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—Vamos, ahora —les murmuré a la niña y al niño que tenía abrazados a mis costados—. Vayan con sus madres.

Sus inocentes ojos pronto se ensancharon con emoción mientras giraban sus pequeñas cabezas hacia la puerta principal, corriendo hacia sus madres con alegría mientras dejaban escapar risitas silenciosas. Sonreí cuando los gemelos finalmente vieron a sus madres entrar por la puerta. Quiero decir, me encanta ser niñera de los hijos de la señora Manoban y su esposa, pero a veces sus hijos podían ser un dolor en el culo. Ellos eran niños grandes, pero solían tirar de mi cabello con demasiada frecuencia.

— ¡Ah! Los extrañé demasiado —la señora Manoban gritó con una emoción sarcástica, arrodillándose delante de sus impacientes hijos para poder abrazarlos a ambos.

— ¡Dibujamos algunas cosas con Jennie! —la pequeña se rio en medio de sus palabras antes de dejar una amplia sonrisa.

Su esposa, la señora Coster-Manoban, simplemente le dio una sonrisa falsa a su hija antes de murmurar cuan cansada estaba. Ella se hizo a un lado de su familia, se quitó su abrigo de piel para colgarlo y entró rápidamente su habitación, supongo que para descansar. Ella nunca fue realmente una mujer que pasara tiempo con sus hijos. Sin embargo, la señora Manoban era todo lo contrario; era encantadora y siempre tenía tiempo para hablar con ellos.

Levantó la mirada que tenía sobre sus hijos y me miró por un momento, y me sonreí a mí misma ante el contacto visual. Si debía ser honesta, estaba muy enamorada de ella. A pesar de que ella tenía unos casi treinta años, era tan atractiva y... versátil.

— ¿Qué dibujaste? —preguntó con una amplia sonrisa, mirándome intensamente. Ella parecía tan genuinamente interesado en todo lo que sus hijos tenían para decir, y eso fue lo que hizo que me gustara. No era como su esposa, que era más independiente y estaba más preocupada por sus zapatos de diseñador que por sus hijos.

—Solo... uh... sólo algunas flores y barcos y... esas cosas —respondí con nerviosismo y ella me miró confundida antes de asentir con la cabeza luego de lo que dije.

—Bueno, me parece que son muy buenos —les dijo sinceramente a sus hijos, inclinándose más cerca—. Apuesto a que son mejores que los de Jennie —ella les susurró juguetonamente y yo traté de reprimir una risa que intentaba escapar de mis labios.

— ¡Mami! —exclamó el niño—. ¿En serio piensas eso?

— ¡Por supuesto! —respondió con sinceridad, asintiendo con la cabeza hacia ellos antes de dejar escapar una sonrisa—. Bien, ahora vamos —gruñó antes de levantarse de su posición de rodillas, poniéndose derecha—. Vayan sus habitaciones a ponerse el pijama. Tal vez pueda hacer un poco de chocolate caliente para darles antes de dormir.

Sus pequeños ojos se ensancharon y trataron de ocultar sus sonrisas.

— ¿Podemos ir a darle las buenas noches a mamá? —la niña preguntó en voz baja y la señora Manoban se mordió el labio inferior mientras fruncía el ceño.

—Uh, ella no tiene ganas de hablar ahora mismo —les murmuró con simpatía—. Ella es una mamá gruñona, ¿verdad?

—Ella siempre está de mal humor —la niña suspiró, frunciendo el ceño para sí misma antes de que los labios de la señora Manoban formaran una mueca de decepción.

—Los amo a ambos, ¿lo saben? —susurró inclinándose para besar cada una de sus mejillas—. Y ustedes aman a mami, ¿no?

Ellos rieron para sí mismos en voz baja—. ¡Sí! —ambos dijeron al unísono.

— ¡Entonces háganme un favor y vayan a la cama! —ella comenzó a reír y los niños corrieron hacia las escaleras rápidamente.

La señora Manoban me dio una sonrisa perezosa antes de dejar escapar un suspiro de alivio y caminar hacia mí con su mano metida en su bolsillo trasero. Se veía tan bien con su ajustada camisa lisa, combinada con sus pantalones ajustados negros. Sacó unos billetes para luego entregármelos.

— ¿Crees que puedes venir el próximo viernes? —me murmuró cansada, tratando de mantener los ojos abiertos.

Dudé por un momento, preguntándome si tenía planes. Creo que habría sido capaz de recordar más rápido si ella no me hubiera mirado fijamente a los ojos con sus increíbles y grandes ojos.

—Uh, claro. ¿A qué hora?

—Bueno, mi esposa y yo nos iremos a las ocho así que alrededor de las siete treinta estaría bien, ¿no? —preguntó, levantando sus cejas hacia mí, esperando mi aprobación. Supongo que podría llegar a esa hora.

—Sí —respondí con una leve sonrisa, asintiendo con la cabeza cuando ella me devolvió la sonrisa.

—Genial —suspiró con alivio—. ¿Necesitas que te lleve a casa?

—Uh, no, mi m-mamá me recogerá —tartamudeé, mirándola fijamente mientras ella corría su mano por su flequillo, alisándolo y haciéndolo ver más suave que hace un segundo.

— ¡Oh! ¡Me olvidé de eso! La vi esperando afuera cuando entramos —dijo con inseguridad, no sabiendo exactamente qué decir a continuación—. ¿No haces nada esta noche?

Estaba un poco confundida en cuanto a por qué estaba tratando de iniciar una conversación conmigo. Quiero decir, ella era buena persona y todo, pero, ¿por qué estaba perdiendo su tiempo conmigo cuando sus hijos la estaban esperando en la cama?

—No, me voy a ir a la cama en cuanto llegue, así podré levantarme para ir a trabajar mañana temprano —contesté. Demonios, apuesto a que la estaba aburriendo en estos momentos. Sin embargo, la expresión de su rostro en realidad me hizo pensar en si realmente le interesaba o no.

— ¿Trabajas y cuidas niños? —ella abrió sus ojos con sorpresa ante mis palabras, como si no se lo esperara.

—Tengo que ahorrar tanto dinero como pueda para la universidad el próximo año —le contesté en voz baja y me dirigió una sonrisa sincera mientras su mano suavemente acaricio el lado de mi brazo. Casi grito ante su toque y ella pareció darse cuenta.

—Eres una buena chica, Jennie, ¿lo sabías? —me preguntó con una sonrisa y luego de eso me dirigió hacia la puerta—. Hasta el viernes, Jennie.

Salí de la casa con el ceño fruncido fuertemente, sintiéndome muy estúpida al recordar sus palabras. Soy una buena chica, sólo una buena chica, eso es todo lo que siempre seré para ella. Solo soy una estúpida niñera babeando por una mujer que ya está casada, pero no exactamente feliz.

¿Por qué simplemente no podía no reconocerme como una chica de diecisiete años tratando de ganar dinero? Tal vez porque su esposa era perfecta y tan hermosa. ¿Pero a quién le importa? Ella también era horrible al mismo tiempo.

— ¡Jennifer! —alguien gritó y vi a mi madre estacionada en la calle—. ¡He estado esperándote aquí por veinte minutos!

Me metí al auto en silencio, murmurando una breve disculpa ante su rostro enojado. Ella suspiró decepcionada antes de comenzar manejar en la oscuridad.

—Son una familia encantadora, ¿no es así? —preguntó ella en voz baja, obteniendo mi atención rápidamente. La miré confundida.

—Sí —suspiré; no a ella en particular, suspirando en general. Estaba cansada de la señora Manoban, estaba cansada de su forma de hablar y de hacer todo. Porque sabía que yo no le gustaría de la misma forma en la que ella me gustaba a mí.

— ¡Ah! Coster es impresionante —ella sonrió y yo quería hundir el rostro en mis manos y pedirle que se detuviera—. Y a Manoban le enseñaría un truco o dos.

Llámame papi → jenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora