Una vez dentro del coche le miré fijamente. ¿Acaso iba a quedarme en su casa? ¿Qué iba a pasar con mi ropa? ¿Y si mi padre me veía? Al día siguiente sería viernes, y al otro, la fiesta de Chelsea.
—¿Quieres hacer algo?—Me preguntó. No podía evitar sonreír. La verdad es que quería comprarme un vestido para la fiesta de Chelsea. Todo era un caos, no sabía que pasaría con mi vida, pero me sentía libre y protegida con Heller.
—Vayamos al centro comercial, quiero hacer compras.—Dije sacando mi tarjeta de crédito y agitándola en el aire. Heller asintió y emprendimos el corto camino hacia el centro comercial.
Una vez llegamos, bajé del coche.—¿Qué quieres comprar?—Me preguntó mientras subíamos por las escaleras mecánicas. Se quitó las gafas y se las guardó en el bolsillo trasero del pantalón.
—Un vestido, mañana tengo una fiesta.—Dije y le miré con el ceño fruncido.—Si te quitas las gafas no vas a ver.—Le avisé pero se rió.
—No llevan cristales.—Confesó y se me cayó la mandíbula inferior al suelo de lo sorprendida que estaba. Me reí sonoramente.
—¿Y por qué?—Pregunté mientras sonreía. Entramos en la tienda, la cual se llamaba Olympia Silk. Era conocida por ser visitada por todas las ricachonas. Los precios eran verdaderamente altos pero las calidades eran geniales y tenían vestidos verdaderamente elegantes.
—Porque si no, no parezco un profesor.—Confesó y negué con la cabeza. Me reí por lo bajo y tres ancianas ricachonas me miraron malamente, pero me daba igual. Mi vista se posó sobre un vestido brillante, de tirantes de color aqua. Era precioso.
—¿Te gusta ese vestido?—Me preguntó. Yo asentí con la cabeza. La respuesta era obvia. Extendí mi brazo para sacar el vestido de la fila donde se encontraban todas las tallas, pero noté un escozor inmenso proveniente de mi antebrazo. Gemí de dolor y pronto vi como la tela de mi camiseta se tornaba de color rojo. Se me habían abierto las heridas. Gemí en voz baja más veces, no podía controlarme. Cuando me hice las heridas estaba llena de tristeza, repulsión e ira, por lo que apenas me dolieron. La mancha fue haciéndose poco a poco más grande y Heller me miró asombrado.
—Clarie, ¿qué diablos? Estás sangrando.—Dijo mirándome fijamente a los ojos. Salí corriendo de la tienda dejando a Heller atrás, busqué los baños, todos me miraban curiosos. ¿Qué hacía una chica de diecisiete años corriendo sola por un supermercado con una mancha de sangre en el brazo?
Sin darme cuenta, la sangre había comenzado a gotear. El suelo se estaba llenando de sangre y yo no encontraba el baño.
Finalmente lo encontré y entré a toda prisa. Jayd no me había seguido y aquello me daba más intimidad. Me levanté la manga y tenía el antebrazo lleno de sangre, la cual no dejaba de brotar de las profundas heridas.
Me miré al espejo y comencé a llorar. Vi la misma imagen que cuando me miré en el baño de mi casa, cuando había sido violada hace apenas minutos.
Sin darme cuenta comencé a llorar. La desgracia me iba a perseguir siempre, por más que riera con Jayd, por más porrista que fuera, mi padre me había arruinado la vida y aquello no iba a cambiar nunca. Siempre se iba a quedar en mi memoria todas las atrocidades que había hecho conmigo. Al frotarme los ojos y volver a mirarme al espejo, no vi mi reflejo. Era mi padre, riéndose de mí. Su estúpida cara se proyectaba en el espejo."Eres igual que tu madre."
"¿Sabes por qué te hago daño? Porque me la pone dura."
De mi garganta salió un grito desgarrador, y sin darme cuenta, había estampado mi puño contra el espejo, rompiéndolo en añicos. Habían cristales por todas partes, pero me daba igual.
Me senté en el suelo, seguía saliendo sangre de mi antebrazo y ahora de mis nudillos, pero solo estaba concentrada en pensar en lo muy miserable que era y sería por el resto de mi vida.

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Claire
Roman pour Adolescents¿Quién iba a imaginar que Claire, la niña rica y popular del instituto iba a ser maltratada al llegar a casa? La vida de Claire no es tan bonita y lujosa como todos piensan. Su padre, uno de los empresarios más exitosos de la ciudad, en realidad es...