungkook tomara frío otra vez por lo tanto agarró el bolso del susodicho deseando que Yoongi hubiese empacado aunque sea un par de zapatillas. Suspiró aliviado cuando encontró unas converse blancas y se las tendió al castaño pasándole también un par de medias. Lo ayudo a colocárselas y, cuando estuvieron listos, descendieron del auto, el cual se encontraba aparcado en el estacionamiento cerrado del edificio en el que residía el pelinegro.

Habiendo transcurrido diez minutos
ambos ya se hallaban entrando en el respectivo departamento. Jimin dejó pasar al menor primero y una vez que terminó de entrar él, cerró la puerta. Jungkook se adentró en la sala de aquel amplio y espacioso apartamento, llevando su mirada hacia todos lados pues, la curiosidad lo invadía y sentía la necesidad de observar cada pequeño detalle del sitio en el que vivía el pelinegro.

Las paredes eran blancas y estaban casi vacías de no ser por unas fotografías que colgaban de ellas en marcos de madera. La sala de estar contenía un sillón grande de un color negro azabache, delante de éste había una pequeña mesita ratonera, la cual contenía varios papeles acumulados, periódicos, dos latas de cerveza vacías y hasta inclusive una taza de café a medio tomar; tal vez el desayuno de Jimin de esta mañana. Enfrente del sillón había una gran tele de un buen número de pulgadas que se apoyaba en un mueble negro. Jungkook pensó que allí sería un lugar muy cómodo para ver sus dibujitos, ya se estaba imaginando a él sentado en ese confortable sofá con un tazón de palomitas mirando Dumbo, una de sus películas favoritas.

Después era como si Jimin se hubiese mudado hacía poco ya que el resto de la sala solo estaba siendo ocupada por varias cajas grandes de cartón. No poseía ningún otro mueble más y eso provocaba que el lugar se viera aún más enorme de lo que era.

—Lo siento por el desorden —se disculpó el ojiazul al notar las condiciones en las que se hallaba su departamento para luego dejar las cosas de Jungkook a un costado sobre el piso—. Me la paso durmiendo y trabajando, la limpieza hogareña no es mi fuerte y mira, ni siquiera he logrado desempacar todo y eso que llevo varios meses viviendo aquí, pero bueno. Ponte cómodo, ahora vuelvo.

Jimin sin esperar respuesta se dirigió a pasos rápidos a la cocina, que estaba junto a la sala, mientras el castaño seguía mirando todo a su alrededor, aunque no hubiese mucho que ver más que desordenadas cajas y cosas que deberían desecharse. Pero al chico de orbes verdes no le importaba mucho el desorden.

El pelinegro volvió a los pocos minutos con una bolsa de residuos en una de sus manos. Se acercó a la mesita ratonera y comenzó a tirar lo que no le servía, lo cual era todo porque nada le servía, menos la taza de porcelana, por supuesto; eso todavía podía utilizarse.

—¿Tomas? —preguntó el castaño observando las latas de bebida alcohólica que el ojiazul acababa de tirar en la bolsa.

—No, no me llamo Thomas, soy Jimin —respondió él, distraído, sin haber entendido la pregunta que le había formulado el menor.

—No —Jungkook soltó una risita ante su respuesta—. Quise decir si tomas, ugh, cerveza.

—Oh, lo siento —el pelinegro también se rio al advertir su equivocación—. Y... solo a veces.

—No deberías, sabe feo —hizo una mueca de disgusto— y aparte mi mami dice que hace mal.

Jimin se puso tenso al oír lo último. Su mami. No, todavía no estaba preparado para contarle todo, se negaba por completo a decirle lo que había sucedido. Solo esperaba a que el pequeño no preguntara nada acerca de sus padres, no por ahora.

—Lo sé, pequeño, pero... ¿Tienes sueño? —cambió de tema a propósito.

El ojiverde asintió frotándose un ojo.

Pronto el mayor terminó de limpiar en la sala y, después de dejar la bolsa de residuos en la cocina, estuvo a punto de guiar a Jungkook a su habitación, pero algo lo detuvo de repente; recordó que su cuarto era un asco. Por esa razón le pidió al pequeño castaño que esperase un instante en la sala para luego dirigirse a su habitación y acomodar todo lo más rápido posible.

Empezó por la ropa tirada en el suelo, no tenía idea de cual de las prendas estaban sucias y cuales todavía podían usarse una vez más, pero no importó, metió todo dentro de su armario. Después lavaría todo. Continuó con la cama, quitó las sábanas que aseguraba que estaban sucias, y las cambió por unas limpias. Siguió con todos los envoltorios de comida que se encontraban esparcidos en el suelo alrededor de la cama, los juntó y los arrojó a un pequeño cesto de basura que tenía por allí. No se había dado cuenta de lo mugriento que era hasta aquel momento. Por último se deshizo de las colillas de cigarrillo que yacían en un cenicero que estaba sobre su mesita de noche.

Sí, Jimin fumaba, sin embargo no era adicto a la nicotina; tan solo se limitaba a encender un cigarrillo cada tanto, cuando la situación lo demandaba.

Cuando al fin la habitación estuvo en un estado decente, Jimin salió a buscar al castaño.

El pequeño lo esperaba obediente en la sala, tenía en sus manos su osito de felpa junto con su mantita. El sueño lo estaba dominando por completo, ya ni siquiera podía mantener los ojos totalmente abierto, se le cerraban sin permiso. Jimin lo llevo hasta su cuarto y, una vez en el, Jungkook se quitó el calzado para después acostarse en la comodidad de la cama del mayor. Se acurrucó, cubriéndose con las sábanas y el edredón, colocando a su lado a su osito con la manta.

Jimin estaba por marcharse al ver que el pequeño cerró los ojos, pero entonces un trueno resonó con fuerza desde afuera haciendo espantar al ojiverde. La lluvia todavía no cesaba, se podía ver a través de la ventana la manera en como las gotas impactaban contra el vidrio sin piedad.

—¿Podrías quedarte conmigo? —preguntó Jungkook en un murmuro a penas audible.

El pelinegro asintió mientras se acercó a la cama y tomo asiento a un lado del pequeño. Él estaba planeando quedarse hasta que se durmiera y luego irse a la sala para dormir en el sofá. Pronto resolvería el tema de las camas; debía comprar otra, de eso no le quedaba duda.

—Las tormentas me dan miedo —admitió el ojiverde.

—Pero estás a salvo aquí, yo no dejaré que nada malo te suceda, ¿lo recuerdas?

La mirada azulada de Jimin conseguía tranquilizar a Jungkook, le generaba calma y paz. Si bien, lo había conocido hacía tan solo horas, tenía demasiada confianza como si lo conociera de toda la vida y no vacilaba ante su palabra. Con Jimin a su lado se sentía seguro; sabía que los de ojos azules protegían bien a los suyos y jamás traicionarían. Quizá no confiaba en Jimin... confiaba en sus ojos.

Peligro de Extinción (Jikook) [Adap.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora