5.

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querida eleven: ojalá pudiera dejar de sentir lo que siento por mike.
pero no puedo. perdón.


will byers
— no vuelvo a beber jamás. — declaró, cruzando la entrada de scoops ahoy y sentándose en su lugar habitual frente a la barra.

mike había llegado unas dos horas después de lo que acostumbraba a llegar.
estaba pálido, tenía el cabello revuelto, y no parecía que tuviese alguna intención de quitarse los lentes de sol que traía puestos encima.

— te lo dije. — rodé los ojos. — ¿te descubrieron?

— nancy se dió cuenta. — respondió, encogiéndose de hombros. — pero le di veinte dólares y dijo que por esta vez, me cubriría.

— no puedo creer que te salieras con la tuya. — reí, negando con la cabeza. — ¿qué con los lentes de sol?

— son porque me veo fatal. — sonrió. — esto de la resaca es una mierda. siento que mi cabeza va a explotar.

— intenté decírtelo.

— como sea. — habló, restándole importancia. — ¿qué vas a hacer más tarde, will? pensé que podríamos salir.

— ¿salir?

— sí. — asintió, haciéndome tragar saliva. — dustin y lucas están de regreso. podríamos salir los cuatro. ya sabes, como en los viejos tiempos.

— ah. — respondí, encogiéndome de hombros. — está bien, supongo.

— ¿eso es un sí o un no?

— un sí, mike. — rodé los ojos, haciéndolo reír.

— eso quería escuchar.


•••


— ¿dónde mierda están las mesas? — mike bufó, rodeando el centro comercial por segunda vez sin tener ningún resultado.

mike había llegado puntual a la hora que terminaba mi turno en scoops ahoy. ni un minuto más, ni un minuto menos.

— no puedo creer que te hayas perdido.

— ¡te juro que hace un segundo estaban aquí! — habló, señalando hacia algún punto en el suelo frente a nosotros. — ¡había un montón de mesas, y dustin y lucas estaban sentados justo aquí!

— mike, maldita sea.


•••


— ¿porqué tardaron tanto? — dustin preguntó, dándole un sorbo a su malteada mientras me sentaba frente a él.

— mike nos tuvo a ambos dando vueltas en el lado equivocado del centro comercial.

— todo tenía más sentido en mi cabeza. — habló sentándose a mi derecha. — lo juro.

— mike, ¿estás bien? — lucas rio, mirándolo divertido. — parece como si estuvieras muerto.

— es porque lo estoy. — respondió. un escalofrío me recorrió cuando sentí que tomaba mi mano por debajo de la mesa. — me pasé bebiendo toda la noche.

— ¿porqué?

— porque es un idiota. — me apresuré a responder, haciéndolo reír.

— lo haría otra vez.

— estás loco. — me volví hacia él, fulminándolo con la mirada.

— estoy loco por t-

— ¡mierda! ¿una noche entera? — interrumpió dustin, sorprendiéndose de repente. — ¿cómo sobreviviste?

— por poco no sobrevivo. pero ahí estaba will. — sonrió, girándose en mi dirección para besar mi mejilla.

— mike. — susurré, riendo nerviosamente al sentir la sangre subiendo hasta mis mejillas. — ¿qué estás haciendo?

— ¿nos perdimos de algo cuándo no estuvimos? — lucas tragó saliva, sin quitarnos la mirada de encima. — están actuando muy raro últimamente.

— como sea, los dos siempre han sido muy raros. — dustin habló, limitándose a sonreír. — hablemos de lo importante. enciendan los walkie-talkies a las diez. no hay excusas.

— ¿es en serio, dustin? ¡apenas llegué ayer a hawkins! ¡quiero descansar!

— no hay excusas. — repitió. — necesito contarles sobre suzie.


•••


— ¿en serio te vas a detener otra vez, will? — mike habló, frenando su bicicleta frente a la tienda.

— tengo que cerciorarme de que no la hayan comprado aún. sólo será un minuto.

— ¿no crees que se ve algo sospechoso que siempre estés vigilando a la bici roja? — habló, mirándome divertido.

— ¿porqué se vería sospechoso? vengo aquí todos los días. tarde o temprano, la voy a comprar.

— ¡espera un minuto! — respondió — ¿vienes a ver la bicicleta todos los días?

— mmjm — asentí con la cabeza, girándome hacia él.

— mierda, qué envidia. — rio. — quisiera ser la bicicleta.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
  
  
 

querida eleven ; bylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora