Epílogo

13.1K 633 38
                                    

El pánico reinaba en el vestidor y mi hermana solamente disfrutaba del espectáculo.

Se suponía que Matthew iba a llegar diez minutos antes de que todo comenzara, pero entonces tuvo un asunto muy importante que debía atender en la empresa.

Por tercera vez mi madre marcó el número de Matt y él por fin respondió la llamada, pero a juzgar por el audio, estaba también en modo altavoz.

ㅡMatthew, tienes treinta minutos para volver aquí ㅡdijo mi madre en tono conciliador.

ㅡEspere un poco, ¿puede poner a Sara en el teléfono por favor? ㅡsolicitó ignorando a mi madre. Un grave error.

ㅡTe escucho Matthew, ¿qué necesitas?

ㅡVoy a enviarte unas tablas con datos y necesito que hagas unas gráficas. Si no me ayudas probablemente no pueda llegar a tiempo ㅡdijo sonando un tanto desesperado.

ㅡOye, no tengo aquí una computadora, ¿cómo quieres que te ayude?

ㅡPor ahí debe haber un sitio que te rente una. Date prisa porque esto me está tomando mucho tiempo.

Él terminó la llamada y yo me dejé caer en el sillón que se encontraba detrás de mi.

Me había levantado a las cuatro de la mañana para estar lista, había tomado un calmante para apaciguar mis nervios, todo eso para terminar corriendo como desesperada.

¿Dónde iba a encontrar una computadora a éstas alturas de la mañana?

Todos me observaban corriendo por las calles, no los culpaba, yo también me hubiera impactado al ver a alguien corriendo como desesperada y vestida de la forma en que yo lo hacía.

Si el maquillaje no se borraba con mi sudor, entonces le haría un altar a la marca que estaba utilizando, porque mi cabello ya estaba alborotado y el peinado que habían tardado tanto tiempo en elaborar, estaba arruinado.

ㅡSeñorita, ¿qué le sucede? ㅡpreguntó una señora que se detuvo en cuanto vio que yo estaba jadeando para poder respirar.

ㅡNecesito una computadora, señora, ¿sabe dónde puedo encontrar una?

ㅡVamos a mi casa, te puedo prestar la de mi hijo.

Seguí a la mujer mientras le contaba mi pesar. El hecho de ir vestida como novia, pero haber barrido las calles con el vestido, era algo digno de ser contado.

Aquella amable mujer me había salvado, gracias a ella pude realizar el encargo de Matt, el problema era que no había forma de volver al recinto donde iba a contraer nupcias porque el tráfico estaba en su cúspide.

Aquella mujer me prestó un par de tenis para poder correr hacia el altar donde ya todos se estarían preguntando por la feliz pareja que iba a casarse. No tenía mucho tiempo que perder, necesitaba correr con todas mis fuerzas si quería estar ahí antes de que se hiciera más tarde.

Cuando llegué, todos observaron cómo continuaba corriendo hasta llegar al cambiador donde estaba mi mamá y mi hermana.

Ellas dos se apresuraron y me ayudaron a cepillar mi cabello y a retirarme el maquillaje. Iría como la peor novia del mundo, pero por lo menos tendría la oportunidad de casarme.

La música sonó en el exterior del pequeño cuarto y yo me preparé para salir de ahí, seguramente Matt ya estaba esperando afuera. Mi padre me ofreció su brazo y yo hice el clásico recorrido hasta el altar.

Mi cabello estaba lacio y completamente suelto, no llevaba puesto maquillaje y , para rematar el atuendo, no me había vuelto a calzar las zapatillas y estaba utilizando el calzado deportivo que aquella mujer me había prestado.

Edward soltó una carcajada y todos los invitados lo imitaron. Matthew estaba esperando ahí parado sin su saco, con la corbata torcida y con los zapatos rayados.

Sin duda alguna eramos la pareja más extraña que alguien podía ver, pero eso no me quitaba el buen humor y los nervios que arrastraba hasta que por fin pude decir "acepto".

El beso fue lo mejor de todo, la proximidad tan íntima de Matthew fue lo que por fin pudo consolar mi día. Todo aquel desastre había valido la pena solamente para poder estar al fin casada con el amor de mi vida.

ㅡ¿Y qué debemos hacer ahora?ㅡ preguntó Matthew mientras caminábamos hacia el exterior de la pequeña capilla.

ㅡLo que todas las parejas hacen después de casarse Matthew, aunque supongo que tú debes volver al trabajo ㅡreproché mientras él ponía el auto en marcha.

ㅡ¿Trabajo?, ese ya está hecho, tú misma me ayudaste para poder aprovechar el tiempo. Yo no quiero decepcionar a mi esposa ni romper las tradiciones de la noche de bodas.

ㅡPero aún no es de noche. Todavía faltan unas horas para que sea de noche.

ㅡSarahí, en éste momento necesito a mi dulce esposa, no a la mandona de mi secretaria.

Él estacionó el auto y yo aproveché para besarlo ahora que había quitado las manos del volante.

ㅡ¿Así estuvo bien? ㅡpregunté cuando él me ayudó a salir del auto.

ㅡEstoy seguro de que puedes hacerlo mejor.

Sonrió y me cargó para llevarme al interior de su casa. No había necesidad de esperar a que llegara la noche, no cuando podíamos disponer del resto de la tarde para el calentamiento.

ㅡOye, ¿recordaste apagar la computadora de tu oficina antes de salir? ㅡpregunté mientras él subía la escalera conmigo en sus brazos.

ㅡ¡Sarahí!, ¡renuncio! ㅡgritó con impotencia y yo reí.

¡Renuncio! a mi trabajo y a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora