20- Engáñales a todos

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Se quedó mirando a la niña sin moverse. Sabía que tenía que acabar con la tributo, una menos era una oportunidad más para Delilah. Pero no podía. No era como el incidente con Indra; él le atacó, ella se defendió y acabó como lo hizo. Esta niña, no un tributo, una niña, estaba totalmente indefensa y parecía asustada. No sentía pena por ella, sin embargo no se veía capaz de matarle a sangre fría; quizás no había perdido toda su humanidad.

Resignada Delilah se acuclilló a su lado y pudo verle más de cerca. Su cara esta desfigurada por el dolor pero estaba casi segura de que se trataba de Agatha, compañera de distrito de Basil y de apenas 12 años como él. Tenía los labios secos y pálidos, la mirada perdida, sudaba y temblaba, o mejor dicho, convulsionaba.

Agatha alargó su mano y el primer instinto de Delilah fue apartar la suya. No creía que la niña pudiera atacarle pero aún no sabía porque estaba tan enferma.

Miró a su alrededor y encontró la causa del problema. No pudo más que cerrar los ojos y suspirar de pronto agotada. Junto a Agatha había frutos de los tejos, un fruto cuyo arilo es comestible pero que contiene una semilla tóxica. No era difícil de creer que Agatha se los había comido enteros sin saber qué se estaría envenenando al hacerlo. "Si hubiera aprendido las plantas en el entrenamiento o hubiera esperado a preguntar a alguien que supiera antes de comérselos esto no estaría pasando" pensó Delilah furiosa. Justo en el momento en el que ese pensamiento cruzó su mente fue consciente de que no estaba enfadad con Agatha; estaba enfadada con los organizadores, con Panem, por mandar a una niña tan poco preparada a una muerte segura.

Agatha volvió a tenderle su mano y esta vez sí que se la cogió. No era bueno que los patrocinadores vieran una escena que le hacía parecer tan sentimental y débil. Tampoco era bueno tener un gesto como ese hacia una niña moribunda cuando sabía que su propia sanidad mental pendía de un hilo. Sin embargo menos bueno aún era negarle a alguien que se moría el deseo de sentirse acompañada en sus últimos momentos.

Delilah no quiso mirar a Agatha; no creía que ella pudiera verle de todos modos, parecía estar delirando, quizás incluso pensaba que era otra la persona que le acompañaba.

Pasaron unos minutos y los temblores de la niña se volvieron más fuertes. Su mano estaba cálida y sudorosa, estaba desahuciada desde hacía tiempo y aunque Delilah hubiera podido hacer algo por salvarla no sabía si lo habría hecho. Aquellos que no sanan del todo pasan un infierno en la arena, además una niña tan pequeña jamás iba a ganar los Juegos, así se estaba evitando sufrir. "Cada vez sueno más como los comentaristas de los Juegos, intentando autoconvencerme de que no soy un monstruo, de que esto es lo mejor" recapacitó Delilah dándose asco a sí misma.

Los temblores siguieron aumentando. Delilah cerró los ojos con fuerza y se concentró en respirar. Lo había hecho tan bien hasta ahora, necesitaba la barrera de hielo que era parte de su ser un poco más, no podía derrumbarse, aun no.

El movimiento cesó, la mano de Agatha aflojó a la de Delilah y un cañonazo lo llenó todo.

Delilah se levantó sin perder tiempo, alguien iría a comprobar quién había muerto. Miró una última vez a Agatha y vio algo en lo que no se había fijado dada la situación; llevaba un pañuelo azul anudado al brazo.

"Parecer ser el identificador del grupo de Eber" pensó mientras desataba el pañuelo y miraba de cerca el símbolo que llevaba pintado, "se me ocurre algo que podría hacer con él... algo para que los dos grupos se dejen de tonterías y luchen entre ellos". La idea le disgustó en un principio pero luego pensó en como Eber había dejado que Agatha anduviera por el bosque sola, una niña pequeña que no sabía nada; no, no le debía nada a Eber, si no sabía cuidar de su grupo les tendría que llevar a la guerra.

