• 3; Disgustos y más disgustos.

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Draco Malfoy estaba de buen humor al pasar los días, por lo menos había dejado de mostrarse un tanto tosco o mal humorado, gritándole a algún elfo que no tenía la culpa de nada. Pero estaba en sus mejores días, y eso podía darse cuenta todos. Pero más Potter, quién admitía que lo prefería de aquella manera que a la otra.

Pero cambiando su actitud, ahora Draco era quien buscaba no aburrirse. No quería salir al Londres mágico, teniendo a Potter como niñera, no quería que los vieran.

Ni tampoco podía salir con Lucius cuando esté iba a arreglar algunos asuntos de sus negocios porque este también salía con algunos dos aurores. Y su madre ni que decir, la mayor parte del tiempo se la pasaba en la cocina para ver que hacían los elfos domésticos, después de tanto tiempo, ella estaba teniendo interés por la cocina, y lo que menos quería era estar ahí sentado como si nada dejando que los elfos lo llenarán de muchos postres que seguramente no negaría en probar.

Si alguna vez se había sentido con tanta libertad en su propia mansión, ahora se sentía totalmente limitado desde la llegada de los aurores y eso que solamente había pasado una semana.

Si no fuera por quién-no-debe-ser-nombrado, estaría gozando de maravillosos días en donde pudiera quejarse de la primera con mucha facilidad, pero ni tampoco podía salir a quejarse del sol, ya fuese por una cosa u otra. Pero quería encontrar un buen motivo para no tener que morir de aburrimiento.

Y ese motivo se encontraba en el mismo invernadero donde estaba él en ese instante.

Harry se encontraba sentado en uno de los sofás cercanos a la puerta de aquel invernadero sin quitarle la vista de encima a Malfoy quién con sus manos, tocaba los pétalos de aquellas rosas rojas llegando a causarle nervios al pensar que podría llegar a espinarse, pero vaya, era asunto de este.

Pero por más que trataba de no verlo, su vista volvía hacia el chico quién se detenía de vez en cuando y se acercaba a oler el dulce aroma de aquellas rosas.

De verdad que había cambiado a como lo recordaba, y si lo admitía, el cabello largo hasta la altura de los hombros, le daba un buen estilo, parecía como si fuese una persona totalmente pura, de lo cual no tenía nada. Tenía cara de ángel pero un cuerpo del demonio. 

—¿Sigues ahí? —lo escuchó hablar y salió de sus pensamientos.

—No, ya me fui.

—Mira qué gracioso, ¿Ya me puedo reír?

—Es obvio que estoy aquí, Malfoy.

Bufó exasperado y desviando la mirada hacia una zona especial donde podía ver unos cuantos girasoles.

—Dame las tijeras que están colgando en la pared —este murmuró estirando la mano—, ¿O acaso también son quien-tu-sabes, como para matarme?

Se puso de pie por mala ganas hasta acercarse a aquél rincón para tomar las tijeras de jardín y acercandose donde estaba su ex compañero de instituto.

—Las cosas se piden con un por favor.

Draco hizo una mueca mientras tomaba las tijeras cuando las puso sobre su mano, lo observó acomodarse un par de guantes como pudo y giró su mirada de nueva cuenta hacia aquél rosal.

—A mi madre le gustan estás rosas. Y ya crecieron lo suficiente como para que se las dé —Harry no perdió de vista como se las ingeniaba para tocar las rosas que antes había tanteando—, mi padre alguna vez intentó darle rosas verdes pero terminó siendo mala idea.

—¿Por qué?

—Se salió de control, quién tocará aquellas rosas se volvía verde. Y sabrás quién se puso verde.

Serendipia;  [ Harco ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora