(Narra Paula)
Tras haber pasado por casa para arreglarnos, nos encontrábamos frente a la puerta de una discoteca que, por lo poco que podía apreciar desde la calle, parecía bastante grande y exclusiva. A pesar de esto último, al ir con los chicos, no tuvimos ningún problema para entrar. ¡Y estaba en lo cierto! Tenía varias salas, algunas de las cuales tenían reservados, cada una decorada de una manera distinta pero todas con el mismo estilo moderno. Entramos en una de ellas y nos dirigimos hacia un reservado con un par de sofás y cuatro taburetes alrededor de una mesa, donde rápidamente los chicos se sentaron. A pesar de tener ya cierta confianza con ellos, Sara y yo permanecimos de pie sin saber muy bien qué hacer.
- Chicas, podéis sentaros que no os van a cobrar por ello —dijo David señalando con la cabeza hacia el sofá que quedaba vacío.
- De momento —añadió Carlos, y los colores empezaron a subirnos por la cara—. Es broma, es broma —sacó la lengua.
Sara y yo tomamos asiento y, a los pocos minutos, apareció un apuesto camarero.
- ¡Hola, chicos! ¿Qué queréis tomar? —preguntó muy simpático.
- Yo lo de siempre —contestó Blas.
- Y yo —dijo Dani.
- Vamos, que todos lo de siempre, ¿no?
- Sí —contestaron al unísono, y todos nos echamos a reír.
- ¿Y para las chicas? —el camarero dirigió la mirada hacia nosotras con una bonita sonrisa en la cara, y nos quedamos pensativas.
- ¡Sorpréndelas! —se apresuró Álvaro al ver que ninguna de las dos se atrevía a pedir nada.
- Está bien. Entonces probaré con un coctel para las señoritas, si les parece bien.
-Sí —contestamos ambas muy efusivas. El camarero nos guiñó el ojo y se marchó.
Sara y yo nos miramos e intentamos esconder nuestras sonrisas detrás de las manos pero fue inevitable que los chicos se diesen cuenta de que el camarero nos había llamado bastante la atención.
- Uy, me parece a mí que cierto chico ha causado furor entre las señoritas —dijo Carlos haciendo especial énfasis en las palabras “cierto” y “señoritas”.
- Era muy guapo, ¡eh! —dijo Álvaro, levantando las cejas y con una mirada pícara.
- Más guapo soy yo —rebatió David, imitando que se levantaba el cuello de la camisa con las manos, y todos nos reímos.
- Bueno chicas, ¿qué tal os van las clases? —preguntó Blas, cambiando de tema.
- Pues bien pero un poco agobiadas con los trabajos y tanto que estudiar —contesté.
- Apenas tenemos tiempo libre y, cuando lo tenemos, aprovechamos para descansar —añadió Sara.
- Por lo que veo, sois muy estudiosas, ¿o me equivoco? —continuó Blas.
- Sí... Tampoco es que dediquemos toda nuestra vida a la universidad —dije—, también tenemos nuestros ratos de ocio, pero, gran parte de ella, sí.
- Vamos, que sacaréis notazas... —dijo Álvaro.
- Bueno... No nos gusta presumir de esas cosas pero la verdad es que no solemos sacar malas notas, nada por debajo del 8 —contestó Sara.
-Pero nada de llamarnos empollonas, que no lo somos —puse cara de enfadada.
- Entonces, igualito que yo cuando iba a clase —dijo David, y empezó a mirar al techo—. Vale, quizá me he pasado un poco... —añadió mientras seguía nuestras risas.