12.

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querida eleven: a veces desearía poder revertirlo todo. pero no puedo...
y tampoco quiero. él es lo mejor que
me ha pasado en la vida. perdón.




will byers.
— ¿cómo te sientes? — mike preguntó, poniendo su mano sobre mi frente.

él decía que sólo era la fiebre. pero esa tarde, al sentir el sudor frío bajar por mi cuerpo y el dolor punzante esparcirse por mi cabeza, juré por un par de segundos que iba a morir.

la tarde parecía estarse yendo despacio, porque revisaba el reloj cada cinco minutos, sintiendo que se habían pasado horas.

mike se limitaba a mirarme consternado desde el lado izquierdo de mi cama. la luz del mediodía se colaba a través de la ventana. nos habíamos pasado recostados la mañana entera.

ocasionalmente, se giraba hacia mí.
pasaba su mano por mi cabello para evitar que se adhiriera a mi rostro por el sudor, y me tomaba por la cabeza para atraerme más a él y poder plantarme un beso sobre la coronilla.

tragué saliva, pensando por un minuto en lo diferente que sería todo si mike no estuviera ahí, en ese momento. pero reprimí el pensamiento al minuto siguiente. no podía hacerlo. no me lo quería ni imaginar.

— ¿cómo crees que me siento? — respondí, mirándolo durante un par de segundos. sus ojos marrones. la manera en la que su cabello negro caía sobre su frente. la expresión preocupada en su rostro. sonreí. — de la mierda. me siento fatal.

— bien.

— ¿qué? ¿de qué hablas?

— sólo estoy bromeando. — rio nerviosamente, apartando la mirada. — es sólo que... tengo algo que decirte. — suspiró. — y ahora es el momento menos indicado, pero sé que si no lo digo ahora, probablemente no voy a poder decirlo después. así que, a la mierda.

— no entendí absolutamente nada, mike.

— ¿es en serio? — frunció el ceño. — maldita sea, esto es tan estúp-

— ugh. mierda, mike. — hablé, sintiendo otra punzada de dolor recorriendo mi cabeza y hundiéndome aún más en su pecho. — tal vez muera hoy. — reí. — lo que sea que tienes que decirme, dímelo ya.

— está bien, está bien. — resopló. — ¿will?

— ¿mmjm?

— joder. — tragó saliva. — y-yo... creo que te amo.

escuché sus palabras repitiéndose una y otra vez en mi cabeza, haciendo un eco interminable dentro de mi mente. y pude sentir mi respiración fallar.

tardé un par de segundos en asimilarlo, pero mi corazón estaba latiendo violentamente dentro de mi pecho, y juré que por un momento, éramos sólo mike y yo. el resto del tiempo se había detenido.

— n-no tienes que decírmelo. — escuché su voz nuevamente, y de un momento a otro, los escalofríos parecieron aumentar. — todo fue muy rápido. tal vez es demasiado pronto aún. — suspiró. — v-voy a entenderlo si no te sientes igual, will.

— cállate ya. eres tan tonto a veces. — reí, levantando la mirada hacia él. — c-claro que me siento igual, idiota.

querida eleven ; bylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora