Capítulo VII: La misión

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Desperté temprano en la mañana. Son casi las 11, la excitación, el miedo y la ansiedad recorren mi cuerpo. El maldito sol ya estaba alto; una de las cosas malas del verano. El desayuno se resume a una taza de café, ensimismado en mis pensamientos, hasta que una llamada hace que vuelva a la realidad.

Escucho la voz de mi superior al otro lado del teléfono.

- Tapia – me habla algo enojado.

- Diga señor.

- ¿Tienes ya el trabajo?

- No, aunque ahora me disponía a hacerlo.

- No quiero contratiempos, ¿está claro?

- Sí señor, no se preocupe. Todo se resolverá.

Mi trabajo en sí era fácil. Todas las noches soñaba con este momento.

Camino por las calles de Santiago, por mi mente divagan varias ideas a la vez; mi bandera, los monumentos con los que se me homenajeará en algún futuro, las felicitaciones de mi presidente, etc.

Mientras me acerco a mi objetivo repasó su rutina que tanto estudié durante estos últimos meses. Cada día lo mismo, por la mañana un café, luego a su trabajo, una visita al cementerio, y devuelta a la casa.

Estoy llegando al lugar, mi corazón se acelera, puedo sentir como las pulsaciones están a mil, noto como mi mano tiembla, y todo lo planeado se va a la mierda. Cierro los ojos y puedo ver la calle con mi nombre, y a toda una nación sintiéndose orgullosa, vengo a liberar al país, estoy aquí para limpiar la patria. Me asomo por la ventana y lo veo, ahí está tranquilo conversa con una mujer, a la cual no reconozco. Grito un viva Chile y entró a la casa.

Ellos se sorprenden al verme le apunto a la mujer y disparo en la cabeza. Su cuerpo inerte cae al piso que se tiñe se rojo, el hombre está horrorizado le apunto con el arma y le doy instrucciones que se ponga de rodillas, una vez reducido le vendo los ojos y le ato las manos, abandonamos el lugar, sin antes cargar a la mujer con un arma y una granada entre sus pertenencias, para así justificar su muerte y hacerlo pasar como un enfrentamiento.

Avanzamos hasta un sitio baldío le obligo nuevamente a ponerse de rodillas, el sol quema deben ser casi las dos de la tarde, le quito la venda, para que vea quien soy, no emite ninguna palabra, y procedo a morfarme de él.

- ¿Qué pasa? ¿Por qué no cantas ahora? – le pregunto con ironía

El tipo solo se dedica a mirar el suelo.

- ¿Dónde están tus camaradas de partido? ¿dónde están tus gritos agitadores? malditas lacras tenían al país sumergido en la miseria.

-...

- ¡Dime algo maldita mierda!

Levanta la mirada, me escupe y dice sus últimas palabras

- Triunfaremos, volveremos hijo de puta. Podrán matarnos a todos, pero la idea de una sociedad mejor germinará en los obreros y estudiantes. Porque de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre...

Cierro los ojos, pienso en mi calle, mi bandera, mi general, abro los ojos y le disparo tres veces al pecho, para asegurar que este muerto.


Dudé mucho de publicar o no esta historia

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Dudé mucho de publicar o no esta historia. Al final opté por hacerlo, este pequeño homenaje para todos(as) que perecieron en esta fecha trágica. Para que nunca más pasé esta aberración ni en Chile, ni en Perú, Argentina, Brasil o cualquier otro país. Verdad y justicia.

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