Camilo Aliaga era hijo único; nacido en una familia de clase alta, conservadora, y católica. Estudió en el Colegio Seminario Pontificio Menor, y a diferencia de sus padres y tíos, que eran médicos, optó por ingeniería en la Universidad de los Andes.
En una de las innumerables marchas estudiantiles a la cual asistió Camilo junto a un grupo de compañeros de facultad comenzó a tomar gusto por los bailes, las batucadas y las representaciones artísticas, es decir, todo lo que tenga relación con el arte. Sin pensarlo dos veces, se dedicó a fotografiar toda protesta que hubiese, incluso llegó a estar detenido en más de una ocasión.
- Pero ¿qué mierda hacías tú ahí?
- Perdón mamá, estaba tomando fotos.
- Algo más tendrías que haber hecho, si no los carabineros no te habrían detenido por solo tomar fotos.
- Te digo que solo hacia eso, los pacos toman a cualquiera.
- ¿Los pacos? Modera tu lenguaje.
- ¡Y tú sal de tu maldita burbuja!
Las discusiones entre Camilo y sus padres eran cada vez mayores, desde la homosexualidad; tema recurrente de conversación en la familia, hasta la política, pasando por la religión, la migración, entre otras cosas.
- Sí yo fuese presidente haría que la policía tuviese más poder para que estos pendejos aprendan a respetar a la autoridad.
- Pero papá están peleando por sus derechos.
- Los jóvenes educados no deberían meterse en las conversaciones de los adultos – dijo su madre.
- ¿Tú crees que quemar un banco es luchar por los derechos? – le preguntó su padre dirigiéndole la mirada – si quieren cambios que vayan a votar cuando sea el tiempo de elecciones.
- Pff votar no sirve, ganan los mismos de siempre. Lo único que se consiguió votando fue sacar a Pinochet, hoy en día las rebeliones se ganan en la calle, con fuego y sangre.
- ¡Oh vaya!, no puedo creerlo. Tenemos a un comunista en la familia – dijo una de sus tías – yo sabía que juntarte con esos rojos de mierda le haría mal al niño.
- ¡Pero a que punto hemos llegado los comunistas están invadiendo la Universidad de los Andes! – exclamo otra de sus tías.
- No soy comunista solo que...
- Que estás defendiendo lo indefendible – le recriminó su padre.
- No es indefendible.
- Ilumínanos – dijo su tío guiñándole el ojo.
- Ya es suficiente, Camilo tienes que estudiar para tus exámenes – le ordeno su madre.
Con un gesto de respeto se retiró de la mesa, subió las escaleras entró a su cuarto y esbozo una sonrisa.
«Espanté a la tía Carmen» pensó mientras reía.
Pasaron los meses, la fotografía le encantaba cada vez más, mientras que ingeniería paulatinamente dejó de gustarle. Aunque le iba bien no lo llenaba plenamente. Fue así como, al pasar los meses y escondidas de sus padres se salió de la carrera y entró a estudiar fotografía, ahí conoció a Rafael Henríquez. Se hicieron grandes amigos, iban juntos a marchar, estaban involucrados en las tomas de la universidad, tocaban guitarra en la locomoción colectiva, salían a bares a beber, etc.
Pronto Camilo descubrió que quería a Rafael, no como un amigo como él pensaba, sino que sentía que se estaba enamorando. Al principio sintió temor, lo que sentía era algo revolucionario, pero luego sintió pena, sabía que Rafa como Camilo le decía no sentía lo mismo por él, y que solo lo veía como un hermano.

ESTÁS LEYENDO
Un puñado de historias
De TodoUn tipo que tiene un sueño extraño y siempre despierta en el mismo punto, una chica que debe cuidar a unos niños y suceden cosas extrañas en la casa, un par de amigas que viven una aparición demoníaca, una extraña experiencia jugando al GTA San Andr...