VII

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capítulo siete
LUNA DE CHOCOLATE

Calpurnia no sintió los días transcurridos desde que había puesto un pie dentro del colegio.

Las chicas trataron de animar a su amiga llevándola a los jardines de Hogwarts e incluso llevándola a dormir en la habitación de cada una, pero Calpurnia no parecía animarse por nada y esto les preocupaba mucho, pues unas pequeñas ojeras comenzaban a notarse por debajo de sus ojos.

La noche del último viernes del mes de enero había llegado a su fin. Ese día, calpurnia había tenido una insoportable jaqueca, esto causado por no tomar el morfero y los macarones como era debido.

Fue en ese momento que madame Pomfrey por fin la dejo salir de enfermería después de un largo día de reposo.

—Respeta tu dósis, si te sientes mal no dudes venir a avisarme —dijo la enfermera.

—No se preocupe, tendré cuidado —dijo alejándose del lugar.

Era mas de media noche, todos dormían y solo los tranquilos pasos de calpurnia se escuchaban en los pasillos. Antes de bajar a las mazmorras, su mirada se posó en la sombra de un chico sentado a las afueras del castillo. La curiosidad le ganó y se acercó a él silenciosamente.

—Hola... —hablo por lo bajo tratando de no asustar al chico, pero aún así éste se sobresalto.

Cuando el chico se volteó a mirarla, ella notó finalmente de quien se trataba, mostrando una tímida y amigable sonrisa. Era remus, uno de los amigos de sirius al cual solo conocía de vista.

—Lo siento —se disculpo apenada.

Remus hizo un gesto despreocupado, mostrando que no había problema.

—¿Estás perdida?—preguntó con una dulce sonrisa.

—No, me llamó la atención verte aquí... solo.

—Me gusta estar solo...

—Ya veo —hizo una mueca mirando a su alrededor.

Remus sonrió, pues podía notar cierto interés en la chica por quedarse, aunque fuese por lastima, pero sin duda era por genuina preocupación.

—Aunque a veces la compañía sienta bien.

Calpurnia sonrió. No era necesario leer la mente del chico para entender que estaba haciéndole una invitación a acompañarlo.

Remus se recorrió en su lugar y la morena se sentó a su lado.

—Gibosa creciente... —murmuró sorprendida al ver la brillante luna.

—¿Te gusta la luna? —la miró.

Calpurnia ladeó la cabeza con una mueca.

—Tener a una tía en casa obsesionada con la magia antigua implica aprender bien las fases de la luna y posición de las estrellas para encantamientos exitosos.

—Sin duda alguna...

—¿A ti te gusta? —lo miró.

El chico negó con una sonrisa que más bien era una mueca llena de vergüenza.

—No —dijo para volver su vista al suelo.

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