CAPÍTULO 13

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(Narra Paula)

Nos pusimos manos a la obra y nos compenetramos realmente bien en la cocina. En poco más de media hora ya teníamos los cupcakes metidos en la nevera para que se enfriasen un poco y así poder comerlos.
La verdad es que la relación entre Álvaro y yo había brillado bastante por su ausencia desde el primer día en que Dani nos presentó, quizá porque no habíamos dedicado tiempo para hablar y conocernos algo más. Por lo poco que había observado de él, me había parecido un chico extrovertido y soberbio pero me confundía en esto último. Para nada era así. Con la pequeña pelea y el ratito que habíamos compartido cocinando, me di cuenta de que era muy amable, nada prepotente, y sobre todo con un gran corazón. Era una de esas personas que, con tan solo cinco minutos de conversación, ya sientes que la conoces de toda la vida y que puedes contar con ella para cualquier cosa. Y cuando digo cualquier cosa es cualquier cosa, absolutamente todo.
Empezamos a golpear la puerta para que nos dejaran salir de la cocina porque tenían puesta una silla para que no pudiésemos abrir desde dentro. Se lo habían tomado bien en serio, sí. Tenían la música tan alta que no se habían enterado de los gritos y las carcajadas, se podía decir que hasta se habían olvidado de que estábamos allí porque no nos abrían. Aprovechamos para volver a aporrear la puerta cuando se acabó una canción, antes de que empezara la siguiente, y, por suerte, Sara nos escuchó.

- Pero ¿qué habéis hecho vosotros dos ahí dentro? —gritó Sara nada más vernos—. ¿Seguro que habéis estado cocinando?

Todos se giraron hacia nosotros y se echaron a reír. Se me había olvidado por completo que estábamos llenos de harina, y se ve que a Álvaro también se le había pasado ese pequeño gran detalle.

- Hemos tenido un pequeño incidente, nada más —intenté salir del paso.
- Sí, es que aquí la niña esta es tan patosa que se le ha roto el paquete de harina —le dediqué una mirada asesina.
- Bueno, tú también has tenido algo de culpa. Si el suelo no hubiese estado mojado, no me habría resbalado.

Pero ¿qué estábamos haciendo? ¿Mentir a nuestros amigos? ¿Por qué? Supongo que sería por el alcohol que llevábamos en el cuerpo. O quizá era una manera de excusarme ante Dani por lo que pudiera pensar si le contábamos la verdad. No le conocía lo suficiente como para saber si era de estos chicos que tienen celos hasta de las propias amigas de sus parejas, y no quería estropear lo que fuese que había entre nosotros dos.

- Esta me la vas a pagar —le susurré a Álvaro en el oído y me fui a bailar con Sara.

***

Al final iba a resultar que Carlos tenía razón. Comer dulce a esa hora, y después de haber ingerido tanto líquido, sobre todo alcohol, me estaba sentando de maravilla. Sara era de las que atracaba la nevera cuando llegábamos a casa tras haber estado de fiesta mientras que a mí me era casi imposible meter algo sólido en mi cuerpo. En cambio, esa noche los cupcakes me estaban sabiendo como un verdadero manjar. Bueno, a mí y a todos. Estaban disfrutando tanto con ellos que ninguno abría la boca más que para comer hasta que se acabaron.

- Pues va a ser que sí sabéis cocinar, al menos cupcakes —dijo Blas.
- La verdad es que la repostería siempre ha sido una de mis pasiones, aunque ahora apenas tengo tiempo —dije.
- Pues yo exijo que me hagas más de estos en cuanto termines los exámenes —replicó Carlos.
- Bueno, he de decir que la receta era de Álvaro, así que los halagos a él —le señalé con ambas manos—. Yo los hago de otra manera pero tengo que reconocer que estos quedan más jugosos —le sonreí.
- No sabía yo que te gustaran estas cosas, Alvarito... —dijo Dani.
- Bueno, supongo que todos tenemos secretos —se encogió de hombros—. Pero el mérito no es solo mío. Si no hubiese sido por la ayuda de Paula, no hubiéseis comido cupcakes hasta mañana. Es mucho más rápida que yo en la cocina —esta vez me sonrió él a mí.
- ¡Chicas! Ni qué decir tiene que os quedáis aquí a dormir —Carlos cambió de tema.
- No te preocupes, podemos volver a casa —contesté.
- Ninguno de nosotros está en condiciones para llevaros.
- Podemos volver andando, estamos cerca —dijo Sara.
- Si os pasase algo, no me lo perdonaría. Ni yo ni ninguno.
- Pero...
- Os quedáis y punto —David me cortó—. Ni peros ni nada.
- Además, nosotros también nos quedamos —añadió Blas.
- Y ¿tantos vamos a caber? —pregunté.
- ¡Claro! Hay camas de sobra. Os recuerdo que vivo solo —contestó Carlos.
- En ese caso... —Sara me miró y yo asentí con la cabeza—. Está bien.

