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El sol estaba deslumbrante y se colaba por la habitación a través de las cortinas. Un pequeño montículo de colchas y sábanas, con un ritmo tranquilo seguía descansando. Que agradable sensación. Pero la mañana trae deberes que hacer. El montículo empezó a moverse para liberar a una pequeña rubia de cabello corto. Vestía su pijama y parecía que su propia cama le quedaba grande.

Bostezo y se estiró un poco antes de ir a la regadera. Tenía que empezar los quehaceres, porque la casa no se iba a limpiar sola. Aunque a su novio no parecía importarte mucho, para ella era menester tener todo en su lugar. Como le enseñó su padre a muy temprana edad.

Lavó su cuerpo con tranquilidad. Regularmente utilizaba el espejo del cuarto de baño para verse. Realmente no le gustaba mucho y sentía mucha inseguridad cuando se veía. Su piel era muy pálida, lo cual era problemático porque tenía que utilizar mucha protección para no quemarse. En invierno no era tan terrible, pero en verano... Era realmente irritante no poder salir mucho por su delicadeza.

Sus senos eran casi inexistentes, sin embargo gracias a su estrecha cintura, daba la impresión de ser mujer cuando usaba vestidos. Pero si se ponía otra ropa. Ya la habían confundido con un niño. Sintió tanta vergüenza que jamás nunca uso pantalones nuevamente.

También era problemático el hecho de ser baja, delgada y realmente no parecía de su edad. De hecho, siempre debía ir con sus credenciales, para asegurarle al mundo que era capaz de hacer trámites. O tenia que ser avergonzaba cuando los guardias del parque le preguntaban donde estaba sus padres...

Un suspiro derrotado salió de sus labios. Inhaló profundamente y se dio valor para el nuevo día. A pesar de todas esas cosas, hoy era otro día y tenía que cumplir con sus labores. Apretó sus mejillas y sonrió otra vez, para darse valor.

En su habitación, una vez seca y peinada busco un bonito vestido de algodón azulino. Le gustaba porque era corto, cubriendo sobre las rodillas, lo que le permitía mayor movilidad. Amarro su escaso cabello y lo cubrió con un pañuelo, para evitar que el polvo. También puso su delantal rosa. Se puso sus zapatitos de casa y empezó su faena diaria.

Cada mana, sin falta, abría todas las ventanas de su hogar para ventilar las habitaciones, y también para que entrara el solcito. Luego empezó a preparar algunos ingredientes para el almuerzo de hoy. Su novio le dejo muy en claro que tenía que preparar algo delicioso y... no cagarla.

Tragó saliva fuertemente. Realmente no quería cagarla. Jamás la cagaba intencionalmente, pero su padre solía castigarla tan a menudo. Esperaba que su prometido no empezara también a castigarla. Frotó sus nudillos.

Con el objetivo claro adelantó los temas de la cocina, ventiló las habitaciones, limpió los baños, cerró las ventanas, barrió y trapeó el piso. Lustró algunos muebles y continuo con el tema cocina.

Eric le había comentado su plan maestro de traer a su amigo a vivir con ellos durante un tiempo. Aparentemente también había una niña pequeña. Ella sonrió.

Realmente le gustaban los niños pequeños. Podía jugar con ella. Esperaba sinceramente llevarse bien con todos ellos. Y que ese amigo fuese tan buen mecánico como había pronosticado su prometido.

Sonrió. Su novio tenía muy mala actitud, pero no se podía negar que tenía el don de la razón. Lo que él decía, solía pasar y, si no pasaba, él se encargaba de hacerlo realidad.

Decidió dejar de pensar en esas cosas y dejar que él se encargara. Por ahora, el objetivo era hacer un almuerzo delicioso. Según le había mencionado, iban a llegar a la hora de almuerzo, así que le daba tiempo a hacer un delicioso cerdo con piña. Como el que le preparaba a su madre.

Cuando ya tenía todo listo, colgó su delantal en su lugar, puso los servicios en la mesa y se sentó en una silla, para estudiar un poco. Hace poco había encontrado una revista de relojeros. En ella aparecían los sistemas de funcionamiento, tipo de tuercas, materiales, programación y cosas muy interesantes. Sus ojos brillaban viendo todo eso.

Gracias a Dios Eric pudo convencer a sus padres de dejarlos vivir juntos. Así tenía tiempo para relajarse y podía estudiar muchas cosas diversas sin tanto estrés. Desde que dejó la casa familiar, empezó a tartamudear cada vez menos. Podía leer cosas y aprender de todo. Eric nunca se enfadaba con ella si tenía todo listo. Inclusive una vez guardó las latas de manera aleatoria y jamás le recrimino nada. Era una vida estupenda.

Estuchó la campanilla del reloj de la cocina. Con cuidado retiro el cerdo del horno, lo decoró y luego lo volvió a dejar en el horno, para que no se enfriara. Solo faltaban los comensales.

Si su padre estuviese en casa estaría furioso. La comida debía comerse a la hora, sin dejar que se enfriara por nada del mundo. "La puntualidad define el carácter" recordaba que decía con gravedad. Eso le recordó que no había regado sus plantas. Subió a su habitación, se colocó su sombrero de ala ancha y salió. El sol estaba radiante y una brisa deliciosa acarició sus piernas. Sonrió una vez más. Buscó su manguera y empezó a regar sus plantas mientras tarareaba una melodía y se perdía en sus pensamientos.

Bunny - Reparemos esto!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora