uno: el funeral de Kim Seokjin

10.4K 805 116
                                    

El cielo era monótono, tan lúgubre y tan descriptivo como el ánimo que caracterizaba a todas las personas que lloraban y lamentaban la pérdida de alguien a quien posiblemente no le habían hablando hacía mucho o que apenas habían visto un par de ocasiones en sus míseras vidas.

Parecía, inclusive, que iba a desatarse una tormenta en pleno verano y rogué con demasía que fuera así para no seguir escuchando los sollozos de gente que solo se acuerda de uno al momento de morir y no mientras se vive.  Yo no quería escuchar más sollozos de gente tan hipócrita que lloraba por la repentina muerte de mi padre.

—Era tan joven.

—Tan buen hombre, es una verdadera lástima.

Comentarios así había venido escuchando desde los últimos dos días, la misma cantidad de días desde que habíamos -sí, en plural- la llamada de un oficial, que decía que el señor Kim Seokjin, mi padre, había fallecido en un accidente de tránsito. Los restos de su auto y su cuerpo había terminado en cenizas luego de que el automóvil cayera por un abismo a las fueras de Incheon. Hasta la ubicación había sido tan inesperada.

Mi padre nunca iba tan lejos de Gwacheon. Nunca me hubiera, tampoco,  pospuesto para salir justamente ese día, el día de mi cumpleaños número dieciocho. No entendía qué asunto podría haberlo hecho irse hasta otro distrito ese día. Nadie lo sabía, pero la gente había empezado a rumorear que  él se había lanzado por el abismo, que él se había suicidado.

Para mí, eso era la falacia más estúpida que alguna vez escuché. Tal vez mi madre no sea la mujer más buena del mundo, pero hacía feliz a mi padre. Mi padre era feliz, pero supongo que nunca se llega a conocer a alguien. Tal vez yo nunca realmente conocí a mi padre, pero aún así no lo hiciera, lo quería seguir conociendo, quería seguir viviendo con él, pero ahí estaba ahora en su maldito entierro.

En un entierro tan extraño, lleno de gente que no conocía y lloraba más que los mismos familiares.

Mamá se veía destrozada. Su novio de universidad y esposo había fallecido así, sin previo aviso. No dejaba de llorar y la gente no dejaba de sentir compasión por ella. Yo también sentía compasión, debía ser tan doloroso al igual que mi dolor, uno que me estaba haciendo ahogar.

Cuando había visto el entierro de mis abuela materna, cuando apenas tenía diez años, papá había dicho: —¿Sabes Inna por qué existen los funerales? No es para despedirse del fallecido, es para consolar a los que aún viven y lloran por la pérdida.

Papá había dicho sutilmente en ese entonces mientras mamá lloraba sin parar por su madre víctima del cáncer de estómago.  Con sólo diez años, comprendí demasiado lo que él decía. Tal vez nosotros los vivos, solo necesitabamos recordar con una sonrisa los mejores actos que los difuntos habían hecho, tal como ahora escuchaba que mi padre había sido un gran hombre y mencionaban muchos de sus hitos realizados.

Con sólo 40 años, papá era alguien que había logrado mucho y era muy querido. Oír sus hitos solo hacían que mi corazón se aliviara y le diera razón a lo que me dijo ocho años atrás. Estaba siendo consolada en este funeral, en el funeral de mi padre, por las cosas que él realizó.

—Inna...Inna...

Escuché mi nombre siendo susurrado, casi inaudible para cualquier persona. Tenía un don que había heredado de mi padre y tal vez había perfeccionado gracias a él en todos los años que me acompañó en vida.  Era muy sensible a los sonidos, podía escuchar varias cosas a la distancia y ser bastante silenciosa. Lo había desarrollado prácticamente por el hecho que uno de los más grandes  hitos de mi padre había sido la caza y ese don lo necesitaba para ser buena en ello.

Like that + Kth ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora