Fui tuyo sólo una vez | cashby + alioli.

840 48 21
                                    

Siempre sonreías cuando me besabas. Acariciabas mis mejillas. Susurrabas palabras repletas de romanticismo. ¿Y ahora? Ausentas tu pasado. Varías tu historia. Recorres las calles sin mirarme. Sonríes a otros tal como lo hacías conmigo. Siento, comienzo a comprender, que eras una simple mentira. Un perfecto actor. Interno en tu papel de conquistador.

He notificado nuevas marcas en tu piel. La tinta esparcida sobre tus brazos aumentó. He admirado tu pecho. Tu cicatriz ha desaparecido. Logré sentir felicidad en mi interior. Estás bien. Finalmente, te has recuperado. Pero yo nunca lo logré hacer. Soy promiscuo a tus andares. Porque, cariño, solo soy un adicto. Tú eres sólo una adicción. Y la terapia no funciona sobre mí.

Todos los martes te sientas en el banco del puente. Lees tu novela favorita. Bebes café. La tranquilidad te posee, y tú permaneces en calma. Percibes el escaso tráfico atravesar la ciudad. La brisa otoñal peina tus cortos cabellos. Nunca notas mi mirada. En el tercer piso del portal cincuenta y nuevo. Allí me encuentro. Interno en tu belleza. Hipnotizado en tus facciones.

El anterior jueves logré escuchar tu voz. Tu hermosa risa. Tan contagiosa y leve como siempre. Oculte mi figura tras una pared cercana. Divisé tu sonrisa entre manos desconocidas. Te agachaste, y le besaste. Fue lento. Fue doloroso. Giré sobre mis talones. Quería correr. Huir. Quería olvidar. Pero fue un intento patoso. Choqué con mi muchacho castaño que, sorprendentemente, sonrío.

—Lo siento —dijo—. ¿Podrás perdonarme si te invito a un café? —solté una carcajada. Los brillos de sus ojos esperaban mi respuesta. Pensé en ti. En mí. En nuestro pasado. Pero no en nuestro inexistente futuro. Miré al muchacho, y asentí. Él tomó mis manos—. ¡De puta madre! Soy Oliver, por cierto.

—Yo soy Alan. Encantado.

Estrechamos nuestras manos.

—El placer es solo mío, pequeño.

No logré evitar mi rubor. Anduvimos hacia una cafetería cercana. Adornos florales se hallaban en las mesas. Oliver se mostró educado y simpático. Pero mi mente buscaba tus parecidos en su piel. Las leves arrugas ladeando sus globos oculares eran similares a las tuyas. Pero su iris era verdoso. No había sido agraciado con tu luminosidad. Tampoco tu sonrisa.

Antes de abandonar el local, logré encontrar tu rostro entre la clientela. Conversabas con un trabajador. Le entregaste tu teléfono móvil. Entonces, me percaté de tu acompañante. Era de menor estatura. Similar a mí. Su cabello era castaño. Mechones rebeldes caían sobre su rostro. Ocultaba su peinado tras un gorro rojizo. Enrollaba sus brazos en tu cuello y besaba tu mejilla.

Un ardiente sentimiento consumió mi estómago. Oliver socorrió mis necesidades. Me trasladó hacia la salida. Acarició mis hombros, y sonrío levemente. Era dulce. Tanto como tú. Compartí un beso en su pómulo antes de ofrecerle mi número telefónico. Él aceptó instantáneamente, produciendo una extraña risa por mi parte.

Dos semanas posteriores, me apoyé en mi cama y admiré por mi ventana. Era martes. Te divisé en tu banco habitual. Interno en la lectura. Bebiste de tu café y analizaste el ambiente. Repentinamente, volviste tu cabeza. Sonreíste. Fui tan feliz. Pero todo se agrietó. Él estaba allí. Reconocí aquel rojizo gorro. Apreté mis labios y golpee la pared.

¿Por qué él?

El sábado, Oliver me ofreció un nuevo encuentro. Un local en las afueras celebraba una fiesta. Era el octavo aniversario desde su apertura. Acepté, con un tono encantador. Conocía aquel bar. Trabajabas allí. Lograría verte con mayor cercanía. Y aquel molesto muchacho no disiparía mis esperanzas.

Portaba mis prendas habituales —sudadera oscura, pantalones ajustados— cuando el timbre aturdió mis tímpanos. Revolví mi cabello antes de abandonar mi apartamento. Oliver conducía. Era una moto negruzca. Grande. Aparentemente cara. Cuando alcanzamos el local, el ambiente estaba cargado. Música electrónica, bailarines danzando sin cesar, alcohólicos consumiendo sus necesidades y la soledad escaseando en las esquinas.

En el fondo, tu rostro iluminó mi existencia. Oliver pronunciaba oraciones constantes. Pero eras tú el causante de mi despiste y desinterés. Anduve hacia ti. Esquivé  a cientos de personas hasta admirarte con detenimiento. Pero, me percaté de un detalle que, anteriormente, no logré notificar. Y es que no eras tú. Era un muchacho similar a tu persona.

Tragué saliva. ¿Cómo podía ser?

Giré mis ojos. Oliver me observaba confuso. Anduvo hacia la salida. Ignoré su presencia. Tomé mi teléfono móvil y busqué un contacto específico. Pulsé la opción de llamada. Tras tres tonos, una voz masculina acudió.

— ¿Justin? ¿Eres tú?

—Joder, Alan. ¿Quién si no? —Permanecí silencioso, centrado en mi respiración—. ¿Ocurre algo malo?

—Necesito…saber algo. Saber de alguien —él me permitió proseguir. Froté mi frente. Un vehículo recorrió la calle. Oliver golpeo mi hombro. Negué con la cabeza, y me alejé. Quería soledad—. ¿Qué ha ocurrido con Austin?

El silencio prosiguió.

—Austin… —susurró Justin, nostálgico—. Él se mudó a Francia en 2008. Cuando lo dejasteis. Y...

— ¿Qué? ¡Dímelo!

—Se casó, Alan. Me invitaron a la ceremonia, pero no quise asistir. Tú eres mi mejor amigo. No él. Mucho menos su mujer.

Sentí las lágrimas nublar mi visión. Revisé el suelo, y me senté. Cruzando mis piernas. Notificando la humedad descendiendo mis pómulos.

—Lo último que supe de él fue que había sido padre. Gemelas, Alan. Dos preciosas niñas. Olvídate ya de él. No dejes que te dañe  más.

—Pero él estaba aquí…Te lo juro. Yo...¡yo lo vi!

—No, Alan. Él se fue. Pero parece que tú nunca le dejaste marchar.

_________________

ALIOLI ZIEMPRE.

Quería dejar claro que estaba viendo el vídeo de Lego House (Ed Sheeran) y saltó este hermoso final (?) Quería aclarar que el muchacho castaño de gorro rojizo sería David, de Breathe Carolina. Mi amiga Lena shippea a austin y david y, bueno, salió esto xd

El próximo relato será de Muke :D (por fin xd)

Bueh, goodbye c:

homosexual imagine ☹ españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora