AXL CON EL EJERCICIO Y SU SALUD
Ser el cantante más hiperactivo de los 90, recorriendo las pasarelas de los estadios más grandes y exigiendo a su garganta alcanzar las notas más elevadas, requería tenerlo todo controlado. Aunque no consumía drogas cuando se encontraba en la cima, sí que le era imprescindible contar con un estado físico óptimo; para conseguirlo, decidió adoptar la disciplina de un monje tibetano. Superó su adicción a la nicotina, que le restaba aire, reemplazando los cigarrillos por finos habanos para no tener que recurrir a las máscaras de oxígeno que, esporádicamente, lo auxiliaban en medio de cada show.
Los abusos que padeció en su niñez, sumado a las carencias con las que creció, les causaron reacciones físicas en los músculos de sus piernas, teniendo que ejercitarse a diario para calmar dolores y secuelas. Para Axl, era obligatorio correr en la cinta y hacer bicicleta fija cada día. Además, tenía que atender los consejos de sus fisioterapeutas, que le recomendaban calzados que sostenían sus tobillos. La marca de calzados Converse personalizó sus clásicas zapatillas blancas All Star con su nombre grabado en rojo.
En épocas de hermetismo, cuando poco se conocía de su paradero, Rose seguía ejercitando cuatro horas durante las tardes, en soledad, en su gran gimnasio equipado con tres plantas porque había pensado en sus músicos al diseñarlo. Practicaba kickboxing, una mezcla de boxeo y kárate, e incluyó, paralelamente, una sala para un masajista y un quiropráctico. En la actualidad sus actividades parecen más leves: cuando no tiene conciertos, trabaja de noche y duerme durante el día; escribe si se siente inspirado y disfruta de leer o perderse unas horas viendo alguna serie o película en Netflix: el descanso es un mantra para brindar lo mejor de uno mismo.