23- No merezco ayuda

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El dolor fue instantáneo, le recorrió de arriba abajo como un relámpago y nubló su mente por completo. Jamás había sentido algo parecido, un dolor tan agudo y potente.

Tan fácil como el cuchillo atravesó su piel salió también de ella. Fue entonces cuando sintió la sangre correr empapando su ropa. Pensaba que sentiría cierto alivio al salir el cuchillo, eliminando de golpe el grotesco ente extraño que invadía su cuerpo, sin embargo fue mucho peor. El dolor se vio acentuado y las piernas de Delilah no resistieron, temblando como si no supiera usarlas y obligándole a arrodillarse en el suelo. Casi instantáneamente cayó después hacia adelante parando milagrosamente la caída con sus brazos que también temblaban.

Ese pequeño momento de debilidad le salvó la vida ya que Galip se disponía a asestarle otra puñalada, quizás la que podría haber sido mortal. La nueva e inesperada posición de Delilah le hizo fallar, consiguiendo solo rozarle un brazo con su cuchillo.

"¡Levántate! ¡Tienes que huir!" le gritó desesperada su mente a Delilah. Intentó comandar a sus extremidades para que reaccionaran pero la única señal que su cuerpo recibía era la del dolor. La sangre seguía manando y con ello sus fuerzas menguaban.

-Sabes cuando esos inútiles montaron esta pequeña lucha pensé que tú estabas con ellos, qué les habías dado la idea. Pero eres más cobarde que ellos, un maldito carroñero- dijo Galip escupiéndole en la espalda. Le rodeó hasta ponerse frente a Delilah que aun luchaba por levantarse. Se acuclilló confiado y le sujetó la barbilla para que le mirara a los ojos-. Quiero ver como se te apagan los ojos cuando mueras. Voy a disfrutar mucho de esto.

Colocó su cuchillo en la garganta de Delilah sin hundirlo aún, saboreando el momento. Su sonrisa era demencial y a Delilah le aterrorizaba que lo último que viera fuera la mueca de aquel demonio.

Pero el dolor no llegó, al menos para Delilah. Algo golpeó a Galip por la espalda obligándole a levantarse y a volverse.

-¿Tanto deseas morir?- gritó Galip a quién le había atacado.

La mente de Delilah trabajaba a oleadas, el dolor le hacía ser incapaz de pensar y al poco el dolor agudizaba todos sus sentidos y le hacía más consciente de todo de lo que lo había estado nunca. En uno de esos instantes de lucidez pudo ver que quién había atacado a Galip era Basil. Estaba de pie al principio del claro, mirando con ojos decididos pero levantando su tirachinas con manos temblorosas.

El profesional comenzó a avanzar rápido hacia el niño que seguía lanzándole inútilmente piedras con su tirachinas.

-¡Huye!- le gritó Delilah cuando consiguió tener control sobre su boca. Su voz le sonó rara incluso a ella; tenía fuerza pero denotaba lo mal que estaba, la herida debía ser más grave de lo que pensaba.

Basil le escuchó pero no se movió. Parecía paralizado por el miedo o decidido ilusamente a derrotar a su adversario con su pequeña arma. Galip seguía acercándose, haciendo girar los cuchillos en sus manos para alardear de su habilidad y riendo como un maniaco.

Allí de pie, con su corona de cabello dorado y sus grandes ojos inocentes, pequeño e inofensivo, Basil parecía un querubín. Y quizás fuera un ángel, su ángel de la guarda pensó Dlilah, porque esa era la segunda vez que le salvaba la vida. "Esta vez voy a pagarte la deuda" pensó sacando fuerzas de su nueva determinación.

El esfuerzo que hizo fue titánico pero consiguió finalmente ponerse de rodillas. Movió su brazo izquierdo hacia atrás, sabía que intentar hacerlo con el derecho mandaría una nueva oleada de dolor por su cuerpo. Sus dedos rozaron tímidos la herida y enseguida quedaron empapados de sangre. Poco podía hacer al respecto, sin embargo mucho podía hacer aún por Basil. Siguió haciendo acopio de fuerzas y consiguió sacar una pierna de debajo de su cuerpo y plantar su pie en el suelo. Hacer lo mismo con la otra pierna le llevó varios intentos ya que también conllevó que se levantara. Se sentía inestable sobre sus pies, sin quererlo se balanceaba de un lado y al otro; tenía que actuar rápido porque su cuerpo no aguantaría.