Recordó lo que le había contado Dante; Eber no había sido voluntario, Kady sí, Eber creó su propio grupo, Kady se unió al de los profesionales. No sabía cuál podría ser la relación que había entre ellos sin embargo sí que sabía que existe una especie de lazo con tu compañero de distrito. Kady era todo contra lo que Eber luchaba a pesar de venir del mismo sitio y Eber era una desgracia para su distrito, un deshonor con el que Kady tenía que cargar. Sí, seguro que ahora se odiaban y eso ayudaría a Delilah, pero tenía que actuar rápido.

Agatha había muerto por envenenamiento pero en esos momentos, sin haber visto como fallecía era difícil de discernir. Delilah dio patadas a las semillas para apartarlas de la escena y se agachó nuevamente junto al ahora cadáver. Necesitaba simular la herida de un tridente en Agatha; era el arma preferida del distrito 4 y Kady portaba uno, sin duda Eber pensaría que era ella la que había matado a Agatha. Esperaba que la ira y la sed de venganza del chico fuera suficiente como para arrastrar a su equipo a una misión suicida, sino todo lo que iba a hacer sería en vano.

Cogió una piedra lo suficientemente afilada y comenzó el sucio trabajo que tenía entre manos. La barrera seguía en pie pero aun así la imagen fue tan horrorosa que Delilah entró en un estado catatónico. Cuando consiguió volver en sí estaba hecho. La niña tenía ahora tres heridas en el vientre profundas, paralelas y separadas por la misma distancia. Las manos de Delilah estaban manchadas de sangre.

Con horror y convenciéndose a sí misma de que estaba bien y no sentía nada, Delilah se limpió las manos en la hierba y partió. La primera parte de la trampa estaba lista.

Volvió a subir al árbol y atravesó varios de ellos hasta llegar al límite del bosque.

Los profesionales serían más fáciles de convencer de que necesitaban atacar al otro grupo. Su sed de sangre y su fanatismo hacia los Juegos les hacían saltar espontáneamente ante cualquier provocación. Que no hubieran llevado a cabo una matanza en el bosque aún escapaba a su entendimiento.

Bajó del árbol y enganchó el pañuelo que le había quitado a Agatha en una rama baja rasgándolo en el proceso. Se estaba llevando por su instinto, podía ser que los profesionales no supieran nada del pañuelo identificador pero algo le decía que estaban al tanto.

Subió otra vez al árbol; comenzaba a cansarse de tanto trepar pero sabía que estaría más segura allí si de verdad conseguía desatar el infierno con su trampa. Antes de subir cogió varias piedras que cargó con dificultad hasta arriba.

Se asomó por la copa del árbol, allí donde el bosque comenzaba y esperó. Necesitaba a un profesional cerca, preferiblemente Galip que era el que mandaba y estaba preocupado en reafirmar su liderazgo.

Como si algún ser poderoso le hubiera oído Galip comenzó a acercarse al bosque; al parecer tenía la intención de orinar. Dejó que lo hiciera y esperó a que volviera a la Cornucopia. Si le tiraba la piedra mientras estaba de frente podría ver que venía del árbol, pero si se la tiraba cuando estuviera de espaldas bien podría creer que venía del suelo. Esperó y por fin ocurrió, Galip se dio la vuelta y Delilah le tiró una piedra acertándole en toda la cabeza.

El grito, más de sorpresa que de dolor, que emitió Galip alertó al resto de profesionales que corrieron a su lado.

-Alguien me ha lanzado una piedra desde el maldito bosque- dijo sujetándose la cabeza y con el rostro contorsionado por la ira.

Carel y Kady se adentraron, armas en ristre, en el bosque. Al poco volvieron con el pañuelo azul en la mano.

-Quién fuera ha perdido esto en la huida, apuesto a que ha sido ese traidor y la guardería que tiene montada- dijo Kady escupiendo al suelo con disgusto.

-Te han atacado "jefe", ¿Qué vas a hacer al respecto?- preguntó Carel con retintín.

-¡Voy a matarles a todos!- rugió Galip destrozando el pañuelo con sus manos.

El resto de profesionales vitorearon. Estaba hecho, habían caído en la trampa, comenzaba la guerra entre grupos.

La tributo con piel de loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora