(Narra Paula)
Tras el mensaje de Dani, pasé unos segundos reflexionando sobre qué responderle y, cuando lo tuve claro, desbloqueé el móvil y abrí la conversación con él.
- ¡Hola Dani! Pues bien, sin ninguna novedad... Claro que me apetece quedar, yo también quiero hablar contigo... ¿A qué hora quedamos? —le contesté, y al poco rato estaba en línea.
- ¿Te viene bien a las cinco? ¿En la cafetería del otro día?
- ¡Me parece perfecto! ¡Luego nos vemos! Besazos :)
- Hasta luego, simpática ;)
Cerré la conversación y me quedé esperando a que Sara llegase para contarle las novedades. Cuando apareció, no me dio ni casi tiempo a contarle nada. Al parecer, mi cara me delataba.
- ¡Hola Paula! ¿Qué tal las clases? Uy, espera un momento... —hizo una pausa—. ¿Y esa sonrisilla? Tú has hablado con Dani...
- Eeeemmm... Sí —no pude esconder mi emoción—. ¿Cómo lo has sabido?
- Pues porque tienes una sonrisa de tonta enamorada que no te la quita nadie.
- Ay, es que hoy había estado pensando en escribirle yo porque ya no podía seguir más así, y justo va él y lo hace... Hemos quedado esta tarde para hablar.
- Jo, pues me alegro muchísimo por ti, cariño. Espero que todo te vaya genial.
- ¡Gracias! ¿Vamos tirando para casa? Tengo que comer y prepararme rápido.
- Sí, claro.
Por el camino, Sara fue dándome consejos sobre qué ropa podía ponerme. Después de probarme varios modelos, finalmente acabé decantándome por una blusa blanca y una falda rosa palo con topitos blancos, acompañado de unas cuñas marrones. En cuanto al maquillaje, opté por algo sencillo, como siempre: ojos delineados y un toque de gloss transparente, y el pelo me lo ondulé.
- ¡Wow! —se formó una “o” en la boca de Sara—. Estás espectacular, nena.
- Bah, no es para tanto. Me voy ya que no quiero tener que hacerle esperar.
-¡Hasta luego, sister! ¡Suerte! Te espero impaciente para que me cuentes todo.
Tras salir del portal, me puse los auriculares con la música bastante alta y comencé mi camino hacia la cafetería. No tardé demasiado en llegar, a las 16:58 ya estaba allí. Entré al local por si Dani había llegado pronto y había entrado a coger sitio, pero no encontré ni rastro de él, por lo que volví a salir fuera y, a los pocos minutos, llegó. Al entrar, nos sentamos en una mesa junto a la pared, un poco apartada del resto de la gente, para tener más intimidad, y pedimos lo mismo del otro día.
- Bueno, ¿y qué tal la gira? —comencé a hablar.
- ¡Increíble! Estamos teniendo todos los conciertos con entradas agotadas y plazas abarrotadas. La verdad es que la respuesta del público está siendo alucinante.
- Me alegro mucho —le sonreír—. ¿Y vosotros, qué tal estáis? Imagino que bastante cansados, ¿no?
- Un poco sí... Ten en cuenta que son muchas horas de viaje... —dejamos la conversación cuando vinieron a servirnos y, después, Dani continuó—. Son muchos kilómetros recorridos y muchos conciertos en muy pocos días, pero todo se recompensa en cuanto salimos al escenario y vemos las caras de los fans con esa ilusión y esa alegría. En ese momento, todo cobra sentido —hizo una pausa tras estas palabras y sonrió—. ¿Y tú, qué tal todo?
- Pues no me puedo quejar, la verdad. Estuve en León el fin de semana con la familia, que estaba deseando verla, y me lo pasé genial. Lo más duro fue despedirse de nuevo de ellos sabiendo que no los vuelves a ver hasta dentro de un largo tiempo.