• 2; Tonto auror.

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No tenía idea de qué hora era, solía despertar cuando su madre, padre o algún elfo llegaba a levantarle. Pero para ser sincero, casi no había podido dormir, ¿Por qué? No tenía la menor idea.

Para empezar, quién sabe que tantas cosas había hecho Potter en su cuarto antes de que pudiera dormir, ni siquiera se sentía tan cómodo porque pensaba que lo estaba vigilando y sabría hasta cuándo fuera a mear. Eso provocó más dudas en su persona al tratar de sacarse de la mente, que también había hecho algunas cosas en el baño, justo ahora tenía ganas de ir a este, pero se iba a limitar.

Se encontraba sentado a la orilla de la cama, con los ojos entrecerrados mientras se cepillaba repetidas veces el cabello por estar pensando tanto. ¿En quien? Pues en Potter.

Llevaba como 6 años sin verlo (ilógico porque no podía ver) pero a veces llegaba a oír de él, por los demás. Solamente sabía que si se había dedicado a ser un auror, y que con el paso que llevaba, podría llegar a convertirse en el jefe de aurores más joven que el ministerio de magia pudiera tener. Y a eso la gente parecía encantarle, pues el famoso Harry Potter sería hasta entonces, el encargado de resguardar la seguridad mágica si era el jefe.

¿Cómo sería él? La voz le había cambiado por completo, la sentía un poco más ronca y gruesa a la última vez que recordaba. ¿Habría crecido? ¿Usaría esas mismas gafas absurdas? Y tampoco podía ir preguntando cómo era Potter, se vería tan estúpido.

Dejó el cepillo sobre la cama para poder ponerse de pie, contando los pasos y sabiendo de memoria donde se encontraban las cosas en su cuarto. Así que fue logró llegar con facilidad hacia donde se suponía, estaba la ventana para salir a la alcoba. Pero lo único que encontró enfrente suyo, fue piedra.

Tanteó como pudo, sin encontrar la superficie plana del vidrio pero no tuvo ningún éxito. Creyendo que se trataba de alguna broma absurda, sacó su varita para señalar enfrente suyo.

—Finite incatatem... —murmuró esperando que hiciera efecto.

Cuando volvió a tantear en la pared, se dio cuenta que seguía igual que antes.

Seguramente debía de verse como un grandísimo idiota haciendo eso pero siempre tenía la costumbre de salir al balcón cuando despertaba temprano, le agradaba recibir los primeros rayos de sol que no eran tan agresivos a esa hora. Y ahora, no podía ni siquiera salir.

Su mente viajo hasta Potter. Y su rostro se puso totalmente rojo por el enojo que comenzaba a sentir.

—¡Mamá! —gritó con fuerzas y absteniéndose de golpear la pared—, ¡Mamá con un carajo, que el ciego está en problemas!

Se alejó de la pared dándose vuelta para donde estaba la puerta, ya había cruzado los brazos con indignación.

—¡Mamá! ¡O papá!

Escuchó la puerta abrirse más unos pasos apresurados de haber acudido de inmediato a su llamado de emergencia.

Si hubiera sido su madre, ella hubiera entrado preguntando con mucho cariño, que era lo que le sucedía. Su hubiera sido su padre, este le hubiese sugerido que no debía de gritar mientras entraba. Así que la única persona que se le pasó por la mente fue Potter.

—¿Que demonios te pasa?

Si, efectivamente era el.

—Dime Potter, ¿Ves algo diferente?

Harry le miró de arriba a abajo al ver qué seguía en pijama pero con el cejo fruncido.

—¿Y yo que rayos voy a saber, Malfoy?

—¡La alcoba! ¡Cerraste la ventana y pusiste piedra!

Harry entre abrió sus labios al comprender el motivo del enojo matutino que lo había hecho saltar de la cama, igual no había podido dormir muy bien que se diga.

Serendipia;  [ Harco ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora