11.La chica nueva

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El fin de semana había concluido y con aquello, la vuelta a clases. Aquel día estaba extrañamente feliz ya que me había quitado aquel gran peso de encima, pero otro estaba apunto de caerme.

La curiosidad.

El nombre de mi supuesto padre biológico rondaba mis pensamientos a todas horas. ¿De verdad era su hija? ¿Qué significaba aquel hombre para mi madre? Estaba hecha un mar de dudas, por lo que estaba sumamente despistada.

Zara y yo habíamos firmado el documento que declaraba que ella se convertiría en mi tutora legal. Un notario visitó la mansión para decirme que toda la herencia de mi madre me sería entregada y que como la mansión estaba a nombre de mi madre yo sería la propietaria. Debía hacerle un lavado de cara a aquella mansión.
Quería convertirlo en un lugar acogedor en el que no pudiera recordar todo lo que había pasado entre aquellas paredes.

Era lunes, por lo tanto a primera hora de la mañana tenía clase de literatura con Jayd y aquello me ponía nerviosa de solo pensar en que habíamos compartido cama y había dormido con la cabeza en su pecho mientras escuchaba lo rápido que latía su corazón.

Me acerqué a mi taquilla y vi a alguien ponerse detrás de la puerta de la misma abierta. Cogí lo necesario y la cerré para encontrarme con Andrew con su clásica sonrisa. En cuanto me giré a él no me dio tiempo a reaccionar y pegó sus labios a los míos cogiéndome de la nuca. Abrí los ojos mientras me besaba de la impresión. ¿Qué estaba haciendo delante de todo el mundo? Cuando nos separamos, vi a todos los estudiantes mirarnos emocionados, incluso juraría ver a algunas chicas de primero grabando. Retrocedí por instinto y entonces vi a Jayd, quien casualmente estaba pasando por el pasillo con su carpeta en los brazos. No me miró precisamente bien por la forma en la que apretó la mandíbula y supuse que no le había hecho gracias por cómo aceleró el paso hasta meterse en una clase.

—¿Qué acabas de hacer?—Pregunté susurrando entre dientes bastante incómoda. Andrew me miró enarcando una ceja haciendo un mohín con los labios.

—Besarte.—Respondió en tono interrogativo. Me di una palmadita en la frente y miré al cielo. Lo cogí del brazo y lo metí en una clase vacía. Le solté del brazo con fuerza.

—No vuelvas a hacer eso Andrew. Tú y yo rompimos hace mucho y aquel beso no significó nada.—Respondí en tono autoritario. Vi el brillo de los ojos de Andrew desvanecerse y salí de la clase dando pasos largos para dirigirme a la primera hora con Jayd.

Entré en la clase, sólo habían cinco o seis alumnas, eran "las obsesionadas". Me senté en mi sitio de siempre y me puse los auriculares mientras miraba atenta a todos los movimientos de Jayd.
Parecía estar divertido con aquellas acosadoras que seguramente le habían seguido hasta su casa solamente para sacarle fotos. Apreté los dientes de ver lo bien que se lo pasaba y miré a otra parte. Estaba enfadada.

—Eh, ¿qué pasa?—Preguntó Brooklyn mientras se sentaba en mi mesa, en aquel momento me di cuenta de lo muy dotada que estaba Brooklyn.  No sabía por qué los chicos no se fijaban en ella.
Me quité los auriculares y sonreí.

—Oh, no es nada.—Respondí haciendo un ademán para restarle importancia.

—Si las miradas matasen habrías arrasado con aquel grupito.–Dijo señalando a las chicas con las que hablaba Jayd. Me entró la risa y terminó sonando por toda la clase, justo como yo quería para llamar la atención de Jayd, quien se giró y vio a Brooklyn señalando. La morena se unió a mi risa y nos destornillamos. Lo que había dicho ni siquiera tenía gracia pero debía admitir que su risa era contagiosa.

—¿Celosa?—Me preguntó. Su pregunta me cortó la risa y tragué saliva. Negué con la cabeza.

—Para nada, ¿por qué iba a estar celosa? Heller es sólo un profesor.—Respondí en un tono no muy convincente.

ClaireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora