En el enorme claro donde se encontraban los restos quemados del Templo Uzumaki, se podía apreciar que el lugar, en vez de estar cubierto por aquel manto de césped gris, mostraba un cráter de gran tamaño, constituyendo la mayoría de la zona...
Aun así, lo único que había quedado intacto de la Biju Dama de Ryusei era el pequeño círculo sagrado de piedra, con los once monumentos de piedras intactos...
Pero, después de que aquellos dos inmensos brazos de piel rojiza desaparecieran porque el contacto que se tenía entre los doce líderes Yokai se interrumpió a causa de la liberación de uno de ellos, los monumentos comenzaron a resonar...
Entonces, se agrietaron con un sonido seco, y, después de unos momentos, cada una comenzó a brillar, iluminando aquel desolado paisaje...
Cuando la luz se extinguió, en donde estaban los monumentos se encontraban once figuras humanas, algunas con extraños rasgos...
-¡Yai~! ¡Natsu-chan lo hizo~!- el niño pequeño rompió el silencio que se había creado entre los sorprendidos Yokai. El pequeño tenía una nariz de conejo, corto y esponjoso pelo rosado al igual que sus orejas, ojos rojos, y tenía puesto un traje de tonalidades rosas.
-... ¿Qué ha sucedido...?- murmuró una mujer, ignorando al pequeño. Ella tenía el pelo celeste corto, ojos amarillos, orejas y cola de lobo, un traje de sacerdotisa con tono gris, y pantalones celestes. Llevaba un collar de colmillos de bronce en el cuello.
-No estoy seguro, Hantā-san – le aseguró un hombre joven, meditando, con orejas puntiagudas, ojos negros, cabello café oscuro atado a una cola de caballo, con un traje azul con una simple armadura negra encima- Hoshi-sama, ¿qué opina usted?- miró a un anciano de tez verdosa, con varias cicatrices en su cuerpo, quien solo llevaba una toga atada a sus pantalones naranjas, apoyado a un bastón de madera.
-...- el anciano lo miró, manteniendo sus ojos cerrados, entonces una burbuja salió de su nariz, indicándole al joven que estaba dormido.
-No hay caso con Hoshi-ojisan, Soyokaze-osan. Las tortugas son lentas para actuar- le recordó un joven que aparentaba catorce años. Tenía la tez anaranjada, en sus mejillas sobresalían una especie de antenas, tenía el cabello rojizo atado, traía un yukata color verde claro, y en su espalda sobresalían seis patas de cangrejo.
-Tienes razón, Mimasu- suspiró Soyokaze, sin extrañarse que el niño mantuviera los ojos cerrados.
-Parece que la suerte está de nuestra parte- sonrió una joven de ojos verdes con un poco de maquillaje rojo alrededor de ellos, cabello café amarrado, con un kimono rojo con puntos negros, y en su mano tenía un trébol de cuatro hojas de tal tamaño que parecía una flor.
-Rakku, no es momento para actuar confiadamente- la miró severamente un hombre con patilla, de cabello cobrizo con puntas blancas atado a una cola de caballo, de ojos amarillos penetrantes, con una túnica plateada con bordes dorados, en el cinto azul llevaba una daga antigua, y en su mano una pipa elegante. Se podía apreciar debajo de la manga de la túnica que en su brazo estaban pegadas algunas plumas de su misma tonalidad de cabello.
-Lo siento, Seidō-sempai~- se disculpó despreocupadamente Rakku, moviendo arriba abajo su trébol- ¿Qué opinas, Kuromi-kun?-miró al joven a su lado, quien aparentaba a lo menos 14 años, un poco menor que ella.
El joven tenía su cabello negro cubriendo la mayor parte de su rostro blanco, siendo este el contraste con la túnica y pantalones negros que tenía puesta.
-...- el niño la miró de reojo-... Cálmate-
-Tsch. Hasta Kuromi-kun me regaña- se amuró Rakku, inflando los cachetes, ofendida.
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El Zorro de Konoha.
FanfictionKurama, de a poco, se ha acostumbrado a la vida en Konoha, cuidando a sus mocosos, a su Jinchuriki y a Hinata. Pero la paz de la aldea se verá afectada por unas amenazas del pasado, causando que el Kyubi tenga que trabajar en equipo con Naruto y los...