***

(Narrador omnipresente)

Al cabo de una hora, Carlos y Blas ya estaban durmiendo en la habitación de Carlos y los demás estaban tirados en los sofás charlando, excepto Álvaro que se había quedado dormido allí mismo.

- Pues creo que para mí se acaba la noche aquí —dijo Paula bostezando.
- Y me parece que para mí también —dijo Sara mientras se levantaban.
- Bueno chicos, nosotras nos vamos a la cama.

Las chicas se despidieron de David y Dani que eran los únicos que quedaban despiertos, caminaron hasta la habitación que Carlos les había indicado anteriormente y cerraron la puerta.

- Dani, tienes que aprovechar —dijo David.
- Tío, y ¿qué va a pensar de mí? ¿Y si cree que la quiero solo para un polvo?
- Más fácil no lo vas a tener, al menos de momento.
- La verdad es que ganas sí tengo, me tiene loco esta noche, pero...
- ¡Pues no te lo pienses!
- Pero... ¿Y Sara?
- No te preocupes por ella, puede dormir en la habitación que ibamos a dormir nosotros. Yo me puedo quedar en un sofá y Álvaro, con la de alcohol que lleva en el cuerpo, ya no se despierta hasta mañana.
- No sé... No quiero presionarla ni ir deprisa, no quiero volver a cagarla.
- Si no entras ahí, tampoco habrás avanzado nada esta noche. Ve y dile que quieres hablar con ella. Si se deja llevar, pues bien, y si no es así, duermes con ella. ¿O acaso no te apetece?
- Demasiado, me apetece todo con ella demasiado.
- Pues venga, ve ya, antes de que se duerman.
- Gracias, bro —se dieron la mano y se abrazaron.

Dani tocó la puerta de la habitación de las chicas.

- ¿Se puede?
- ¿Quién es?
- ¡Dani! Parece mentira que no reconozcáis mi voz —se escucharon risas al otro lado de la puerta.
- Anda, pasa, bobo —contestó Paula.

Dani abrió pero no avanzó ni un paso.

- ¿Puedo... puedo hablar un momento con Paula? —balbuceó algo nervioso.

Paula le lanzó una mirada a Sara que entendió perfectamente.

- Eeeh... Sí, sí, yo tengo que ir al baño.

Sara salió de la habitación y los dejó solos. En el salón se encontró nuevamente con David, que aún seguía trasteando por allí.

- Me parece que tú esta noche ya no vuelves a entrar en esa habitación —advirtió David.
- Me temo que no... —Sara alzó las cejas.
- Puedes dormir en la mía. A mí no me importa.
- No te preocupes, aún queda un sofá libre.
- Anda, no seas tonta y entra —David empujó suavemente a Sara hasta que estuvo dentro de la habitación.
- En serio, David, no me importa.
- Pues a mí menos. Ya ves, así le hago compañía a Álvaro.
- Jo, pero yo... Si quieres, puedes dormir conmigo. De momento, no tengo ningún novio celoso —ambos rieron.
- Tranquila, estaré bien en el sofá —David le guiñó un ojo.
- No me voy a quedar tranquila sabiendo que tú tenías que haber dormido aquí y por mi culpa...
- No es tu culpa, en todo caso de esos dos, pero si te vas a poner tan pesada, dormiré en la cama solo por no escucharte más.
- ¿No ves? No era tan difícil decir que sí —Sara dio saltitos de alegría.
- Te prometo que no te toco ni un pelo.
- Ten cuidado que, como invadas mi trozo, sacaré las garras de tigresa.
- Yo me pongo en la esquinita y no me muevo en toda la noche.
- Que era broma. ¡Qué tonto! —Sara rió.
- Solo te estaba siguiendo el juego —le sacó la lengua—. Pero, en serio, yo me quedo en mi trozo y no me muevo, o eso espero. Si lo hago dormido, no es mi culpa —David levantó las manos a modo de defensa.

Antes de meterse en la cama, Sara abrió el armario en busca de una manta y, por suerte, la encontró. Salió al salón, arropó a Álvaro y le dio un beso en la frente como si de un niño se tratase.

- ¿A mí también me vas a arropar, mamá? —bromeó David ya dentro de la cama cuando Sara volvió a la habitación.
- Claro, hijo, ahora mismo.

Sara cogió el edredón y tapó a David entero, incluida la cabeza.

- Mamá, así me asfixio un poco.
- Además de envidioso, quejica.

Sara se metió en la cama y David sacó la cabeza.

- Ay, vaya mamá más mala que tengo. ¡Buenas noches!
- ¡Hasta mañ...

Sara ni siquiera pudo terminar la frase. Estaba tan cansada que se quedó dormida nada más tumbarse, y esta vez fue David quien tuvo que arroparla a ella.

***

Mientras tanto, Paula y Dani en la otra habitación...

Dream in secretDonde viven las historias. Descúbrelo ahora