IX

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capítulo nueve
HOMBRES LOBO

Calpurnia se encontraba acomodando los libros que había terminado de leer en sus respectivos estantes. Era una mañana tranquila, les habían dejado el día de descanso por un problema de explosión en el aula de pociones, lo cual alegró a más de uno.

Odisea le había insistido mucho en ir con ellos al jardín a recostarse un rato en el césped para verla entrenar para el partido de la siguiente semana, pero ella prefirió no ir con ellos, no porque ella no quisiera pasar el día con sus amigos, sino que ella realmente quería un tiempo para ella. Quería estar a solas para poner en orden sus ideas.

—Duquesa, que agradable encontrarte aquí —saludo Sirius tomando por sorpresa a la morena.

Calpurnia sonrió.

—Buenos días, Sirius.

—¿Que tanto lees? —preguntó tomando el libro de las manos de la morena.

—Historia de la magia.

Sirius la miró confundido.

—¿Había tarea?

—Tres actividades en total.

—¡No puede ser! —suspiró llevándose una mano a su cabeza, en señal de frustración.

Calpurnia rió.

—Tranquilo, son actividades fáciles...

—Solo para ti es fácil... contando a Remus.

—¿Porqué lo dices?

—¿De verdad lo preguntas? Los dos son tranquilos, siempre están con un libro en la frente y siempre que los buscan están aquí metidos.

—Tienes razón, pero de mi parte es más por que aquí es tranquilo. Los lugares silenciosos me ayudan a poner en orden mis ideas y a pensar bien.

—Interesante... —arqueó una ceja.

—¿Qué haces tú aquí? Por lo que se, los libros no son tus mejores amigos. Y si no mal recuerdo, deberías estar entrenando para el partido de Quidditch.

—¡Duquesa, no sabía que estabas al pendiente de mis horarios! —expresó con una sonrisa llena de sorpresa, aunque con una pizca de picardía.

—¡Nada que ver! —suspiró entre risas—. Mi amiga competirá contra tu casa la siguiente semana y ella si está entrenando.

—Vamos duquesa, acepta que me amas.

—Confiesa, que te trae aquí realmente.

—Estaba haciendo tarea.

Calpurnia se cruzo de brazos y alzo una ceja con una sonrisa de lado.

—¿Estas seguro?

—¿Porqué nadie me cree cuando le digo?

—Te veo más en el campo que en el aula, además, tu hechizo del espejito es demasiado básico.

—¿Cómo sabes lo del espejo?

—No me puedes engañar Sirius.

—No lo negaré, pero ahora mismo me estoy reivindicando para ser un estudiante ejemplar.

—No me digas... supongo que algún profesor dejo como tarea seres míticos, cuidados de perros y fases de la luna —dijo la morena señalando con la mirada la pila de diversos libros que Sirius llevaba en su carrito.

—Es que quiero adoptar un perro —se escudó tapando los libros.

—Como digas... —dijo dándose la vuelta para seguir seleccionando sus libros, ignorando por completo al león.

Sirius comenzó a morderse la lengua tratando de no hablar, pero por mas que quiso, no lo pudo evitar:

—¿Duquesa...?

—Dime... —se dió la vuelta mirándolo con desinterés.

—Me preguntaba si sabes algo sobre los licántropos.

—¿Si, por qué?

—Bueno, es que... —trató de hablar pero fue interrumpido.

–¡Aquí esta! —gritó Peter alzando por lo alto un libro de hombres lobo y al ver a Calpurnia lo escondió tras su espalda—. Es un libro de pociones.

—Y supongo que van a hechizar a un hombre lobo —comentó Calpurnia—. ¿Para que buscan todo eso?

—Para mi perro, Duquesa —contesto Sirius.

—¿Tienes perro? —lo miró miro confundido.

Sirius rodó los ojos.

—No, pero recuerda que tu me regalaras uno de los tuyos —masculló presionándolo con la mirada.

—¿Tengo perros? —preguntó Peter.

Sirius apretó sus párpados, gritando internamente.

—Y supongo que tu perro es licántropo —comentó la serpiente cruzada de brazos.

—Como dicen por ahí, hombre precavido vale por dos —contestó Sirius—. Además, hay tanto loco suelto que puede tener esa enfermedad.

—Y puede resguardarse a las afueras de Hogwarts durante tres días y luego volver aquí para mezclarse con nosotros —le siguió Peter con voz tenebrosa.

Sirius lo miró con ganas de matarlo.

La morena los miro fulminante a ambos, sabía que estos estaban mintiendo.

—¿Que están escondiendo?

—Nada, tu estas loca si piensas que escondemos algo —contestó Sirius—. Yo solo quiero que mi perrito esté bien.

Peter soltó una risotada.

—Perrito, porque él es un hombre lo... —no pudo terminar la frase, pues Sirius le había aplastado el pie, ocasionando que el rubio chillase del dolor.

—No le hagas caso, comió un pudín especial de los que vende Charlie. Su nueva receta muggle —le guiñó un ojo Sirius.

Calpurnia suspiró, ella sabia que no le querían decir la verdad.

—Bien, como sea, no es mi problema.

—¿Pero sabes algo acerca de los hombres lobo?

Calpurnia hizo gesto dubitativa, para negar con la cabeza.

—No.

—¡Pero tu dijiste que si! —chilló.

—¿Lo hice? —lo miró confundida.

Sirius entrecerró sus ojos.

—Que grosera eres duquesa... vámonos Peter —dijo dándose la vuelta.

Peter se acercó a la morena y susurró:

—Jamás he comido esos pudines, lo juro —explicó antes de salir corriendo tras su amigo.

Calpurnia observó cómo ambos chicos salían de la biblioteca, dejándola a ella con miles de preguntas y ninguna respuesta. Pero algo en ella le inquietaba, ella sabía que algo no andaba bien.

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