Ver a Basil tan desvalido le dio nuevas fuerzas, tenía que protegerlo y ese monstruo de Galip ya estaba junto a él. Impulsada por la rabia, el miedo y el dolor Delilah echó a correr y con el peso de todo su cuerpo placó a Galip. No pudo evitar caer al suelo con él y hacerlo de costado golpeándose cerca de su herida. Lanzó un grito ahogado de dolor y sintió que toda la energía abandonaba su cuerpo.

Se daba por perdida cuando Valdis, que debía haber estado con Basil instantes antes, también apareció en el claro.

-Venga ayúdame- le suplicó Basil a Valdis que miraba la situación anonadada. El niño estaba intentando levantar a Delilah pero no tenía la capacidad suficiente para hacerlo; Delilah por su parte no colaboraba porque apenas podía.

Sin hacer preguntas Valdis se pasó uno de los brazos de Delilah por el cuello y Basil hizo lo mismo. Entre los dos comenzaron a arrastrarle con dificultad hacia el corazón del bosque mientras Galip seguía en el suelo atontado por la caída.

-¡Dejadme! Aprovechar y matar al profesional o aprovechar y huir de aquí, pero dejadme- dijo Delilah como pudo a pesar de su respiración entrecortada.

Basil y Valdis ignoraron su orden fingiendo que no le habían escuchado y mirando hacia atrás de vez en cuando para comprobar que estaban solos, siguieron avanzando.

Delilah perdía la conciencia a ratos, cada vez de manera más frecuente. Los otros dos tributos seguían arrastrándole diligentemente aunque comenzaban a cansarse como se podía inferir por sus resuellos y por como aminoraban el paso.

Llegó un momento en el que no pudieron continuar y depositaron con cuidado a Delilah en el suelo.

-¡Aquí, aquí!- le pareció a Delilah que gritaba Basil.

-Dejadme...dejadme... -repitió Delilah en un susurro. Comenzaba a entrar en shock debido a la pérdida de sangre. Su piel estaba fría y pegajosa, estaba extremadamente pálida y se encontraba confusa; ya no sabía bien donde estaba o por qué.

Ante ella aparecieron dos nuevos formas que danzaban y cambiaban como si fuera humo. Delilah hizo un esfuerzo y pudo ver que una de ellas era Eber y, después, tras entornar mucho los ojos, vio que la otra forma tomaba el rostro de Darcia, la chica del distrito 9 a la que había visto detrás de ella en el desfile.

-No... no está bien... tú... no eres del grupo- dijo Delilah levantando su mano débilmente para señalar a Darcia.

Creyó ver que Eber se volvía hacia Basil y Valdis y que los tres discutían mientras Darcia le cogía de la mano con la que había pretendido acusarle.

Todas las formas volvieron a su lado justo en el que momento en el que la consciencia de Delilah escapaba de su poder. Iba a morir allí, de eso estaba segura, así que decidió que partiría redimida de sus acciones.

-Es... mi... culpa... yo... tendí... trampa...

-Cállate. Si haces esfuerzos innecesarios perderás sangre más rápido- dijo quién debía ser Eber que le taponaba la herida obligadamente y con la ayuda de Valdis.

Delilah le agarró el brazo débilmente, aunque podría haber sido el brazo de Valdis, en aquel momento no podía diferenciar nada.

-Agatha... no murió... por Kady... yo os... engañé... yo... mandé... profesionales... tras... vosotros...

Esa última frase se cobró las últimas fuerzas de Delilah sumiéndole poco a poco en la oscuridad. En sus momentos finales fue consciente de que le debían de haber entendido porque dejaron de taponarle la herida. Estaban quietos, mirándole desde arriba y se preguntó si ellos también intentarían ahogarle en un mar de telas para cobrarse su venganza. En el fondo sabía que lo tendría bien merecido.

La tributo con piel de loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora