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—Está bien, Jennie. Te recogeré después de que termine en el trabajo —mi madre me dijo antes de detenerse junto a la casa familiar—. Te veré más tarde.

—Gracias, mamá —dije, salí del auto y dejé escapar un gran suspiro cuando vi la puerta principal.

Esperaba que mi cabello luciera bien hoy, había decidido rizarlo, pero luego de que el estúpido viento hizo que se volviera más ondulado, decidí recogerlo flojamente. Llevaba una especie de crop top oscuro de manga larga y unos pantalones color azul no tan ajustados.

Esperaba que cuando tocara la puerta, la señora Manoban abriera y me respondiera, que me ofreciera una bebida y luego conversáramos durante unos minutos antes de que ella se tuviera que ir. Me encantaba hablar con ella siempre que tenía la oportunidad, lo cual no era muy a menudo.

Con confianza le di tres golpes a la puerta de caoba, sintiendo que mi estómago se agitaba al oír pasos profundos acercándose. Di un pequeño salto lleno de nerviosismo cuando la puerta se abrió rápidamente y allí estaba la señora Manoban; una torpe sonrisa apareció en sus labios cuando me vio. Me miró de arriba a abajo con cautela antes de fruncir el ceño, provocando que me sintiera un poco avergonzada conmigo misma. ¿Tan mal me veo?

— ¿Jennie? ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó con asombro, mirándome como si estuviera en su territorio, haciéndome entender que no debería haber venido aquí. Estoy segura de que me dijo que debía venir el viernes. Lo sabía.

— ¿Es viernes? —hablé inocentemente, ampliando mis ojos con curiosidad cuando comencé a dar un paso incómodo hacia atrás. Esto era todo, ¿no? Ella iba a decirme que me fuera y tendría que caminar sola a mi casa durante horas, sin poder decirle a mi madre que me recogiera ya que ella ya estaba camino al trabajo.

—Mierda —suspiró al darse cuenta, sacudiendo la cabeza para sí misma implacablemente—. Me olvidé por completo de eso. Uh, mi esposa llevó a los niños a visitar a sus abuelos por el fin de semana. Fue un poco repentino, pero ya sabes...

—Oh —dije torpemente, sin saber qué decir después de eso. Me sentí estúpida por haber venido porque ahora no tenía idea de qué hacer.

— ¿Tienes auto? —preguntó con una sonrisa sincera, yo sacudí la cabeza tímidamente—. Ven, vamos adentro —dijo y sentí como mi corazón caía fuertemente—. Vamos a encontrar alguna manera para que vuelvas a casa.

Quería llorar y reír al mismo tiempo. La señora Manoban estaba sola y me invitó a entrar, pero solo fue para sacarme del frío que hacía y para poder organizar un viaje que me regresara a mi casa. Y eso es lo que me hizo sentir estúpida y patética, ya que estaba emocionada por eso.

Entré a su casa en silencio, deseando secretamente que estuviera sola. Sin embargo, de todos modos, ¿quién más podría estar con ella?

— ¿Tu madre está trabajando otra vez? —preguntó mientras nos acercábamos a su sala de estar, dejándome de pie ahí sola.

—Sí, se supone que me recogerá en unas pocas horas —le susurré tímidamente, cruzando mis brazos en silencio mientras ella caminaba a la cocina.

Me quedé en silencio esperando pacientemente a que volviera a la sala de estar. Me gustaría que ella me ofreciera que me quedara aquí para poder hablar y llegar a conocernos mejor. Y tal vez, solo tal vez, besarnos o algo así. Sí, eso estaría bien. Espera, oh, ella tiene una esposa e hijos. Tengo que recordar eso también.

Pronto regresó a la habitación, haciendo que mi mente se agitara con confusión mientras ella sostenía una botella de vino con dos copas en sus manos. Las puso sobre la mesa de café antes de abrirse paso hacia mí con una sonrisa amistosa.

Llámame papi → jenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora