(Narra Paula)
A pesar de que el despertador sonó a las siete en punto como cada día, yo ya llevaba despierta desde hacía más de una hora. Supongo que los nervios no eran solo cosa del primer concierto, sino que me temía que nunca me acabaría acostumbrando. Cuando me levanté, Sara ya estaba en la cocina.
- ¿Qué haces levantada? ¿Tú antes de las siete en pie? ¿Antes que yo? ¡Hagamos una cruz en el día de hoy! —me apresuré a coger un boli y mi agenda.
- ¡Qué tonta te levantas hoy! —intentó mirarme indignada pero ambas nos echamos a reír—. Me vas a decir que tú no estás nerviosa...
- Y aún faltan más de doce horas...
- Y seis son de clase...
- Uff, no me lo recuerdes —hice pucheros.
- ¿Estamos locas o qué pasa? —volvimos a reír—. Yo pensaba que esto solo pasaba en el primer concierto, pero no.
- Yo igual... Pero ya veo que no soy la única.
- Anda, desayuna que sino llegaremos tarde.
- Ya voy, ya voy, madrugadora —enfaticé la última palabra.
- Pues claro que sí, estás descubriendo a la nueva Sara —alzó las cejas.
- Uy sí, ya te diré yo a ti el lunes —le guiñé un ojo y me di media vuelta para meter mi taza en el microondas.
***
La mañana pasó demasiado lenta pero al final dieron las dos y salimos de clase. Caminamos tan rápido como si alguien nos hubiese dicho que nuestra casa estaba ardiendo. Comimos y pasamos parte de la tarde cada una en su habitación estudiando aunque creo que ninguna conseguió concentrarse. A las seis me metí en la ducha mientras Sara preparaba su ropa. Cuando terminé, entró ella y yo abrí mi armario para elegir qué me pondría.
- Pero ¿aún sigues así? —preguntó Sara cuando salió del baño y vio que yo aún seguía frente a aquel mueble mirando todo lo que había dentro.
- Sí... —susurré cabizbaja.
- De verdad que no se puede contigo, Paula. La ropa y tú, tú y la ropa... Anda, deja que te ayude porque, a este paso, llegamos a la última canción y de milagro.
Saqué varios conjuntos y me los probé para que Sara me diese su opinión.
- Sinceramente estás divina con cualquier cosa, hasta con un saco de patatas, porque la que es guapa es guapa, pero yo me pondría el último que te queda muy sexy y esta noche ves a tu romeo. ¡Uuuuh!
- ¡Qué tonta eres! —la desafié con la mirada—. Me lo voy a poner porque me gusta a mí, no por ningún idiota al que tenga que conquistar.
- Uy, sí, sí, seguro... Un tal Daniel no tiene nada que ver...
- ¿Qué has dicho? —grité mientras iba camino de mi cuarto.
- Qué sí, que tienes razón, que soy una t... —dejé de escucharla cuando cerré la puerta.
***
Esta vez el concierto era en un teatro, por lo que no habíamos tenido que hacer cola. Teníamos asientos de primera fila y en el centro. Una de las ventajas de ser amigas, porque sí, se puede decir que ya lo éramos, de los artistas.
Fue otro espectáculo fantástico. A pesar de ser casi el mismo repertorio de canciones, lo había disfrutado como si fuera algo totalmente nuevo para todos mis sentidos. "Sentado en el banco" volvió a ser esa pequeña estaca que se clavaba en mi corazón con cada acorde que sonaba y con cada palabra que pronunciaban. No pude evitar emocionarme nuevamente al escucharla en directo.