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querida eleven:
no quería que pasara. nunca estuvo en mis planes enamorarme de él.
pero sucedió.
 


will byers
pasaba frente a la tienda todos los días, y la observaba desde la otra acera de vez en cuando.
supuse que era algo normal, y le resté importancia.

cuando me sorprendí pensando en ella todas las mañanas, y viéndola incluso durante mis sueños, me di cuenta de que algo no estaba muy bien del todo.

así que un día de tantos, crucé hasta llegar a la otra acera, y me detuve en seco frente a la tienda, observándola sin quitarle la mirada de encima ni un segundo.

la brillante bici roja me sonreía desde el otro lado de la ventana de cristal que nos separaba.
y en ese momento, supe que iba a costarme algo de esfuerzo–mucho, muchísimo esfuerzo– pero esa bicicleta iba a ser toda mía.

  •••

al principio, steve no quería darme el trabajo.
decía que tres eran multitud, y que por el momento scoops ahoy no necesitaba más personal.

tuve que suplicarle por dos días seguidos, y al tercero, finalmente cedió.

mi trabajo era muy sencillo. servir el helado, cobrar el dinero, guardarlo en la caja registradora, y –si las cosas seguían así por las próximas tres semanas–habría ganado el dinero suficiente para comprarme la bici roja.

el plan era perfecto, y pensé que no había nada que pudiese salir mal. hasta ese día.

las visitas de mike empezaron un jueves.
yo estaba guardando el dinero dentro de la registradora, cuando un cliente se acercó al mostrador.

— bienvenido a scoops ahoy, ¿en qué puedo servirle? — levanté la mirada. — ah. eres tú, mike. ¿qué quieres?

— hola will. — tragó saliva. — ¿puedo hablar contigo? dustin y lucas no están, y necesito hablar con alguien.

— mike, estoy trabajando.

— sí, ¡ahora resulta que ninguno de mis amigos tiene tiempo para mí! — exclamó, haciéndome rodar los ojos. — ¿estás harto de mí, will? me lo puedes decir.

— mike, por favor. hay una fila de gente que piensa comprar algo detrás de ti.

— mierda will, ¿sabes qué? — habló, rebuscando entre sus bolsillos hasta encontrar dos dólares. — dame uno de chocolate. ¿crees que puedas hablar ahora?

— de acuerdo, mike. — solté un suspiro. — sólo dame cinco minutos.

•••

— okay. — hablé, acercándome a la mesa donde mike ya me esperaba, y sentándome frente a él. — ¿qué pasó esta vez, mike?

— terminamos. eleven y yo terminamos.

— ¿otra vez? — mike frunció el ceño.

— pues se acabó. definitivamente. — tragó saliva. — esta vez ella terminó conmigo por esa estupidez de que se va de vacaciones con max, y dice que no quiere que nuestras peleas le arruinen el viaje a california. ¿puedes creer esa mierda?

— wow, mike.

— ¡pero es todo su culpa! es ella la que siempre me está jodiendo con sus tonterías. que miro a otras chicas, que no estoy jamás cuando me necesita, que paso demasiado tiempo con ustedes, ¡ugh, estoy cansado!

— no sé qué decir, mike.

— ¿sabes qué, will? ¡si no te importa un carajo, no me hagas perder el tiempo!

— ¿tú estás perdiendo el tiempo, mike? ¡desperdicié mi maldito descanso para poder hablar contigo! — hablé, perdiendo la paciencia finalmente. — ¿quieres que esté sorprendido porque eleven y tú terminaron por cuarta vez este mes?

— ¡como sea! ¡no me importa, por mí pueden irse los dos a la mierda! — gritó, dándose la vuelta dispuesto a irse, pero giró nuevamente sobre sus pies. de un momento a otro, mike se acercó a mí y estampó el cono de chocolate en mi pecho.

— ¡mierda, mike! ¡¿es en serio?! — exclamé, sintiendo el frío y observando el helado derretirse sobre mí. — ¡era mi único uniforme, por dios!

tiré el resto del cono en el contenedor de basura más cercano, y le di la espalda a mike hasta entrar al área del personal hecho una furia.

•••

— gracias por el nuevo uniforme, steve.

— ni lo menciones. — sonrió, poniendo el sombrero de marinero sobre mi cabeza. — ¿qué fue el escándalo de allá afuera?

— nada — resoplé. — sólo mike siendo un idio-

— ahórratelo, byers — habló robin, irrumpiendo repentinamente en el área del personal. — tu amigo está afuera.

•••

— ¿ahora qué, mike? — suspiré, mirándolo frente al mostrador.

— will, lo siento mucho. — tragó saliva, poniendo un vaso de helado justo frente a mí. — perdí el control. fue una estupidez.

— ¿qué es esto? — hablé, mirándolo divertido.

— para compensártelo.

— está bien. — sonrió.

— perdóname. por favor will.

— está bien, mike. — le devolví la sonrisa.











qué onda. es nueva la historia. está padre, y se va a poner muy buena
–o eso espero– denle chance, denle la oportunidad de ser su favorita jajjajajajj.
voten y comenten si les gusta. ahí la vemos,
maría

querida eleven ; bylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora