• 23; El final puede comenzar a colores.

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2 años después.

Ganarse a Lucius Malfoy no fue nada fácil como había pensado desde un principio, aunque con Narcissa había sido más fácil, la mujer estaba más que en deuda con él, que no dejaba de consentirlo cada que pisaba Malfoy Manor para ver a Draco, el patriarca Malfoy, a él se lo había ganado poco a poco, este parecía más calmado al darse cuenta que de verdad iba muy en serio con su hijo.

Hermione ni se dijera, estaba más que contenta con Draco, que trataba que Ron y este hicieran las pases, pero el rubio fingía estar ciego de nueva cuenta cuando tenía que ver al pelirrojo. Si, a ellos dos iba a ser más difícil entablar una amistad.

Blaise, Thedore y Pansy eran otra cosa, parecía que ellos jamás les enseñaron que debían de tener prudencia cuando se necesitaba. Que debían de guardarse sus comentarios y no soltar lo qué pensaran sin saber lo que pudieran causar, lo peor, es que Draco era igual. En un principio había dicho que si podía con el rubio, podría con los otros dos: un grave error. No pudo con los 3 juntos.

Debía de soportarlos e incluso las burlas, porque Theodore trabaja en el ministerio de magia y los chismes sobre un caso gracioso sobre el departamento de Aurores, ya había circulado hasta oídos de su rubio que siempre lo esperaba pacientemente para poder reírse en su cara.

Pero de todo lo demás, era tranquilo. Molly trataba a Draco como a un hijo más mientras los demás Weasley trataban de sentirse cómodos a su lado. Las cosas iban poco a poco, no iban tan apresurados de aceptarlo de la noche a la mañana.

Siempre era una disputa entre Malfoy. Weasley, quién diría que aquellas dos familia iban a terminar unidad por un par de personas. Como los pelirrojos adoraban tanto a Harry, aceptaban el amor que sentía por Draco.

Draco había cambiado demasiado a como lo recordaba en Hogwarts, era un poco más amable y a veces se le olvidaba morderse la lengua para decir algún comentario. Pero seguía siendo este, el orgulloso, egocentrico, mal hablado, prejucioso (en ocasiones), pero sobre todo, el valiente Draco Malfoy que supo afrontar la ceguera temporal con la cual había vivido por años. Tal parecía que había aprendido de aquello, porque valoraba más a las personas y las respetaba a su manera.

Y también estaba orgulloso de él. Lo admiraba por todo lo que estaba haciendo, por amarlo y ser tan claro con sus sentimientos. Además, no había dejado de lado su mayor sueño de querer ser medimago porqué apenas había recuperado su vista, y a los pocos meses llegó a su lado con su matrícula para ser sanador.

Después de todo, había seguido el consejo que le había dado para realizar sus sueños y remediar sus errores tal como decía.

Un año más, y Draco se iba a graduar con honores. Iba a ser el mejor medimago que San Mungo podría tener en toda su maldita existencia, porque su rubio no era cualquier persona, era su mayor amor ante todo.

Y debían de valorarlo.

—Vamos a ser padres.

Harry dejó de pensar en todo lo que estaba rodeando su mente para girar a ver al rubio que se encontraba a su lado.

El chico tenía una expresión seria, parecía molesto y no supo cómo reaccionar porque las palabras dichas seguían resonando en cada parte de su cabeza.

—¿Q-qué? —tragó saliva tratando de no cometer algún error.

—¿No oíste, sordo?

—Si pero...

—Solamente así me haces caso, te estoy hablando como idiota desde hace un minuto y sigues mirando aquella pared como si fuese más interesante —el chico cruzó los brazos para volver a dirigir su mirada hacia los pergaminos que tenía enfrente suyo.

Serendipia;  [ Harco ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora