Aparté mis ojos de la taza de té, ascendiendo mi campo visual hasta su destino final.
Allí se encontraba él, interno en su anual rutina matutina de las ocho de la mañana, profundizado en la revista semanal sobre estilos musicales similares a los míos, acompañado con su típico desayuno y un cigarro muerto en el cenicero.
Dediqué unos leves segundos a admirar la perfección de sus facciones, junto a su irreal y cercana presencia. Bajo su ropa se encontraba una extensa colección de tatuajes, pero aparentemente, él sentía una desenfrenada necesidad de ocultar sus personales obras artísticas. Tras sus ojos oscuros escondía una historia incompleta y dolorosa, que nunca logré descifrar a la perfección.
Transcurridos algunos minutos, hizo retroceder su asiento y se levantó. Abandonó un billete sobre una pequeña bandeja de plata antes de comenzar a caminar en línea recta, sin una dirección asegurada en su conciencia.
Los mismos sucesos ocurrieron el día después, y los tres siguientes, sin permitirme gozar de un leve descanso.
Pero el cuarto día consecutivo, logré distinguir sus movimientos monótonos y su mirada exánime, adornada con un par de medias lunas violáceas. Sus labios estaban secos, su tez pálida y su alma aparentemente vacía.
Vestía despreocupado, con una sudadera oscura de Slipknot y unos pantalones ajustados, equipados con rotunas en sus rodillas. Tapaba sus manos con guantes negruzcos, rodeaba la rosa de su cuello con bufandas y cubría su cabello con gorros de lana.
Abandonó su desayuno nutritivo por una simple taza de café, acompañada por unas pastillas que reconocí facilmente: antidepresivos.
Tras conversar con mis amistades más cercanas, decidí socializar con el muchacho para conocer las razones de su defunción voluntaria, pero aquel día, él no asistió a nuestro encuentro visual.
Podría haber enfermado, o quizás se encontraba en un viaje. No podía dejar que las preocupaciones se alimentasen de mis pensamientos sin conocer realmentes lo motivos del muchacho desconocido.
Dos semanas posteriores a su desaparición, el muchacho tomó nuevamente su puesto, y antes de abandonar el local, soltó un papel doblado a la perfección sobre la mesa.
Cuando observé que su posición era lo suficientemente lejana para no ser capaz de contemplar mis actos, acerqué mi silla hasta la mesa y analicé el impreso con curiosidad. Observé como una de las esquinas estaba ligeramente doblada, adornada con un pequeño dibujo de una calavera.
Una escalofrío recorrió mis vertebras por individual, y siendo presa de un temor imparable, desdoblé el papel con pulso tembloroso.
<<Si eres el pequeño pelirrojo que siempre se sienta a mi derecha, sigue leyendo. Si no es así, puedes irte a la mierda directamente.
Antes de que leas esta carta, voy a recurrir a la educación: Soy Oliver Scott Sykes, 27 años, británico, pero por motivos educativos y laborales de actual residencia en Estados Unidos (me mudé aquí hace ocho años atrás. ¡Eso es mucho tiempo, lo sé! ¡Soy tan viejo que te puedo contar millones de anécdotas! Pero no estoy escribiendo esta mierda por eso exactamente. No, amigo, no.)
Desde hace tiempo noto que me miras demasiado, ¿sabes? Y yo no estoy acostumbrado a que la gente se interese en mi. Soy una persona más, como cualquier otra, pero tú me elegiste por alguna razón que desconozco y que lamentablemente nunca conoceré.
¿A dónde quiero llegar exactamente diciéndote todo esto? A algo que, aunque aparentemente sea sencillo, no lo es: Me voy a suicidar. Tengo razones abundantes para hacerlo, y no necesito una terapia intensiva de palabras optimistas, porque la decisión ya está tomada.
Actualmente, no tengo a nadie a quien escribir mi última carta. Y después de un par de noches en vela (es una de las razones por las ojeras, además del insomnio por la depresión), decidí mandarte mis últimas palabras a ti, pequeño pelirrojo de nombre desconocido.
Te agradezco tus espiaciones, has alegrado muchas de mis mañanas antes de que me viera hundido en el gran y oscuro agujero de los problemas psíquicos. Siempre eras el único que me mirabas a las ocho de la mañana y parecía esperarme fiel el día siguiente, porque tenías ganas de verme (o eso creo haber deducido).
Había días en los que pensaba que, si respiraba hondo y salía a la calle sonriente, tendrías el valor de acercarte a mí para coquetear o algo por el estilo. Pero, en mi interior, sabía que eras tímido y que no era tan fácil.
¡Pero no importa! ¡Yo soy un caso perdido! Simplemente...escribo esto para agradecerte haber estado atento en mí cuando nadie más lo estuvo. Recuerda que eres importante, y eres capaz de hacer feliz a los demás aunque solo sea con miraditas interesadas.
Yo me sentía acompañado gracias a ti, parecer ser una gran persona. Te mereces a alguien mejor que yo, créeme.
Eres un gran acosador, pequeño, te doy la enhorabuena.
Te quiere,
Oliver Sykes.
P.D.: Mandé un e-mail a mi hermano, solo para notificarle de mi muerte. No te alteres si te visita un chico de ojos azules y piel pálida en los próximos días; él es Tom, mi hermano menor. Le dije que eres mi novio, y que nos conocimos donde ahora mismo estás sentado. >>
Sentí una lágrima recorrer mi pómulo, mi vista se humedeció en unos leves instantes, y comencé a sentirme presa de un pánico imparable.
Dirigí mi mirada hacia los lados, siendo incapaz de reconocer la figura de Oliver. Sentí un gran vacío en mi interior al conocer el verdadero nombre de un suicida.
Oliver Scott Sykes, el suicida del que me enamoré y del que nunca podré ser correspondido.
* * *
Okay, no me maten, hoy estoy realmente baja de ánimos y cansada, pero llevo planeando este shot desde hace...¿dos meses? Sí, aproximadamente. Tenía prevista hacer un fic sobre ello, pero algo más romántica y humorística. Hoy estoy realmente cansada, lo digo en serio xd
El próximo será de Jatt Kish (Jordan Fish y Matt Kean skjgdhjsags los bebes ;-;)
Espero que les haya gustado <3
p.d.: sigo recordando que admito propuestas.
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homosexual imagine ☹ español
FanfictionDemasiado gay para este mundo. padaledger © Todos los derechos reservados.