Algo extraño...

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En la isla en donde se encontraba Uzushiogakure, sonaban levemente las ramas de los árboles secos por la brisa. Las olas golpeaban fuertemente los riscos, mientras la luna empezaba a asomar su rostro, y las estrellas a brillar tal majestuosas eran.

-Que estupidez...- se quejó un individuo, caminando por una senda del marchito bosque, junto a dos compañeros Jashinistas.

-Tenemos que hacer guardia- le recordó uno, acomodando su guadaña.

-Por Jashin, que sea lo que él nos diga- murmuró el tercero, que, con su rosario en mano, rezaba en silencio.

-¡Quiero cortar cuellos para el Gran Jashin!- explicó el primero, enojado- ¡Se olvidara de mí en el otro mundo, si no le entrego sus sacrificios!-

-Jashin se acuerda de cada uno de nosotros, que guiamos a sus ovejas perdidas en este mundo vacío- le recordó el enmascarado que rezaba.

En ese momento, escucharon un movimiento de ramas, por lo que se detuvieron, solo para encontrarse con un búho blanco de ojos negros, que acababa de aterrizar y apostarse en aquella rama seca, mientras su plumaje brillaba tras la luna.

-¿Aún quedan animales?- se sorprendió levemente el segundo Jashinista.

-Dejémoslo en su vuelo. Al Gran Jashin no le gusta que le ofrezcamos las vidas salvajes de los animales- pidió el tercero.

-Como si fuera a mandarle a ese estúpido pájaro...- empezó a decir el primero hasta que, como los otros dos jashinistas, se quedó absorto en los ojos del búho albino, que los observaba sin ladear la cabeza.

Entonces, de golpe, los ojos negros del pájaro se volvieron rojos de un segundo a otro, y, cuando volvieron a su color original, los tres individuos cayeron de golpe al piso, babeando levemente.

Canoso-chan suspiró, haciendo que sus plumas se sacudieran un poco. Desde que había llegado a ese mundo en ese cuerpo, el uso de su antiguo Dojutsu, el que le permitía estar de vuelta, le era muy difícil.

Se volteó al ver como Cuervo-chan y Pájaro-chan aterrizaron a su lado.

Las tres aves se comunicaron entre sí, afirmando que dejaron dormidos a los jashinistas cercanos al área donde estaba el grupo. Asintieron, y las dos últimas emprendieron vuelo, porque Obito se detuvo en el último momento, para apreciar algo que no había visto en aquel agonizante árbol...

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Entre el moribundo bosque, y oculta por el genjutsu de Sarutobi Mirai, una cueva servía al grupo de Konoha como escondite, estando ellos sentados en medio de una fogata, recién prendida por Sakura.

-Me aburro...- murmuró Bolt, molesto, sin molestarse en darse cuenta que usaba el lomo de Kurama para sentarse, quien, recostado, intentando dormir, movía las orejas, contando hasta diez.

-Ruidoso...- murmuró Sarada, al lado de Himawari, que abrazaba a su peluche, algo nerviosa por el ambiente tan serio que había.

El pequeño bufó, y se molestó al darse cuenta que ninguno de los adultos le prestó atención.

-¡ESCÚCHENME-DATTEBASA!- pataleó el rubio, haciendo que Kurama se tapara las orejas..

-Vamos, Bolt- le sonrió nerviosa Mirai, al lado de la pelirrosa, sentada de piernas cruzadas y con una pose de manos.

-Mirai-chan, ¿te sientes bien?- le preguntó Sakura- Sabes que, cuando sientas que escasees de chakra, me encargaré de sanarte- le recordó, algo preocupada.

El Zorro de Konoha.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora