18

533 57 87
                                    

Los días en South Park fueron divertidos, muchas aventuras infantiles que requerían engatusar a la estúpida población local. Disfrutaba muchísimo el poder que tenía solo con su labia e ingenio. Esas habilidades le permitieron escapar de muchos castigos, poco importaba el crimen.

Eric Cartman era un niño gordo y mimado, que se caracterizaba por haber nacido con buena estrella. Lo que fuera que quería, lo conseguía. Y siempre fue así, su vida era simple, era cuidado por su madre e iba a clases. Todo normal, hasta su llegada a Denver.

Debido al trabajo de su madre, que era la comidilla de los chismosos de South Park, la pequeña familia tuvo que mudarse. Principalmente porque las esposas de sus "clientes" no simpatizaban con Liane Cartman. Y Eric, a pesar de ser un desastroso hijo, también era muy protector con su madre. El que se metiera con Liane se metía con Eric, y eso no iba a tener un final feliz.

Su madre lo conocía lo suficientemente bien para saber lo riesgos que implicaban para los demás su pequeño vástago, así que decidió mudarse.

Denver era una ciudad grande y su madre no tenía muchos ahorros, por lo cual tuvieron que vivir en el barrio más descuidado de la ciudad. Ese barrio era la zona roja de Denver. A pesar del peligro, el lugar era una casa grande, con bastantes habitaciones. La idea de Liane era intentar hacer un tipo apart hotel. Lamentablemente, ella no sabía como hacer gestionar ese tipo de negocio y Eric, aunque inteligente, no podía dedicarse a ello, pues su horario de clases le impedía ejercer su autoridad. Por lo que la idea se fue transformando poco a poco en un burdel, cosa que Liane conocía mejor.

Era un secreto para Eric el tema de trabajo de su madre y donde vivía, principalmente porque no quería preguntas ni visitas de autoridades morales que interfirieran en su estilo de vida. Así fue hasta sus veinte años.

Mientras estudiaba comercio en la universidad de Denver, una tarde conoció a la familia Scotch. Fue una visita extraña y breve. Su casa en ese instante se dividía en dos entradas y varias de las trabajadoras sexuales pagaban una renta para poder trabajar en "La casa roja" y, durante el turno, entregaban una parte por cliente atendido. Era un mundo bastante interesante, por le permitía tanto a Eric como a Liane llevar una vida bastante cómoda.

La entrada a su casa estaba a un costado. El acceso principal al burdel, al frente. Estaba llegando, luego de un día de universidad. Un auto móvil blanco perfectamente lavado se estacionó por el frente. Era extraño, ya que no era horario de atención, por lo que se quedó observando que pasaba.

Un hombre vestía un abrigo café, apurado abría la puerta de atrás del vehículo. De allí salió una niña.

-¿Qué mierda?-murmuró

El hombre sostuvo a la pequeña de la muñeca, arrastrándola a la entrada de la casa roja. La pequeña se veía rígida. Aparentemente estaba intentando decir algo, pero el hombre la ignoraba olímpicamente, mientras seguía tocando la puerta.

-Oiga, ¿Qué quiere?- preguntó Eric mientras se acercaba a la singular pareja.

-Quiero hablar con el dueño del establecimiento- contestó enérgico el hombre castaño, de mirada severa.

-Papá... de verdad no es necesario...- interrumpió la muchacha con un susurro.

-¡Claro que es necesario! ¿No te dije que cada acción tiene consecuencias! ¿no te lo dije!- le gritó el hombre a la chica.

La pequeña solo se calló mientras se le escapaban unas lágrimas. Esa chica tenía los ojos más celestes que jamás allá visto.

-Yo soy el dueño- dijo el joven castaño-Vamos a entrar por la puerta lateral, porque no es la hora en que atendemos-

Bunny - Reparemos esto!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora