3. Herida al descubierto

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Me había vuelto a despertar a las cinco de la mañana. Mi padre se despertaba a las siete, por lo que quería poder desayunar sin que volviera a pasar lo del día anterior con el profesor Heller.

Cogí una manzana verde del almacén, eran mis favoritas. La acompañé con un sándwich vegetal hecho por mí y un vaso con café. Solía desayunar cosas extrañas pero que me daban energía y mantenían mi línea. Aquel día tenía que hacer las prácticas para entrar en el nuevo club de las porristas.

Una vez había desayunado, lavé los platos en silencio. Si despertaba a mi padre me volvería a pegar porque si algo odiaba él, era que alguien interrumpiera su sueño.
Me organicé la mochila en silencio. Aquel día no tenía clase de literatura por lo que no tendría que ver a Jayd. Aquel profesor no me gustaba en absoluto.

Volví a mi habitación y me vestí. Decidí ir con ropa deportiva ya que a demás de tener que hacer la prueba tenía clase de educación física. Me esperé a que fuese la hora. Tardaría al rededor de cuarenta minutos andando a paso normal, así que decidí salir con antelación.
Abrí la puerta de mi cuarto y escuché los pesados pasos de mi padre. Resonaban por toda la mansión debido a lo muy gordo que era. Cerré la puerta de nuevo, me dijo que no me quería ver en dos días y la verdad es que después de los golpes de ayer yo tampoco quería verlo.

Me miré en el espejo, seguía teniendo la marca de la mano de mi padre en la mejilla. Maldije por lo bajo mientras abría la ventana, tendría que maquillarme de camino.

—Clarie, desgraciada, te he escuchado andar por toda la casa, te vas a enterar de lo que vale un peine.—Dijo la voz de mi padre tras la puerta de mi habitación. Mi piel se erizó y salté por la ventana con el corazón en un puño. Corrí una calle y me dispuse a andar.
Tras unos diez minutos andando escuchando música, un sonido me sobresaltó. Era el claxon de un BMW x2 blanco, buen coche por cierto.

Tragué saliva. ¿Acaso me querían secuestrar? ¿Tan miserable era mi vida?
Hice como que no había escuchado el claxon y seguí caminando acelerando el paso. La ventanilla del copiloto se bajó y anduve todavía más rápido.

—West, ¿te llevo a clase?—Me giré hacia el coche y no era otro que Jayden Heller. ¿Por qué me perseguía la desgracia?
Debía admitirlo, estaba cansada y me dolían las piernas, la cara y la espalda. A demás de que si subía al coche del profesor podía maquillarme sin terminar pareciendo El Joker.

Me acerqué a su coche dudosa.

—¿Por qué tendría que subir a tú coche? ¿No está prohibido entre alumnos y profesores juntarse fuera del instituto?—Pregunté con tono cínico. La verdad era que quería subir al coche y estar cómoda, a demás de que llegaría mucho antes.

—Claire, eres mi alumna. ¿Qué pasa si te violan? ¿O te atracan?—Respondió con tranquilidad. Estaba segura de que si me pasara una de las dos mi padre me echaría la culpa a mí por haberme dejado.

Miré al cielo y eché el aire por la nariz con fuerza. Resignada, abrí la puerta y me senté en el cómodo asiento poniendo mi mochila encima de mis rodillas, donde habían dos hematomas que también debía tapar con base de maquillaje.
Miré a Heller por el rabillo del ojo y estaba sonriendo de nuevo.

—¿Por qué sales tan pronto de casa?—Me preguntó sin apartar la vista de la carretera. Yo saqué mi maquillaje, el cual era en un formato que ya llevaba su propia brocha, por lo que no necesitaba una a parte. Saqué mi espejo de mano y me tapé la marca. Aproveché para ponerme mi gloss favorito y un poco de rizador de pestañas.

Extrañamente, Heller no me dijo nada por maquillarme en su coche.—¿Me vas a responder?—Preguntó de nuevo, aquella vez mirándome.

—A la hora que salga de mi casa no es de tu incumbencia.—Respondí cortante apoyando la cabeza sobre la ventanilla del coche viendo cómo avanzábamos por las calles.

ClaireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora