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A pesar de todo, Sebastián tenía miedo por la salud del omega, no quería que nada le pasara y si así era culparía a todos los que le enseñaron lo que ahora sabía.

Ciel ignoraba esto, además de que el doctor le recomendó absoluto reposo, cosa que a Ciel le causaba incomodidad, puesto que se sentía inútil.

Los betas, otros omega e incluso alfas, se encargaban de entretener al oji-azul, pero no era suficiente, ya que el azabache se estaba alejándo de él y además esas personas habían vuelto a ir a la casa de la pareja a querer causar más discusiones.

Cierto día en el cual estaban todos ocupados a Ciel se le ocurrió salir por un vaso con agua, para encontrarse con la sorpresa de que había alguien que ya conocía de cabellera roja y lentes abrazando a su alfa y este no hacía nada, estaba sentado en su silla, con los ojos cerrados y disfrutando del masaje y besos que el otro le estaba propinando.

—¿¡Sebastián!? —dijo el omega con lágrimas en los ojos y las manos en la boca.

—¡ciel! ¡Yo pensé! ¡Yo creí que...!

Ciel rápidamente se hecho a correr, pero lo largo de su vestimenta hizo que callera al piso.

—¡ay! —exclamó el omega entre el llanto.

—¡joven amo! ¿Esta bien? —esto lo dijo una mucama que acaba de adquirir el trabajo y que ahora pasaba a hacer sus nuevos deberes.

—¡no! ¡Llévame a mi habitación y llama al médico! ¡Y no dejes que ese mentiroso se me acerque! —se quedo viendo unos segundos al alfa, con sus ojitos totalmente llenos de lágrimas, tantas que casi no podía ver.

Llegando a la habitación, hizo que aquella mucama asegurará la puerta, justo unos segundos después el alfa intentó abrirla.

—señor, disculpe me pero el joven amo no quiere abrirle, esta muy mal y solo dejara pasar al médico. Le suplico que espere. —esa vocesita le dio mucha confianza al omega que estaba más mal que antes. Regresó corriendo hasta donde el omega estaba acostado en la cama. —¿que le pasa joven amo?

—estoy en cinta. Porfavor, has lo que sea para que el doctor lo salve aunque a mi no. —en ese momento el oji-azul perdió el conocimiento.

El joven amo, comenzó a tener fiebre y al mismo tiempo mucho frío, no despertaba, solo se quejaba.

Minutos después el doctor llegó, sacó su instrumental rápidamente y checo al bebé.

—¡maldición! —exclamó.

—¿que pasa? —dijo aquella tierna mucama.

—tendré que llevármelo al hospital, este chico está muy mal. ¿Que fue lo que paso?

—no lo sé doctor quizá... El señor Sebastián sepa algo.

Ciel alcanzó a despertar y con las pocas fuerzas que le quedaban para mantenerse despierto les pido a ambos que no dejaran que el alfa de acercara.

Ya en el consultorio del hospital el alfa explicó todo, obvio haciendo enojar al doctor ya que el había dado la especificación de que el omega no debía tener sobresalto, reposo absoluto y sus recomendación habían sido desobedecidas.

Ya en el hospital el omega tuvo la atención que requería. Horas después despertó pero ahora sí no se podía mover para nada.

—joven amo, que bueno que despertó. —el oji-azul fue recibido con una dulce sonrisa de aquella mucama pelirroja.

—¿que paso?

—tuvo una severa caída y se golpeó el vientre... Tuvo que ser necesario que lo trajeramos al hospital.

—¡ay no...! ¿Mi bebe como esta?

—esta... Esta en peligro... Es por eso que no debe levantarse para nada y el baño está aquí en la habitación. —volvió a sonreír.

—¿cómo te llamas? —preguntó el oji-azul.

—me llamó may-rin. Pero todos me dicen rin.

—bueno, rin, tu serás mi asistente personal. ¿Que te parece?

—joven amo... El señor...

—ni me lo menciones es un mentiroso.

—¿mentiroso?

—si, me engaño, me dijo que me amaba, pero se aburrió de mi... Y se consiguió a otro. —en ese momento el omega se iba a poner a llorar, pero rin actuó rápido.

—no se preocupe joven amo, debe ocuparse de ese pequeño ser que ahora nace dentro de usted, tiene que ser fuerte, valiente y ser un buen chico y no exalta se, si no el doctor nos regañara a los dos.

—llegó la cena. —dijo una enfermera sonriente y antes de que se cerrará la puerta el omega logró ver a su alfa. Al ver que la mirada de ambos se cruzaran ella preguntó. —¿quiere que lo deje pasar?

—¡no! ¡Por ningún motivo le deje pasar! ¡No lo quiero volver a ver!

—gracias, yo me encargo. —mencionó rin mientras se acercaba a tomar la cuchara y comenzar a darle de comer al omega.

—rin... No tengo hambre. —dijo el oji-azul volteando la cara.

—joven amo, tiene que comer... Por su bebe... —la pelirroja se le quedó viendo como rogándole así que al omega no le quedó más que aceptar y comenzar a comer.

La verdad es que en cuanto probó el primer bocado se sintió mejor y comenzó a sonreír.

—esta rico. —se encogió de hombros y recibió la siguiente cucharada más animado.

Terminando de cenar, recibió la visita del médico.

—hola, hola... ¿Como estas? —dijo el doctor.

—ya me siento mucho mejor, aunque me duele.

—si, al caer te golpeas te muy fuerte el estómago y pusiste perder a tus bebés.

—¿como dijo? —el menor se había quedado boquiabierto.

—si, son gemelos.

—¡rin! ¿Escuchaste eso? ¡Son dos! —ahora el omega estaba más ilusionado y además estaba tramando otra cosa.

—bueno, si sigues así pronto podrás ir a casa.

—¡no! ¡No voy a regresar con el!

—¿¡que!? —exclamar con la mucama y el doctor al unísono.

—quiero que sea un secreto entre los  tres. Me voy a ir con mis hijos, quiero irme a otro lugar, no quiero volver con el.

—¿esta bien, pero de que vivirás?

—no se preocupe doctor, el departamento en donde vivo es bastante amplio y además puedo regresar a trabajar donde estaba.

—no, no, no... El trabajo en la mansión es de mejor paga y además...

—nada de eso, si el señor Sebastián no sospecha nada, conservarse el trabajo, pero si sospecha regresaré al que estaba ¿le parece?

—algún día te pagaré rin.

—no se preocupe. —la mucama Sonrió y el doctor salió de la habitación.

Paso un par de semanas y cuando el alfa fue a buscar al omega para llevarlo a casa, este ya no estaba y no había por donde empezar a buscar.

I LOVE A PIRATEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora