Prólogo

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01/09/19

Uruguay se encontraba recostado boca arriba sobre aquella cama, escuchando la intensa lluvia repiquetear contra el techo y las ventanas. Abrazaba con fuerza el suéter favorito de su hermano mayor, recordando el calor que solía transmitirle. En su mano también sostenía firmemente un papel arrugado, lleno de palabras tan dolorosas que el menor se negaba a seguir leyendo. 

"República Argentina.

Estatus: desaparecido. 

Fecha del último avistamiento: 01/07/2019. 

Último avistamiento: Aeropuerto Internacional Ezeiza. Subiéndose a un auto negro en la puerta del conductor, la matrícula; HPS 316.

Apariencia en el último avistamiento: Jeans azules, zapatillas Vans blancas, camiseta negra y un pulóver amarillo. 

[...] "

Dos meses. Exactamente dos meses desde que Argentina había desaparecido sin dejar rastro. La última vez que lo vieron fue cuando se subió a un auto negro en aquel aeropuerto, del lado del conductor. Los vidrios polarizados no le permitieron a nadie saber si había alguien más sentado en el vehículo, si el país estaba acompañado. 

Lo habían buscado por todos lados. Por todo el territorio argentino, incluso en otros países limitrofes. Nada. No había nada. 

Parecía haberse esfumado como por arte de magia, como si la misma tierra se lo hubiera tragado repentinamente. Como si jamás hubiese estado allí. 

No habían pistas más allá de los testimonios de las personas que lo vieron irse del aeropuerto y las que las cámaras de seguridad. La matrícula del auto que se podía apreciar en los vídeos no estaba registrada en ninguna base de datos, por lo que intentar seguir esa pista llevaba a un callejón sin salida que frustró a todo el mundo.

Uruguay cada día se sentía más desesperado por encontrar a su hermano, quería saber qué le pasó, dónde estaba… No soportaba a las personas que le decían que no guardara muchas esperanzas, que no era probable encontrarlo con vida. No soportaba la idea de que su hermano estuviera muerto, y que su cuerpo se encontrara tirado en algún lugar. Simplemente no lo soportaba, no quería aceptarlo. 

Las casa estaba a oscuras, a excepción de la pequeña y tenue luz que ofrecía la lámpara que estaba sobre la mesa de luz. El único sonido que podía escucharse era la lluvia en el exterior. 

Uruguay extendió su brazo hacia un lado y rasco tras las orejas de Dogo, el perro blanco de Argentina. Ese día lo había dejado subir a la cama para hacerle compañía, pues el pobre animal se encontraba muy decaído desde que su dueño no volvió a casa. 

En un momento el animal alzó su enorme cabezota blanca repentinamente, sus orejas erguidas para escuchar algo. Soltó un gruñido gutural y bajo de un gran y ágil salto de la cama, alarmando al país latino. Desde la habitación se podían escuchar las patas del perro correr por el piso y bajar las escaleras a toda velocidad, soltando unos estruendosos ladridos de rabia. 

Uruguay se levantó rápidamente, temiendo que un ladrón hubiera entrado en la casa, y tomó su celular que reposaba sobre la almohada. Encendió todas las luces que pudo en su camino hacia la planta baja, preocupado al escuchar los ladridos cada vez más fieros del animal. 

Cuando llegó a la planta baja pudo notar que Dogo rascaba con insistencia la puerta de la cocina que daba al patio de la casa, casi parecía querer tirarla abajo y abalanzarse sobre algo que estaba en el exterior. El uruguayo frunció el ceño y encendió la luz de la cocina, observando a través del cuadrado de cristal de aquella puerta. Solo se podía ver la lluvia cayendo en el exterior. 

El de azul y blanco quitó el seguro de la puerta y la abrió, viendo como el animal corría por el patio, olfateando el suelo y las cercas que delimitaban el terreno. Tenía el pelo del pescuezo erizado mientras parecía buscar algo. 

_¿Qué carajo te pasa?_ murmuró con desconcierto el menor, dispuesto a salir al exterior para entrar al perro nuevamente a la casa. Cuando puso un pie en el exterior sintió que pateaba algo en el suelo. Se frotó los ojos y dirigió su vista hacia abajo, encontrándose con una pequeña caja marrón bastante maltratada.

Frunció el ceño, extrañado, y tomo la cajita entre sus manos, moviendola un poco para escuchar su contenido. Pudo sentir como habían al menos dos o más objetos en el interior que se movían contra las paredes de cartón. Silbó para llamar al perro, quién ya estaba bastante mojado por la lluvia, pero no iba a ser tan cruel como para dejarlo afuera con aquel clima. Cuando el animal entró nuevamente en la casa, Uruguay cerró la puerta con llave y se dirigió a la sala, comenzando a rasgar la cinta adhesiva que mantenía cerrada la caja. 

Se sentó en el sofá y abrió la caja, encontrándose con algo muy extraño. Un pendrive negro, un celular más o menos moderno del mismo color, con una pequeña parte del extremo superior trizado -aunque era apenas perceptible- y un papel de color amarillento oscuro muy arrugado. 

Uruguay tomó primero el celular entre sus manos y lo encendió, sorprendiendose de que tuviera la mitad de la batería cargada. Abrió bien grande los ojos al observar el fondo de pantalla que se mostraba en el inicio.

Dejó el aparato en la caja nuevamente y sacó su propio celular de su bolsillo, marcando un número con dedos temblorosos. Sintió un sudor frío deslizarse por su sien y el nerviosismo corriendo por sus venas, haciendo que sus movimientos sean torpes y desesperados.

Se llevó el celular a la oreja y esperó.

Primer tono. 

Segundo tono.

Tercer tono. 

_¿Hola?_ se pudo escuchar desde el otro lado de la línea. 

_¡ONU!_ Exclamó Uruguay_ Tenés que venir a casa de Argentina y traer al grupo_ 

_¿Por qué? ¿Qué pasó?_ enseguida el tono de voz del organismo internacional se volvió más duro. Habló rápidamente. 

_C-creo que tengo algo para saber qué le pasó..._ el uruguayo, temblando levemente, tomó el celular negro en su mano libre y volvió a prender la pantalla, observando el fondo. 

Se podía apreciar una foto de un Argentina sonriente a la cámara, sus ojos cerrados mientras hacía el símbolo de la paz con la mano que no sostenía el teléfono. Parecía una selfie normal.

_Apurense… por favor_ murmuró el menor, tragando saliva.

_Estaremos ahí mañana, no te preocupes. Manten la calma y ten cuidado..._ ONU cortó la llamada.

Si, aquella selfie parecía normal. 

A excepción de la sangre que caía por las comisuras de los labios del albiceleste.

















Esto es algo que se me ocurrió ayer en mitad de la noche, por lo que dije "Seh, ¿Por qué no?" Y me puse a escribir. Era como si de la nada la inspiración volviera a mi, no se.

Me gustó la idea, además de que amo demasiado el misterio y el """terror""", sooooo~ (✧Д✧) ahquelepasaba

Me gustaría saber sus opiniones al respecto de esta nueva "novela". Aviso desde ya que va a ser corta, tal vez 15 capítulos 🤔🤔 habrá que ver sobre la marcha.

Los amo~💕

REC🔴 [C.H. ARGENTINA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora