8

973 105 16
                                    

Jennie terminó sola en la calle, arropada únicamente por el cielo estrellado y las luces de la ciudad. Ahogó su llanto llevando sus manos hasta su boca haciendo más difícil el respirar y el viento helado de la noche traspasó su piel, clavándose en sus huesos como cientos de agujas e intensificando el dolor que sentía. Se dio cuenta entonces que el grisáceo pavimento y las paredes llenas de símbolos incomprensibles eran lo único en lo que podía apoyarse.

Quiso maldecir, pero solo podía emitir quejidos y abrazarse a sí misma como una niña pequeña que esperaba el abrazo reconfortante y protector de alguien más, pero sabía que nadie llegaría, que Jisoo no la alcanzaría.

No sabía cuánto tiempo pasó desde que abandonó la instalación, seguramente no más de cinco o diez minutos, pero no tenía noción del tiempo; los minutos se hacen eternos cuando está atrapada en su sufrimiento.

Pensó que era tiempo de volver a casa, invitar a Rosé y llorar en su hombro hasta quedarse dormida, pero realmente no tenía ganas de ver a nadie. Quería ahogarse un poco más en su angustia y en su soledad y aferrarse a la melancolía que llevaba en la sangre desde el día en que Jisoo terminó con ella.

Así que llegó a su departamento, tambaleándose en cada paso hasta llegar a su habitación. No podía conciliar el sueño. Pensó en comer, pero su estómago rechazaba incluso la idea de hacerlo, amenazando con devolverlo todo al primer bocado. Jennie solo aceptó que la noche estaba destinada a encontrar los fragmentos que le hacían falta.

Viajó al pasado desde la galería de su celular, abriendo cada puerta de su mente que guardaba los recuerdos de aquellos días felices. Sus tesoros se resumían a videos donde Jisoo era la protagonista y uno de sus favoritos fue grabado en una pista de patinaje.

Jisoo se encontraba arrodillada frente a Jennie, ayudándola a ajustar los cordones de los patines con una expresión tan seria que daba gracia. Siempre fue atenta con ella, siempre estuvo ahí para darle una mano, para cuidarla, aunque no se lo pidiera y, eso, significaba el mundo para la menor.

Jennie estaba asustada, sus pies no querían avanzar por temor a caer e incluso la cámara temblaba un poco cuando dejó de aferrarse a la barra de metal cerca de la pared. Jisoo se colocó detrás dejando sus manos sobre la cintura de la menor para obligarla a avanzar.

No voy a soltarte, no tengas miedo — prometió — Un paso a la vez, si los niños pueden hacerlo, tú también.

La dulce voz de Jisoo se escuchó en la habitación y le hizo sonreír la repentina sensación de confort. La calidez de las manos de la mayor se materializó a través de sus recuerdos hasta sentir que la abrazaba por la espalda.

Jisoo siempre fue el cable a tierra de Jennie, un pilar que la mantenía en equilibrio y le ofrecía refugio cuando la vida quería hacerla caer. Tal vez esa era la razón por la que era tan difícil de olvidar. Había logrado que Jennie parara de temerle a fallar ¿quién podría igualar eso? Nadie más se tomaría el trabajo de estar ahí para tomar su mano en cada paso que diera hasta el punto de hacerle olvidar que las inseguridades existían.

Continuó viajando al pasado, esta vez al día en que terminaron en el centro comercial y Jisoo le mostró una faceta tan tierna e inocente que derritió su corazón con facilidad. Recuerda haberla mirado desde atrás, cautivada por su andar y sus gestos, pensó que parecía una mariposa, de esas con colores tan brillantes y patrones únicos que aparecían en películas de fantasía. En ese instante se prometió que nunca rompería las alas de Jisoo y la dejaría ser libre como siempre ha sido.

Ahí, en su cama, sintió que ella misma era una ironía. Si tan solo alguien le hubiese advertido que sería el veneno en las venas de Jisoo ¡qué no hubiera hecho para demostrar que no era cierto!... O tal vez estaba destinado a terminar de esa manera.

let's hurt tonight ; jensooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora