6.

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querida eleven: a veces pienso en cómo serían las cosas si tú no regresaras nunca. perdón, otra vez.


will byers
— ¿y te dan helado gratis por trabajar aquí? — mike preguntó, mirando atentamente al congelador donde estaban los nuevos sabores. — ¿o sólo te torturan con tener que verlo sin poder comerlo?

— claro que no me dejan comer helado gratis, mike.

— pues qué mierda. — respondió, sonriendo en mi dirección. — ¿y crees que me podrían hacer un descuento especial? ya sabes, porque uno de los empleados es mi...

— ¿tu qué, mike? — hablé, mirándolo divertido.

— ugh, olvídalo. — tragó saliva, haciéndome reír. — ¿qué harás más tarde?

— trabajar.

— después del trabajo, will. — rodó los ojos.

— ah, entonces nada. ¿porqué?

— tengo que estar con nancy toda la tarde, y no estoy de humor para que me reproche acerca de lo que pasó en la fiesta.

— ¿y? — sonreí, mirando hacia él.

— y... ¿quieres ir a mi casa? — preguntó, acercándose aún más a la barra. — ¡te prometo que lo de la vez pasada no volverá a pasar! ¡no tomaré nada de alcohol!

— ¿no se supone que irías a casa de lucas?

— sí, pero no pienso ir.

— ¿porqué no?

— porque estoy un noventa y nueve por ciento seguro de que sólo quiere que lo ayude a desempacar. — habló, sonriendo instantáneamente. — y porque prefiero estar contigo.

— está bien, mike. — reí, haciendo lo posible por no sonrojarme. — iré. pero mi turno termina a las cinco. vas a tener que esperar.

— maldita sea. esperaré aquí, entonces.

— ¿vas a esperar cuatro horas?

— te esperaría mi vida entera. — habló, sonriendo ampliamente.

— tienes que dejar de decir esas cosas. — reí, sintiendo la sangre subir rápidamente a mis mejillas sin que pudiese hacer nada para evitarlo. — en serio.

— sólo estoy bromeando. — me miró, soltando una carcajada. — pero igual lo haría.


•••

 
— mira, will. — sonrió, mostrándome el dado que tenía en una de sus manos. — si sale un número par, te beso. y si sale un número impar, tú me besas a mí.

— estoy seguro de que monopoly no se juega así.

— pues monopoly es una mierda de juego. — rodó los ojos, arrojando el dado y deslizándose por el suelo para acercarse más a mí sin quitarle la mirada de encima.

— ¿qué es?

— seis, will. — rio, tomándome por el cuello y juntando sus labios con los míos antes de que pudiese soltar alguna otra palabra. — tu turno.

— esto no suena como una buena idea.

— ¿porqué no? — mike preguntó, haciendo un puchero. — ¿no me quieres besar?

— no dije eso. — tragué saliva. — pero si nancy viene y nos ve, ¿qué le vamos a decir?

— si nancy viene — rio. — entonces le decimos la verdad.

— ¿y cuál sería, exactamente?

— que me gustas. — sonrió ampliamente,  besando mi mejilla.

— sí, muy ingenioso. — rodé los ojos, girándome hacia él. — ¿desde cuándo te gustan los niños?

— no me gustan los niños. — miró hacia mí, riendo. — sólo me gustas tú.

— no creo que funcione así.

— ¿porqué? ¿a ti te gustan?

— ¿qué cosa? — pregunté, ganándome un empujón de mike y sintiendo el dolor de mi espalda al golpear el suelo de su habitación. — ¡ugh, mike!

— los niños. — soltó una carcajada. — ¿te gustan?

— sólo los idiotas.

— ¿en serio te gusto, will? — habló, sonriendo en mi dirección. y volví a sentir el cosquilleo de la sangre subiendo hasta mis mejillas.

— mmjm.

— ¿lo suficiente para perdonarme?

— ¿perdonarte qué, mike?

— pues... cualquier cosa. — tragó saliva, apartando la mirada. — siempre estoy jodiéndolo todo de alguna forma. — continuó, soltando un suspiro. — sólo me estoy adelantando, por si acaso.

— está bien, mike.

— ¿entonces me vas a perdonar? — preguntó, inclinándose hacia mí. asentí con la cabeza. — ¿en serio?

— sí, mike.

— tienes que prometerlo. — rio, acercándose hasta quedar a escasos centímetros de mí. sentí los latidos de mi corazón acelerarse. — promételo.

— lo prometo. — rodé los ojos, sintiendo sus labios nuevamente sobre los míos.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
no me gustó mucho el capítulo, pero ya estaba hecho, ¿y qué otra opción tenía? ;(
gracias, gracias, gracias a todas las que han votado y comentado :)
nos vemos,
maría

querida eleven ; bylerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora