Capítulo VI: Nueva sucursal

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- ¿Y? ¿pensaste en mi propuesta?

- No lo sé Adrián, no me atrae la idea de irme para allá yo solo.

- Oh vamos, son dos meses y es mucha plata, más de lo que ganas ahora.

- Pero voy a estar solo.

- No tengo a quien más enviar.

- Está bien, iré, pero solo dos meses, cumplido el plazo me regreso a Santiago.

No me convencía del todo ir a Curicó solo. En parte iba a extrañar a mi familia y mi trabajo era una real mierda. Me tenía aburrido, pero estaba atado de manos, cada vez que me disponía a buscar trabajo en lo que había estudiado no encontraba, y no es que no hubiera. Al contrario, abundaba; mal pagado eso sí. Pero lo peor era la experiencia laboral, no entiendo como piden experiencia si los recién egresados no tienen la oportunidad. En fin, lo único positivo no iba a tener al machista, insoportable, fascista, y tacaño de mi jefe cerca de mí. Eso de cierto modo era una motivación extra.

Llegue a Curicó un lunes, el viaje fue eterno. Sí, sé que de Santiago son poco más de dos horas, pero para una persona que no sale nunca de la capital le parece largo y extenuante. Al llegar me importó poco el frío que hacía ya que, como dije anteriormente el tacaño de mi jefe me ordenó que desocupara la bodega y limpiara el local, después de todo el miércoles abriríamos al público y entre estos dos días nos dedicaríamos según él a limpiar. Digo según él por que como era de suponer la mitad del tiempo se lo pasó dando órdenes y la otra mitad peleando con los empleados de la sucursal de Santiago.

- ¿podrías ayudarme un poco?

- Sí si de inmediato, Andresito.

- ¿Problemas en Santiago? – pregunté en tono burlesco.

- Sí, estos haitianos flojos que no hacen nada y para variar reclaman.

- Pero si les pagas menos del mínimo y están sin contrato.

- Ya ¿y que tiene? – inquirió un tanto molesto.

- ¿Cómo qué que tiene? Es ilegal.

- Todo el mundo lo hace.

- Todos los empresarios corruptos lo hacen.

- Ya salió el defensor de las causas perdidas, cuando nos invadan y Chile sea negro te quiero ver.

- Mejor voy a seguir trabajando.

- Pero si tengo razón, sabes que la tengo, no sé para qué te enojas.

Preferí dejar que hablara solo. Si de por si me tenía aburrido, no soportaría que se pusiera a hablar las burradas de siempre que los negros aquí, que los flojos de Venezuela, que los cocaineros de Colombia, que le roban el trabajo al chileno, que el aumento del desempleo, que la economía y un largo etc.

Mi jefe era especial, pinochetista a morir, le declaraba la guerra a todo extranjero, lo cual era contradictorio porque en su local de los diez que trabajábamos ahí solo había dos chilenos; un muchacho que trabajaba en bodega y yo. El resto eran venezolanos y haitianos. Adrián culpaba de todo al gobierno anterior, si veía alguna protesta para él era los resentidos que no dejan el país avanzar al progreso económico y glorioso paraíso de Piñera, entre otras cosas que no viene al caso mencionar.

Me encontraba ensimismado limpiando la parte trasera del local, mientras cantaba Beautiful Ones, que no me percaté cuando una señora de avanzada edad se me acercó por detrás y me dijo.

- ¿Abrirán un nuevo local?

- ¡Mierda! señora me asustó.

- Disculpe joven no fue mi intención.

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