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Me desperté por el sonido de una risita. Fue entonces cuando recordé que había pasado la noche en casa de Lisa. Gruñí y dejé escapar un bostezo, estirándome mientras me sentaba en silencio antes de finalmente salir de la cama.

Bajé las escaleras y al oír la voz de Lisa, me relajé. Caminé por el pasillo y aparecí en la sala de estar donde vi a sus hijos en la cocina junto a ella.

— ¡Quiero espaguetis, mami! —gritó Sydney.

—No vas a comer espaguetis en el desayuno, cariño —Lisa le habló, estirando la mano hacia la estantería, sacando al instante una caja de cereal. Llevaba su traje negro hoy, seguramente iba a irse a trabajar pronto—. Vas a comer cereales como Oscar y—

— ¡Jennie! —Oscar gritó cuando me vio por el marco de a puerta que conducía a la sala de estar—. Mami, ¡Jennie está aquí!

—Buenos días —hablé hacia ellos, estando de pie junto al mostrador de la cocina.

— ¿Qué quieres de desayunar? —Lisa me preguntó con una mirada severa.

Negué con la cabeza—. No tengo hambre.

—Pero el desayuno es la comida más importante del día, eso es lo que siempre nos dice mami —Oscar comenzó a decir.

—Tiene razón —asintió Lisa.

Dudé—. Lo que ustedes quieran.

—Copos de maíz entonces.

Ella me hizo un plato y lo tomé con gratitud. Comencé a comer mientras Sydney y Oscar se sentaban en sus sillas.

—Qué bello uniforme tienen ustedes —hablé—. ¿Van a la escuela?

Ella gruñó malhumoradamente y asintió con la cabeza antes de volver a comer.

—Tenemos que irnos o llegaremos tarde —Lisa habló apresuradamente, poniendo su plato sobre el lavabo. Miró su reloj y rápidamente bajó a sus hijos de las sillas.

— ¿Qué demonios está haciendo ella aquí? —alguien murmuró detrás de mí, ese acento pegajoso que me hizo fruncir el ceño.

Me di la vuelta para ver a Sandra con su pijama color claro, que pasaba junto al mostrador mientras me miraba con escepticismo.

—Jennie necesitaba un lugar donde quedarse —Lisa habló con su cabeza hacia abajo—. Vamos, tenemos que irnos.

Me quedé allí torpemente, sin saber qué hacer. ¿Se refería a mí también?

Sabía que era así cuando ella me miró e hizo señas hacia ella y a sus hijos. Todavía llevaba sus prendas puestas, me sentía tan estúpida.

La seguí afuera hasta el auto, Lisa y yo ayudamos a los niños a colocarse en sus asientos de seguridad y pronto nos metimos en el auto, dirigiéndonos hacia la entrada.

Lisa frunció el ceño—. ¿Cómo entraste aquí, de todos modos?

Tragué saliva tímidamente—. Salté por el muro.

Ella rio para sí misma mientras comenzó a conducir por la carretera y yo estaba a su lado, completamente avergonzada.

Lisa llevó a los niños a la escuela y abrió las puertas del auto para que pudieran salir. Esperé a que se dirijan a su clase sentada dentro del vehículo, completamente sola.

Regresó poco después y se reacomodó en su asiento. Momentos después comenzó a conducir fuera de aquella zona y eché mi cabeza hacia atrás, mirando por la ventana.

—No sé qué voy a decirles cuando los vea —susurré.

— ¿Quieres que vaya y les explique qué pasó?

Negué con la cabeza—. De ninguna manera, no estando vestida así. Sabrán que algo pasa. Solo me iré directamente a mi habitación.

— ¿Vas a empezar a ahorrar de nuevo? —preguntó con interés mientras miraba a la carretera frente a ella. Miré hacia abajo con los ojos clavados en su entrepierna.

Me mordí el labio, vacilante, alzando la cabeza y mirando por la ventana—. Tendré qué, pero por ahora voy a tomarme un momento. Siempre puedo empezar el siguiente año.

Soné como si no me molestara, pero era mi futuro del cual estábamos hablando y estaba devastada.

— ¿Qué universidad era?

— ¿Quieres comprarla? —hablé con sarcasmo y ella sonrió en respuesta—. Greenwich —hablé—. Ya sabes, ese que...

—Fui allí para conseguir mi nivel A en leyes —murmuró para mí, mis ojos se abrieron por sorpresa—. Te hubiera encantado ir ahí.

—No me digas lo increíble que es —advertí, cruzándome de piernas mientras mis ojos se dirigían a la entrepierna de Lisa momentáneamente.

— ¿Podrías dejar de mirarme allí? —Lisa rio, sus palabras sacándome de mi trance.

Abrí mis ojos de repente—. Lo siento.

—No te preocupes por eso —ella dijo—. Te miré los senos al menos tres veces mientras los niños estaban distraídos.

Fruncí mis cejas, respirando hondamente—. Lo siento si son una distracción.

Ella se rio entre dientes, moviendo la cabeza para sí misma mientras mantenía los ojos en la carretera. Y yo, lamentablemente, miré hacia abajo en su entrepierna una vez más.

—Mira fijamente una vez más y te voy a dar algo jodidamente bueno para mirar.

Le sonreí.

— ¿Eso es una amenaza o una promesa?

Llámame papi → jenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora