No hay motivo para dar explicaciones

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Nuevamente me encontraba corriendo hacia mi casa debajo de la lluvia, debía llegar cuanto antes a recoger el traje de mi jefe para llevárselo al restaurante.

Honestamente no había interrumpido nada importante, pero tenía planes hechos con antelación que se habían interpuesto entre mi lugar de destino y su ubicación.

Tomé el traje que había dejado hace un mes atrás en mi casa después de regresar del hospital por el esguince de mi madre y paré el primer taxi que encontré.

¿Por qué debía de ir a restaurantes tan lujosos que siempre estaban lejos de mi departamento? Eso se lo diría en cuanto llegara a ese sitio.

Mi teléfono sonó dentro de mi pequeño bolso y tuve que contestar, porque el ringtone era uno de esos chillones y molestos que elegí para saber cuándo era que mi jefe me llamaba. La luz encendida mostraba su número en la pantalla

ㅡSeñor Breeger ya voy para allá, iré directo al baño de caballeros. Espero que pueda esperar en la entrada porque no me van a dejar ingresar hasta ahíㅡ ordené y él sólo respondió que sí.

El conductor aceleró y comenzó a tomar vías alternas que, según él, nos llevarían lo más pronto posible al restaurante donde estaba mi jefe.

¿Por qué no le pedía estas cosas a Samantha?, ya iban tres veces que debía salir corriendo a su encuentro por cosas tan estúpidas como esas.

Tan sólo la semana pasada fui a una boutique para comprar un pantalón de su talla sólo porque un niño le había salpicado de un charco con lodo y su pantalón estaba sucio. Así de ilógicas eran las razones por las que me mandaba a traer.

Bajé del taxi después de pagar y corrí al interior del restaurante. Me costó mucho ubicarme ahí dentro y también hallar los baños, fue toda una proeza correr en un suelo pulido utilizando tacones, pero lo logré, llegué hasta donde estaba mi jefe.

Su camisa estaba húmeda, su saco color arena tenía manchas azuladas esparcidas en diferentes puntos, y sus pantalones goteaban de la valenciana. Su imagen se asemejaba mucho a lo que había imaginado cuando me llamó para pedirme ese favor.

ㅡDate prisa y vete, no quiero que me vean aquí contigoㅡme corrió mientras él iba al interior del baño.

No tenía que ordenarlo, pues mientras él ingresaba yo ya estaba corriendo de regreso a la carretera, sin embargo una chica pequeña y delgada me detuvo al chocar contra mi.

ㅡDisculpa que tenga que preguntar esto pero ¿has visto a un hombre que llevaba un traje manchado de vino?ㅡ interrogó mientras estiraba su mano para ayudarme a ponerme de pie.

ㅡ Sí, él está en los aseos de varones. Estaba con una mujer que le entregó un traje.

ㅡElla debe ser Lyla, me dijo que le pediría venir aquíㅡ sonrió ampliamente y continuó andando hacia donde fuera que se dirigía en un principio.

Me debatía entre ir a reunirme con Amalia o quedarme a ver quién era Lyla, ella tenía que llegar en cualquier momento. Vi mi reloj de pulsera y tuve que forzar mi decisión, iría con Amalia, teníamos tanto tiempo sin vernos que ya la extrañaba.

El taxi me llevó muy rápido hacia la casa de mi amiga, ahí la vería para dirigirnos después al restaurante donde pensábamos cenar y charlar para actualizar nuestras historias.

Toqué desesperada el timbre de su puerta hasta que ella abrió un poco molesta.

ㅡHace media hora debimos habernos idoㅡ reclamó.

ㅡBuenas noches, yo también te extrañé muchoㅡ abrí los brazos y la tomé entre ellos a pesar de su mala cara.

Lia dejó de hacer su berrinche tan inmaduro y me guió hasta el comedor, donde ya había preparado algún corte de carne y guarnición para nuestra velada. Al parecer había modificado el plan de una cena formal a una pijamada entre amigas.

¡Renuncio! a mi trabajo y a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora