Había pasado un día desde lo ocurrido. Mi padre después de aquello me prohibió comer en casa, por lo que llevaba un día sin comer. Era un castigo bastante frecuente por lo que ya estaba acostumbrada a pasar hambre.
Caminaba por los pasillos con una vibra distinta. No quería que nadie me viera, todos hablaban de lo que había pasado en el gimnasio, Chelsea y Sadie no sospechaban nada y aquello me tranquilizaba.
—Mañana anunciarán quienes fueron elegidas para el club de las porristas, ¿no es genial?—Preguntó Chelsea con ilusión.
—Sí, lo es.—Confirmó Sadie. Estábamos en la cafetería, pero mi bandeja estaba vacía. No quería comer, todo me daba asco. Todo me recordaba a aquel horrible momento.—Estoy segura de que las tres seremos admitidas.—Terminó mi amiga acariciándome el hombro con cariño. Sonreí levemente, la verdad era que sonreír era lo que menos quería. Pero no entraba en mis planes preocupar a mis dos mejores amigas con mi vida.
El profesor Heller pasó por delante de nuestro banco. Me miró a mí y después a mi bandeja pero no dijo nada. Se sentó en un banco junto a Astrid.
No habíamos hablado desde aquel momento en la enfermería y aquello me agradaba. Heller no debía enterarse de nada bajo ninguna circunstancia.—¿Esa no es Astrid?—Preguntó Chelsea señalando hacia su zona.—¡Vamos a preguntarle si hemos entrado!—Exclamó. Sadie y Chelsea se levantaron rápidamente y corrieron hacia el banco de Heller y Astrid. A mi me costaba levantarme ya que no tenía fuerza, así que anduve despacio hasta que llegué.
—Disculpe profesora Astrid, nos gustaría saber si hemos entrado en el grupo de las animadoras.—Dijo Sadie. Astrid tragó de su almuerzo.—Eso lo sabrán mañana, señoritas.—Replicó la profesora. Jayd no me quitaba ojo. Yo me limitaba a mirar al suelo, pero de vez en cuando lo miraba por el rabillo del ojo.
—Pero...—Dijo Chelsea cuando fue interrumpida.
—Ni peros ni peras, tengan paciencia señoritas. Las listas estarán mañana en el tablero a primera hora.—Terminó la profesora y nos alejamos hacia nuestro banco de nuevo.—West, venga unos minutos.—Me giré ante la voz de Astrid. Mis amigas se alejaron y yo volví. Me sentía incómoda.
—Tras meditarlo mucho dudé en si meterte o no en el club. Sin embargo, durante la prueba vi mucha ambición y profesionalidad en ti, así que estás en el club de las porristas.—Me anunció la profesora. Vi a Jayd sonreír, pero yo no podía.
No sabía si quería entrar en el club a ciencia cierta ya que mi condición con respecto a mi salud estaba por los suelos.—Muchas gracias profesora Astrid.—Murmuré.
—¿No tienes hambre West? No te he visto comer.—Me preguntó Heller al fin. En el fondo, una parte de mí quería que me hablase.
—No tengo hambre, gracias profesor Heller.—Negué con la cabeza e intenté sonreír amablemente.
Me di media vuelta dispuesta a volver a mi banco.—Recuerda comer West, ahora eres una porrista.—Dijo el profesor Heller a mis espaldas. Tenía la sensación de que Heller había convencido a Astrid para que me admitiera en el club.
—Claire.—Dijo Andrew. Se encontraba delante de mí y ni siquiera me había dado cuenta. Una vez más llevaba la chaqueta del equipo de fútbol con los colores rojo y blanco, en representación de la bandera de nuestra ciudad, Florida.
—¿Qué quieres Andrew?—Le pregunté sin paciencia. No quería hablar con nadie. ¿Acaso no se me notaba en la cara?
—Quería saber si estabas bien desde lo que sucedió en el gimnasio. Todos hablan de ello.—Dice y me muerdo un carrillo con fuerza.

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Claire
Teen Fiction¿Quién iba a imaginar que Claire, la niña rica y popular del instituto iba a ser maltratada al llegar a casa? La vida de Claire no es tan bonita y lujosa como todos piensan. Su padre, uno de los empresarios más exitosos de la ciudad, en realidad es...