2.

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querida eleven: supongo que fue algo que se dió con el tiempo. no quería que me gustara tu novio. pero me gusta.
¿qué te puedo decir? lo siento.

will byers
¿este de qué sabor es, will? — habló, apuntando a un contenedor de helado dentro del refrigerador.

después de ese día, mike comenzó a venir a diario, bajo la excusa de que su familia no tenía intención de planear unas vacaciones, y por lo tanto no tenía nada mejor que hacer.

— frambuesa. — respondí, ordenando las cosas sobre el mostrador.

— ¿y este, de qué es?

— un segundo, mike. — respondí, atendiendo a un par de clientes que empezaban a hacer fila frente a mí. — uh, creo que ese es de naranja.

— ¿y este, will?

— mike, sabes que no puedo quedarme hablando contigo mientras trabajo.

— ugh, ya lo sé — rodó los ojos — ni siquiera entiendo porqué pediste el trabajo en primer lugar.

— mis motivos tendré.

— ¿qué motivo es suficiente para soportar la humillación? — sonrió divertido, mirándome.

— ¿lo dices por el uniforme? sólo es un traje de marinero, mike. no seas infantil.

— el traje no es el problema, will. hasta te ves lindo en él. — habló, y sentí el leve cosquilleo de la sangre subir a mis mejillas.

— e-entonces no entiendo tu punto.

— como sea. — rodó los ojos. — ¿qué vas a hacer más tarde?

— ¿de qué hablas, mike? tengo que trabajar esta tarde.

— mierda. — bufó, frunciendo el ceño mientras me veía guardar el dinero en la registradora. — ¿y después de trabajar?

— mmm, tengo mi descanso a las doce.

— ¡genial! — sonrió, poniéndose de pie repentinamente y apoyando sus manos sobre el mostrador. — entonces podemos hacer algo en tu descanso.

suspiré, cediendo finalmente.

— está bien, mike. — reí. — pero tendremos sólo una hora.

— me conformo.


•••


— mira y aprende, will — steve sonrió con suficiencia, poniendo sus cartas frente a mí. — escalera. no te preocupes, will. está bien perder.

— no ganas. — reí, poniendo mi jugada sobre el suelo del área del personal. — full.

— tramposo. — frunció el ceño, entregándome los veinte dólares de la apuesta. — no entiendo cómo eres tan bueno en póker.

— siento interrumpir su arduo trabajo. — robin cruzó repentinamente la puerta — pero hay un cliente allá afuera que quiere hablar contigo, byers.

— ¿no podrías atenderlo tú? — pregunté. — ¡por favor, robin! ¡faltan cinco minutos para que empiece mi descanso!

— lo haría con gusto. — rio. — pero creo que sería mejor hacerlo tú.

me puse de pie, levantándome del suelo y dirigiéndome hacia el mostrador.

— ¡bienvenido a scoops ahoy! ¿en qué pue-? — sonreí, rodando los ojos. — hola, mike.

— hola, will. — habló, balanceándose sobre sus talones. — ¿nos vamos ya?


•••
  
  
— ¿a dónde quieres ir, mike? — pregunté.

llevábamos un rato recorriendo el centro comercial, sin entrar a ninguna de las tiendas.

— no lo sé. — respondió, haciendo una mueca. — ¡oye, mira esa tienda!

— es una tienda de chicas, mike.

— ya lo sé, will — habló, caminando hacia la tienda. — es la tienda favorita de eleven.

mike entró, poniéndose una de las bufandas encima.

— ¿en en serio, mike? — reí, rodando los ojos.

— ¿cómo me veo? — sonrió, posando frente al espejo. — ¡oye will, mira eso! — exclamó, acercándose hacia un aparador y  colocándose una de las tiaras.

— te ves ridículo. — hablé, soltando una carcajada.

— ven aquí — dijo, tomando uno de mis brazos y atrayéndome hacia el.

— ¿qué, mike? — pregunté. tomó una de las tiaras y la puso con cuidado sobre mi cabeza. — ¿es en serio?

— ¡princesa will byers! — fingió una reverencia, haciéndome reír.

— ¿qué pasa, mike? — hablé. mike sólo se limitaba a mirar algo detrás de mí. me di la vuelta.

la encargada de la tienda nos miraba fijamente. no se necesitaba ser un genio para saber que no estaba muy feliz.

— mmh-mm. — carraspeó, extendiendo su mano en nuestra dirección.

— corre will. — mike susurró, entrelazando una de sus manos con la mía, y entregándole ambas tiaras con la otra. — ¡ahora! — exclamó, y antes de que la mujer pudiese decir alguna otra palabra, salimos corriendo de la tienda.
 
 
•••
 
 
— ¿cómo estuvo tu descanso, will? — steve preguntó.

mike me había traído de vuelta a scoops ahoy después de que la hora de mi descanso hubiese terminado.

no nos soltamos de la mano ni un segundo, hasta que tuve que pasar detrás del mostrador, y el se limitó a sentarse frente a la barra.

— bien. — tragué saliva, intentando ignorar a las ideas que revoloteaban sin control por mi mente, y los latidos de mi corazón que resonaban en mis oídos.

— ¡oye, will! — mike exclamó desde la barra, y sentí mi corazón detenerse por un segundo.

— ¿s-sí, mike?

— ¿de qué sabor es este?
 
 
   
 

  
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
  
no me gustó tanto el capítulo, pero ya estaba escrito y qué otra opción me queda. ahí la vemos,
maría
 
 
 

querida eleven ; bylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora