eleven months | jatt kish.

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—Ahora escucharemos las palabras de Matt, el novio de Jordan.

El cura se apartó del micrófono, y en un susurro inaudible permitió a Matt comenzar su discurso. 

Respiró hondo, nervioso, incapaz de pronunciar las palabras con precisión. Sentía incontrolables sentimientos azotar su felicidad. Era como sufrir una contínua tortura, incapaz de ser parada o temporalmente bloqueada.

Aclaró su garganta antes de dirigir una mirada sobre las personas presentes. Algunos brillos se marcaban sobre los pómulos de personas aleatorias, se escuchaban con dificultad algunos murmuros doloridos, y en el fondo se encontraban dos de sus mejores amigos, derramando seriedad en el ambientes para evitar sus lágrimas.

—No soy bueno dando discursos, es un defecto, lo siento —comenzó a hablar.

Desde el comienzo de la relación, Matt conocía los gustos estrictos de la familia Fish. Ejercían dudas sobre la aceptación de la homosexualidad. Tras escuchar discursiones entre Jordan y sus padres, Matt decidió intervenir y explicar las razones necesarias para comprender todas las orientaciones sexuales.

Jordan nombró varias la palabra héroe tras hacer razonar a sus padres, pero realmente Matt solo había expresado la injusticia de la situación familiar. Matt solo había esparcido su opinión.

Una leve sonrisa se dibujó sobre su rostro recordando aquellos momentos. Su mirada contactó con la madre de Jordan, quien limpió el maquillaje derramado por sus rojizas mejillas.

—Todos sabemos perfectamente las razones de nuestra presencia aquí, ¿verdad? Y si no lo sabes bien, te invito a que abandones tu estancia aquí. No quiero a gilipollas arruinando esto, mi novio no quería a imbéciles rodeándole en ningún momento.

Divisó en el fondo de la iglesia la sonrisa de Oliver, y una leve sacudida de hombros que mostró su sentido del humor.

Las carcajadas pegadizas de Jordan recorrieron la mente de Matt rapidamente. La luz del crepúsculo posado en el horizonte nubló su visión, internándole nuevamente en sus recuerdos. Reconoció rapidamente el lugar: la cafetería de su hermano. Era el segundo martes de mayo, se encontraba rodeado de risas varias, debidas a una broma de Oliver, quien sujetaba entre sus manos una botella vacía de cerveza.

—Mi nombre es Matt Kean, y me enamoré de Jordan hace aproximadamente dos años, pero hasta hace once meses no tuve la valentía para pedirle una cita —tocó su cabello con patosidad, sintiendo el nerviosismo desaparecer levemente—. ¿Y saben qué? No me arrepiento de ello. Han sido los mejores once meses de mi vida. Me escapaba de las casa de mis padres, corría hasta la de la familia Fish y me colaba por la ventana de Jordan.

Los padres de Jordan rieron levemente: ¿Quién imaginaría que, el chico que primero odiaron, les había regalado poco a poco una vida mejor? 

—Después cenaba algunas veces con la familia entera. Y les felicito por la calidad de la comida, sobre todo porque Jordan era un buen postre —tragó saliva, guardando silencio unos instantes mientras algunas personas soltaban carcajadas débiles—. Pero no todo era felicidad, ¿verdad? A veces las desgracias vienen cuando más feliz estás...supongo que es ley de vida.

Matt giró su cabeza levemente hacia la izquierda. Sobre las frías y blanquecinas baldosas de la iglesia estaba posado el ataúd de Jordan, siendo levemente iluminado por la luz solar que penetraba desde las ventanas. 

Una ligera sonrisa fingida se posó sobre su boca, y una lágrima rebelde adornó su pálido rostro.

Supongo que es ley de vida.

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