15.

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querida eleven:
seamos honestos,
quizás simplemente
nunca lo merecí.





will byers.
intenté mantener la calma. hacer lo posible por mantenerme a flote por el resto del día. pero supongo que fue inevitable.

el atardecer se pasaba lento, colándose entre las ventanas. y los recuerdos llegaron en olas.
no me quedó más que resignarme a que me ahogara cada una de las imágenes –su cabello negro, el sonido de su voz, la manera en la que sus ojos brillan cuando sonríe.–

y las lágrimas salieron sin esfuerzo alguno. casi pasando desapercibidas, rodando sin dirección alguna sobre mis mejillas.
lo pensé, haciéndome las mismas preguntas a las que ya tenía las respuestas.

y lo pensé un par de veces más, pero sabía que finalmente sería inútil seguir intentando arrepentirme. porque quería a mike. porque cada maldito segundo había valido la pena.

supongo que esa siempre es la parte que duele  más.

•••

— está lloviendo. — escuché los golpes nuevamente, sintiendo la electricidad recorrer mi cuerpo en un instante. y me dirigí hacia la puerta, sintiendo mis piernas fallar en el intento y haciendo mi mayor esfuerzo por contener las lágrimas.— will, por favor.

— n-no es buen momento ahora.

— ¡estoy congelándome aquí afuera! — respondió. — ¿puedo pasar? ¡serán sólo un par de minutos, por favor!

— maldita sea. — maldije entre dientes, cediendo finalmente, y encontrándolo ahí, de pie frente a mí.

lo miré una vez más. sus ojos marrones, su cabello mojado pegándose a su frente, la mochila color azul colgando de su hombro.

maldije también el haber conocido a mike.
y retiré lo dicho un segundo después.

— lo siento. — habló, tambaleándose con dificultad hacia la sala. — s-sé que no debí haber venido, pero a la mierda.

— maldición, mike. dijiste que no habría más alcohol. — fruncí el ceño, volviéndome hacia él. — ¿bebiste?

— no. no lo creo. — respondió, descolgando la mochila de su hombro y rebuscando algo dentro de ella. — más bien, sí. sí, es muy probable. — asintió, tomando finalmente la botella de whiskey. — ¿porqué? ¿quieres?

— está bien. — suspiré, tomando la botella de entre sus manos y dándole un par de tragos. — sí. es peor de lo que pensé.

— ¡no te lo bebas todo tan rápido, sólo queda media botella! — mike habló, arrebatándomela antes de que incluso pudiese darme cuenta. — no quiero que se termine aún.

— ¿qué pasó con la otra mitad?

— hablé con eleven esta tarde. — soltó esta vez él un suspiro, y por un momento sentí mi respiración cortarse. — digamos que esa mitad, la necesité.

— ¿e-es en serio?

— mmjm. — asintió nuevamente, mirando en mi dirección. — se terminó. creo que esta vez definitivamente. — resopló. — sé que me dijiste que no era necesario que lo hiciera. pero quise hacerlo. mierda, will, no puedo. no puedo obligarme a quererla.

suspiró nuevamente, dando otro trago a la botella.

— ¿y?

— ¿y qué? — respondió. — no le mencioné que básicamente le estuve siendo infiel contigo, por si eso era lo que te preocupaba.

— ¿eso es todo?

— ¿querías que dijera algo más? — frunció el ceño, clavando su mirada directo hacia mis ojos. me sentí desfallecer. — ¿qué más quieres que diga? ¿que no quiero terminar contigo? ¿que quiero que te quedes? todo eso lo sabes ya.

— s-sí. — tragué saliva, dándole un segundo sorbo a la botella y sintiendo el líquido quemar lentamente mi garganta.

— ¿porqué no me lo dijiste antes, will?

— no quería. no podía decírtelo. — hablé con dificultad cuando noté el dolor regresando a mi pecho. — ¿qué ganaba con decírtelo, mike? no hubiese cambiado nada. sólo iba a arruinarlo todo.

— tal vez sí.

— en el fondo sabes que era inevitable, mike. — respondí. — nada cambiaría con decírtelo. todo seguiría estando exactamente ig-

— ¡que ya lo sé, ya lo sé, maldita sea! — levantó la voz, frotando rápidamente sus ojos cuando comenzaron a cristalizarse. — ¡pero aún así duele! ¡duele tener que mandarlo todo a la mierda!

— mike...

— fue todo tan difícil. — bajó la mirada. — tener que cambiarlo todo sólo por querer tenerte a ti. — quererte ha sido un montón de trabajo. ¿pero cómo no hacerlo? ¿cómo no quererte, will? — habló, tragando saliva al sentir las lágrimas empezando a caer.

deseé jamás haber nacido. deseé no existir, sólo para no tener que ser testigo del momento. no quería verlo. no quería verlo llorar nunca, jamás.

las palabras aparecían sin control dentro de mi cabeza, y quise decírselo todo. quise decirle que lo sentía, que lo amaba, que lo único que hacía cada mañana era preguntarme porqué el destino se negaba a que las cosas salieran bien.

y pensé una vez más en todo lo que debería decirle, pero no dije absolutamente nada.

— no puedes hacer que deje de quererte, will. — continuó, dándole el último trago a la botella y rompiendo finamente en llanto. — sería estúpido siquiera intentarlo.

— mike...

— dejó de llover. — exclamó, poniéndose de pie de un momento a otro y pasando su mano para limpiar las lágrimas de su rostro. — se que no debería haber venido, pero quise hacerlo igual. — habló, forzándose a sí mismo a recuperar la calma. — sólo quería que lo supieras, will.

dio un paso hacia mí, besando cortamente mis labios.

— te amo. y te voy a extrañar. — escuché, antes de verlo desaparecer por el umbral de la puerta.

y quise morir.













                   
               
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querida eleven ; bylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora