Lo que no se puede decir

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Condujo lentamente en dirección al centro comercial, parecía que el día de hoy tenía unas inmensas ganas de seguir todas las reglas de tránsito e ir por el camino más largo, porque si ese no era el motivo no encontraba más motivos para que estuviéramos en la carretera más de cuarenta minutos.

ㅡ¿Quien es Lyla?ㅡinterrogué una vez que llegué a mi nivel máximo de aburrimiento.

ㅡElla es una chica agradable, terca, inteligente y muy linda. No la conocesㅡ respondió con serenidad.

Mi mente viajaba a mil kilómetros por hora y parecía no encontrar nada qué decir porque no esperaba que respondiera tan de buena gana y sin anteponer alguna frase que me pusiera en mi lugar.

ㅡ¿Ella fue tu secretaria?

ㅡ Sí, renunció y se fue a casa tan dignamente como acostumbraba. Pero nos seguimos frecuentando porque creo que somos buenos amigos.

ㅡYa veo, supongo que fue complicado procesar su carta de renuncia. Lo digo porque creo que la extrañas mucho.

ㅡNo la extraño, no creo que puedas extrañar a alguien a quien ves con frecuencia.

Llegamos y él estacionó el auto, lo rodeó y me abrió la puerta. Me comenzaba a gustar que él tuviera esos detalles conmigo, que no esperara a que yo bajara como su secretaria para que yo misma le abriera la puerta.

Íbamos caminando a la par sin embargo era incómodo andar por ahí con el saco de mi jefe anudado a la cintura, incluso era más complicado cuando los empleados del centro comercial y las demás personas que transitaban se me quedaban viendo con obviedad.

ㅡSeñor Breeger, creo que debo devolverle su saco porque todos nos están viendoㅡ sugerí mientras me apresuraba a deshacer el nudo.

ㅡ Está bien, supongo que aquí puedes vestir ese atuendoㅡ él tomó su saco de regreso pero no se lo puso, estaba arrugado y no lucía nada bien.

Llegamos hasta la caja principal para que mi jefe pudiera preguntar por el gerente de la tienda, sin embargo la señorita que ahí atendía nos mencionó que aún no llegaba, tardaría alrededor de cinco horas porque estaba atendiendo otros asuntos.

ㅡMuchas gracias señoritaㅡmi jefe dio la media vuelta y yo lo seguí de cerca.

ㅡCreo que deberíamos volver a la oficina, aún tiene que redactar la petición para los permisos de construcción.

ㅡTe dije hace un momento que compraríamos algo de ropa para que te cambiaras, no quiero que pongas esa cara.

Caminamos hasta el área de la ropa para damas y él comenzó a hacer que una de las trabajadoras descolgara de los exhibidores algunas prendas que él señalaba. Parecía tener un buen gusto con la ropa porque todo lo que llevaba aquella chica lucía delicado y lindo, pero muy costoso.

ㅡVe al probador y sales a mostrarme la ropaㅡ ordenó y se quedó esperando de pie a que yo siguiera su orden.

Entré y me cambié lo más rápido que pude. El primer modelo que elegí fue un traje sastre en color hueso que me hacía sentir muy cómoda con él, cuando salí él le ordenó a la misma chica que me llevara algunos zapatos.

Mi día continuó así hasta que otro de los empleados nos ayudó a llevar las bolsas al auto de mi jefe, era increíble ver tantas bolsas en la pequeña cajuela del auto de alguien.

ㅡ¿Puedo quedarme con el ticket?ㅡ pregunté mientras depositaba algunas bolsas que yo llevaba.

ㅡObviamente no. Conociéndote, vendrías a devolver la ropa y me darías el dineroㅡ destrozó el ticket frente a mi rostro y lo dejó en el bote de basuraㅡ, te dije que me sentía en deuda.

¡Renuncio! a mi trabajo y a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora